Más que un regalo

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Anthony

Habíamos quedado dentro de tres días, pero la idea de esperar ese tiempo se hacía insoportable. Desde la noche en que nos despedimos, Seraphina no había salido de mis pensamientos ni un solo momento. Cada palabra suya resonaba en mi mente, cada sonrisa, cada pequeña risa compartida. Así que, aunque sabía que quizá sería un poco inoportuno, me decidí a ir a verla hoy. Además, el vestido que había encargado a Madame Delacroix estaba listo, y me parecía la excusa perfecta para verla antes de lo acordado.

El sol del mediodía brillaba con fuerza mientras me acercaba a la casa de los Bennet. El vestido, cuidadosamente envuelto en una caja, se sentía pesado en mis manos, pero no tanto como el nerviosismo que me empezaba a invadir. ¿Cómo reaccionaría Seraphina al verlo? A pesar de mi impaciencia, no tenía ni idea de lo que me esperaba al llegar.

Toc, toc.

La puerta se abrió, revelando al señor Bennet, Robert Bennet. Al principio, su rostro mostró una sonrisa educada, pero en cuanto me reconoció, esa sonrisa se desvaneció rápidamente. Algo en su expresión cambió, volviéndose tensa, casi sombría.

—Anthony... —dijo en tono bajo, como si estuviera intentando elegir sus palabras con cuidado—. Seraphina... no se encuentra bien hoy.

Su voz se apagó, y de repente, sentí una punzada de preocupación en el estómago. "¿No se encuentra bien?" Eso no era normal. La última vez que la vi, aunque había habido cierta tensión entre nosotros, no parecía que estuviera mal.

—¿Está enferma? —pregunté, intentando sonar despreocupado, pero la inquietud ya estaba arrastrándose por mi piel.

El señor Bennet negó con la cabeza, aunque su expresión no se alivió en absoluto.

—No... no es exactamente eso. Pasa, por favor. Me gustaría hablar contigo.

Me invitó a entrar, y aunque algo dentro de mí me decía que algo no estaba bien, obedecí. Entré en el elegante salón de los Bennet, el cual estaba vacío, un silencio casi opresivo lo llenaba. Dejé el paquete con el vestido en una mesita cercana mientras me preguntaba qué demonios estaba pasando. La sensación de que algo grave había sucedido no dejaba de crecer.

El señor Bennet se sentó frente a mí, su postura seria, casi autoritaria, pero sus ojos reflejaban preocupación.

—¿Qué quieres de mi hija, Anthony? —preguntó de repente, su tono firme, sin dejar espacio para escapatorias.

La pregunta me tomó por sorpresa. Había esperado hablar sobre el vestido, sobre cualquier otra cosa, menos esto.

—¿Qué...? —empecé a decir, pero él levantó la mano para que guardara silencio.

—No permito que le hagas daño. —Su mirada se intensificó—. Ella... Seraphina ha sufrido demasiado. Más de lo que puedes imaginar. Y aunque parezca fuerte, aunque a veces muestre una sonrisa, las cicatrices que lleva dentro son profundas. No te lo digo para asustarte, Anthony, sino porque necesitas entender lo que está en juego.

Tragué saliva, tratando de ordenar mis pensamientos. Las palabras de Robert me golpeaban con fuerza, y mi mente se llenaba de preguntas. ¿Qué había pasado? ¿Qué me estaba ocultando? Sentía la urgencia de verla, de estar a su lado y entender qué estaba ocurriendo.

—No quiero hacerle daño, señor Bennet —dije con sinceridad, inclinándome hacia adelante—. Ella es... especial para mí. Y lo último que desearía sería lastimarla. Pero... —mi voz vaciló, porque sabía que estaba cruzando un límite al preguntar esto— ¿qué le ha sucedido? ¿Por qué me dice esto?

El señor Bennet suspiró, apoyando las manos en sus rodillas, como si pesaran toneladas.

—Seraphina llegó tarde anoche, después de estar contigo. No es culpa tuya —se apresuró a aclarar, viendo la confusión en mi rostro—, pero cuando llegó, su madre... —hizo una pausa, sus labios se tensaron en una fina línea—, su madre no fue amable con ella.

PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora