Conversaciones sobre amor

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Anthony

Desplegué la manta junto al lago con una torpeza que, si fuera cualquier otro día, me haría reír de mí mismo. Pero hoy no es cualquier día. Y lo que estoy haciendo tampoco es algo habitual para mí. ¿Un picnic? Frente a un lago, con las suaves brisas acariciando el agua... No es mi estilo. Pero, por alguna razón, mientras preparaba todo esta mañana, me pareció lo más adecuado. Como si Seraphina y yo necesitáramos algo diferente, algo más íntimo, lejos de las miradas que siempre parecen seguirnos.

El sol brilla con fuerza, reflejándose en la superficie del lago, y los pájaros trinan en la distancia. La escena es tranquila, casi idílica, y me esfuerzo por centrarme en lo que estoy haciendo, en sacar cada plato con una precisión innecesaria, asegurándome de que todo esté perfecto. Aunque, siendo sincero, me siento fuera de lugar, como si esta versión de mí mismo —el que organiza un picnic para una amiga— fuera alguien que no reconozco del todo.

Mientras estoy de rodillas junto a la cesta, noto que Seraphina también se inclina para ayudarme. No había esperado que se uniera tan rápido, pero la sensación de tenerla tan cerca me causa una extraña mezcla de nerviosismo y expectación. Le ofrezco una pequeña sonrisa cuando ella agarra una esquina de la manta para alisarla. Se mueve con gracia, con esa suavidad que parece innata en ella, pero también con una ligera rigidez, como si no estuviera del todo cómoda con lo que está ocurriendo entre nosotros.

Quizás esto fue una mala idea, pienso por un segundo, hasta que nuestras manos se rozan.

No es más que un roce accidental, apenas un segundo, mientras ambos vamos a sacar algo de la cesta al mismo tiempo. Pero el impacto es inmediato. Un destello de calor recorre mi piel, como si ese simple contacto hubiera desatado algo que llevaba tiempo conteniéndose. Miro nuestras manos por un breve instante, congelado, sintiendo la suavidad de su piel bajo la mía. Apenas me atrevo a levantar la vista hacia ella, pero lo hago.

Nuestros ojos se encuentran, y sé que ella también lo ha sentido. No es una chispa romántica de las que describen los poetas, ni una pasión desbordante que quema todo a su paso. No. Es algo más sutil, más íntimo. Como un fuego lento que apenas comienza a arder.

Seraphina retira la mano rápidamente, sus ojos bajando de inmediato hacia la cesta, y veo un leve rubor colorear sus mejillas. Me aclaro la garganta, intentando disimular el efecto que ese pequeño gesto ha tenido en mí.

—Parece que hemos traído más de lo necesario —digo, mi voz un poco más baja de lo habitual mientras saco un par de platos con cuidado.

Ella me mira de reojo, todavía un poco avergonzada, pero con una pequeña sonrisa en los labios.

—Siempre es mejor tener más que quedarnos cortos, ¿no? —responde, su tono más ligero, intentando restar importancia al momento.

Asiento, devolviéndole la sonrisa mientras intento retomar el control de mis pensamientos. Pero es difícil, porque aunque intentemos comportarnos como siempre, como simples amigos, hay algo más en el aire hoy. Algo que no puedo ignorar.

Mientras seguimos sacando la comida, la sensación de aquel breve toque sigue latente entre nosotros, como si hubiéramos abierto una puerta que ninguno de los dos sabe cómo cerrar. Y aunque mi intención era un picnic tranquilo, lejos de las complicaciones, empiezo a darme cuenta de que lo que ha comenzado entre nosotros está lejos de ser simple.

Seraphina

Anthony, rápidamente, extiende la mano para sujetar el velo con cuidado, como si fuera algo precioso. Su toque es suave, casi reverente, y me hace contener la respiración. Su mirada se encuentra con la mía, y el mundo exterior se desvanece. Es solo él y yo, atrapados en una burbuja que parece desdibujar el tiempo.

PAUSADA: La dama enmascarada (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora