La temporada estaba llegando a su clímax, y la tensión en la pista no solo era palpable por el campeonato. Lando Norris y Oscar Piastri, compañeros de equipo y amigos cercanos, competían por mucho más que puntos en la tabla. Caroline, la joven y brillante estratega de McLaren, se había convertido en el centro de una disputa que ambos pilotos intentaban disimular, aunque cada vez era más evidente.
Caroline era conocida por su mente aguda y su capacidad para leer la carrera mejor que nadie. Su inteligencia y pasión por el automovilismo la habían hecho indispensable para el equipo, y tanto Lando como Oscar la admiraban profundamente. Pero lo que comenzó como una relación estrictamente profesional se fue transformando en algo más complicado, más personal, para ambos pilotos.
Lando, siempre el carismático y extrovertido, había tenido una conexión con Caroline desde que ella se unió al equipo. Pasaban largas horas en el garaje revisando estrategias, y las conversaciones casuales entre carreras se volvieron cada vez más cercanas. Él nunca había admitido abiertamente sus sentimientos, pero sus bromas constantes y su manera de preocuparse por ella habían empezado a revelar lo que realmente sentía.
Por otro lado, Oscar, más reservado pero igual de perspicaz, había desarrollado su propio vínculo con Caroline. Aunque menos expresivo que Lando, su conexión con ella se basaba en largas charlas sobre análisis de datos y estrategias detalladas. A Caroline le encantaba la manera en que Oscar escuchaba sus ideas y compartía su entusiasmo por la precisión técnica, algo que los unía a un nivel más intelectual.
Todo habría quedado en una simple admiración mutua, si no fuera porque, poco a poco, ambos pilotos empezaron a notar la atención que el otro le prestaba a Caroline. Lo que alguna vez fue una sana rivalidad dentro del equipo se transformó en algo más personal, en una competencia silenciosa por su afecto.
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El Gran Premio de Japón marcaba una de las carreras más importantes de la temporada, con ambos pilotos luchando por el campeonato. Pero en el paddock, las cosas estaban lejos de ser tranquilas. Lando y Oscar ya casi no hablaban fuera de las reuniones del equipo, y cuando lo hacían, las palabras parecían cargadas de una tensión silenciosa.
—Estás saliendo más tarde del garaje, ¿no? —comentó Lando, mientras observaba a Oscar hablar con Caroline tras las sesiones de entrenamiento.
Oscar le lanzó una mirada rápida, sin querer entrar en discusión.
—Solo revisamos algunos datos —respondió con frialdad, pero el tono revelaba que la competitividad no solo se limitaba a los tiempos de vuelta.
Lando sonrió de manera sardónica.
—Seguro. Siempre fuiste tan dedicado... —dijo, sabiendo que esas palabras no eran más que una provocación.
Caroline, que estaba de espaldas a ellos, ni siquiera notó la creciente tensión entre los pilotos. Mientras revisaba las estrategias de carrera, ambos pilotos la miraban de reojo, como si la carrera ya hubiera comenzado, pero en otro campo de batalla.
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La clasificación fue intensa. Lando y Oscar luchaban con todo para obtener la pole, pero lo que debería haber sido una competencia amistosa pronto se volvió agresiva. Lando cerraba espacios que normalmente no cerraría, mientras que Oscar, conocido por su calma, comenzó a arriesgarse más de lo habitual.
Al final de la sesión, Lando se quedó con la pole por solo una décima de segundo. Sin embargo, en lugar de la habitual celebración amistosa, ambos pilotos intercambiaron una mirada fría. Ni siquiera se felicitaron.
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El día de la carrera fue caótico. Ambos sabían que necesitaban una victoria, no solo para el campeonato, sino para demostrarle a Caroline quién era el mejor. Los roces en pista eran inevitables. Lando bloqueó agresivamente a Oscar en la salida, y en la vuelta 23, Piastri intentó un adelantamiento en una curva cerrada que terminó con ambos monoplazas rozándose peligrosamente.
