52. Estupida nota

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Stella

Despertarme no había sido tan complicado, porque no había tomado demasiado ayer, lo complicado iba ser despertarla a ella, que no tengo idea de a que hora vino a dormirse.

Creo que fue mala idea hacer la fiesta un domingo en la noche, bueno, no podemos culpar a nadie porque su cumpleaños cayó en domingo.

―Eliza, se nos hace tarde ―la escuche quejarse

―¿Tarde para qué?

―¿Cómo que para qué? Hoy es lunes

―¿Y?

―Eliza, tenemos escuela

Bufe por debajo al ver que no movía ni un musculo, al menos ya me había respondido, en los diez minutos que llevo aquí, eso era un avance.

―Eliza, si no bajas en diez minutos te iras sola a la escuela ―me detuve antes de cerrar la puerta―, y espero que no llames a ninguno de tus amiguitos para que venga a recogerte

Mientras bajaba las escaleras trate de calmarme, era demasiado temprano para que ella me generara dolor de cabeza, pero tengo que llegar temprano a la universidad para hablar con el estúpido de Damián.

Al entrar a la cocina mis padres me saludaron, me senté al lado de mi hermana para empezar a desayunar.

―¿Y Eliza?

―Tiene que bajar en diez minutos

―¿Y si no baja?

―Espero que ninguno de ustedes la ayude a llegar a la escuela ―le di un sorbo a mi jugo

―¿Paso algo entre ustedes? ―pregunto mi madre con delicadeza

Sentí la mirada de ambos encima de mis hombros, incluso sentía a mi hermana mirarme de reojo cada cierto tiempo mientras fingía prestarle atención a su desayuno.

Lo único que pasa entre nosotras es que llevo desde que me levante intentando despertarla porque necesito llegar temprano a la universidad para hablar con Damián antes de que las clases comiencen, no quiero atrasarme más con ello, pero al parecer Eliza no coopera, también de que en la madrugada le dije que no se fuera tan tarde acostar.

―No, nada ¿Por qué?

―Para no pasar nada, pareces muy molesta ―rodé mis ojos ante el comentario de mi hermana 

―¿No se divirtieron a noche?

―Sí, pero como a la una de la mañana le dije que nos fuéramos a dormir porque hoy había escuela, ella dijo que al rato iba ―me encogí de hombros―, me fui a la cama y no sé a qué hora se durmió ella

―Nosotros llegamos como a las tres y algo de la mañana, ya no había tantos jóvenes en el patio y al espiarlas a ustedes, vi a Eliza en tu habitación

―¿Y Harper? ―pregunte acordándome de ella

―La mandamos con un chofer, ya que no acepto la invitación de quedarse en una de las habitaciones

―Igual de testaruda que la hermana ―murmure antes de darle otra mordida a mi pan tostado

Termine el desayuno y me apresure para buscar las cosas para preparar el café de Eliza y ponerlo en un termo ―si es que se levanta para ir a la escuela―. Cuando estaba guardando el café cuando la escuche saludar a mi familia mientras entraba en la cocina.

El ruido de un claxon nos informó que ya íbamos tarde, me despedí de mis padres y vi a Eliza que apenas estaba dándole la mordida a un pan tostado.

Una última partidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora