38. Preocupaciones

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Stella

Las clases no estuvieron tan agotadoras como todos los días y eso lo agradecía demasiado, ya que el no tener el estrés escolar ayudaba a no generarme estrés con los pendientes.

―¿Pudiste arreglar el problema?

―Sí, discúlpame por presionarte tanto, pero necesitaba hacer el pago

―Descuida Stella, igual te debo una disculpa, todo el tema de los pagos atrasado me llegan a generar dolores de cabeza, más cuando se acumulan

—¿Estamos bien?

—Siempre estamos bien pulga, lo sabes

El día de ayer, Damián y yo habíamos discutido por problemas económicos, pero esa discusión se debía al estrés que hemos estado recibiendo en estos dos días.

―¿Sacaste ese presupuesto?

―Aun no, estoy viendo el del trofeo

―¿Por qué estás viendo lo del trofeo ahora? ¿Eso no ya está pagado?

―Hice unos movimientos no calculados ―fruncí el ceño al mirarlo

―¿Cómo que movimientos no calculados? ―no me miraba, su mirada estaba en las gráficas de la computadora― Damián ¿Qué movimientos? Damián

―Stella, no estoy en cosas ilegales si es lo que piensas ―me contestaba sin mirarme, su mirada estaba en la computadora

―No digo eso, pero necesito ese presupuesto

―Entonces dame hasta mañana

―¿Como que hasta mañana? ―intente hacer que me hiciera caso, pero era imposible― Siempre te he dicho que me des presupuesto aparte, pero nunca estás de acuerdo

―¿Tienes los papeles de los pagos atrasados?

―¿Qué tiene que ver eso ahora? ¿Me estas escuchando al menos?

―Claro que te estoy escuchando, pero te estoy preguntando algo

―Yo también te estoy preguntando algo desde hace ya rato y no me contestas

―Eso no importa ahora, necesito que me des los papeles de pagos atrasados

―No te daré nada hasta que no me des el presupuesto que quiero

―Y yo no te daré el presupuesto que quieres hasta que no me des esos papeles ―me miro quitándose las gafas

Su azul se mesclo con mi verde, estaba enojado, disgustado y frustrado, pero no iba a dar mi brazo a torcer, ambos nos vimos sin decir nada, ambos éramos igual de orgullosos, así que hicimos lo más razonable posible.

―¡Christine!

Por no resolver ese problema en el momento tuve que llevar el trabajo a casa, las cosas igual se me complicaron ahí porque no le estaba prestando atención a Eliza, afortunadamente el problema con ella no paso a mayores.

Volví a concentrarme en mi trabajo, después que terminé aquello tenía que ver lo de las medallas, me acerqué al escritorio de Christine para preguntarle al respecto.

—¿Trajiste las medallas? —pregunté llegando

—¿Las medallas? —me miró extraña

—Las dejaron en tu casa el domingo, te mando un mensaje ¿lo olvidaste?

Pero claro que lo olvido.

Su expresión era de estar recordando algo, así que si, lo debió haber olvidado.

Una última partidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora