12. La pañoleta

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Stella

Me revolví en mi cama al sentir un poco de frío, trate de jalar las sábanas para taparme bien, fruncí mi ceño al no sentir mis sábanas moverse, forcejee un poco, hasta que me levanté frustrada para ver qué era lo que me impedía taparme bien.

Abrí mis ojos como platos y salté de la cama, cayendo de culo al suelo.

Mierda.

Maldije por debajo ante el dolor, recordé entonces lo que vi, me asomé por el borde de la cama. Aquella cabellera rubia, aquel cuerpo más grande que el mío, esa tez clara.

¿Qué hacía Eliza en mi cama?

Me levanté del suelo con sumo cuidado, su cabello estaba esparcido por mi almohada, su pecho subía y bajaba tranquilamente, tenía las sábanas hasta la nariz.

¿A qué hora llegué a mi casa? Y ¿Por qué Eliza estaba aquí?

¿Había dicho algo?

Claramente no había pasado nada, aún conservaba mi ropa, eso era buena señal ¿no?

Mire el reloj de mi mesa de noche, eran casi las diez de la mañana. Me dirigí a mi armario sin hacer ruido —no quería despertarla—, tome una ropa cómoda y entré a mi baño para asearme. Una vez que estuve lista regresé a la habitación, ella seguía durmiendo tranquilamente. Tomé mi teléfono y salí de mi habitación cerrando la puerta con mucho cuidado.

Mi teléfono conservaba un poco de batería, vi un par de mensajes de Max preguntando si donde estaba, y si estaba en mi casa que le informará, también vi unos de Madison y esos me interesaron más.

—Buenos días mi amor —mamá dejó un beso en mi frente mientras me sentaba en el desayunador

—Buenos días mamá —le sonreí— ¿Y papá?

—Tuvo que salir de emergencia, llegará más tarde —estaba preparando el desayuno—, tu hermana sigue durmiendo

—Seguramente se desveló anoche

—Creí que ibas a despertar más tarde por la fiesta —me tensé ante sus palabras— ¿A qué hora llegaste?

Mierda. Ni siquiera yo sabía eso.

Mire los mensajes de Max, eran las dos de la mañana cuando me estaba buscando.

—Temprano, a las dos —tome el jugo que dejó enfrente de mi

—¿Qué tal la fiesta?

—Entretenida, divertida —asintió sin mirarme

Me metí al chat de Madison para enviarle un mensaje.

Stella: Bonjour

Stella: No sé a qué hora llegue a mi casa, me quede dormida

Sabía que no me iba a responder ahora, seguramente allá eran las cinco de la mañana.

—Me alegro que hayas ido a divertirte cariño —sonreí

—Gracias mamá —agradecí cuando dejó el desayuno enfrente de mí— ¿No vas a desayunar?

—Ya comí junto con tu padre, mi amor —asentí. Tomó una revista de moda—. Provecho mi amor

—Gracias mamá —salió de la cocina

Necesitaba hablar con las chicas y decirles que Eliza estaba en mi casa, pero allá era muy de madrugada y lunes, seguramente despertarán dentro de dos horas para arreglarse para la escuela.

Mire varias veces mi teléfono con la esperanza de que mágicamente llegará un mensaje de Madison pidiendo contexto de la fiesta. Mire mi teléfono una vez más cuando notificó un mensaje, la felicidad se me fue al ver de quien se trataba.

Una última partidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora