[ 37 ] - ¿Aceptación?

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El viernes amaneció con una energía electrizante en el circuito de Montreal. La adrenalina del ambiente se sentía desde la entrada, y el rugir de los motores de los monoplazas prometía que sería una jornada inolvidable. En las primeras prácticas libres del día, los McLaren destacaron de inmediato: tanto el auto de Lando como el de su compañero volaban sobre el asfalto. Cada curva, cada recta, era una demostración de precisión y habilidad, y los tiempos que marcaban en el tablero solo confirmaban que venían decididos a dejar su huella en Canadá.

Cuando la primera práctica concluyó, los pilotos se dirigieron a la zona de descanso en el paddock, buscando reponerse un poco antes de la segunda tanda. En un rincón apartado, Lando se encontró con un pequeño grupo que parecía estar esperando algo. Max, Charles, Checo y Carlos ya estaban allí, conversando y riéndose entre ellos, pero cuando lo vieron llegar, lo recibieron con sonrisas cómplices. Carlos, que ya conocía la situación, le dio una palmada en el hombro con una sonrisa que dejaba claro su apoyo silencioso, mientras que los demás lo miraban con cierta curiosidad.

—¡Bueno, bueno! —bromeó Max, cruzándose de brazos con una sonrisa traviesa—. Así que nuestro chico Lando tenía secretos bien guardados, ¿eh?

Lando se rascó la nuca, sintiéndose un poco incómodo al principio, pero el ambiente era tan relajado y amistoso que no pudo evitar sonreír. Era la primera vez que algunos de sus compañeros mencionaban el tema de manera tan abierta, y aunque no sabía exactamente qué esperar, la situación le resultaba más reconfortante de lo que había imaginado.

—¿Qué les puedo decir? —respondió él, tratando de no perder la compostura—. Supongo que no se puede esconder algo así por mucho tiempo.

Charles, que siempre tenía un comentario oportuno en la manga, no pudo resistirse a hacer uno de sus chistes.

—Entonces, ¿esto significa que ya no podemos invitarte a salir con nosotras? —preguntó con una sonrisa pícara, arrancando las carcajadas de todos.

Checo, que había estado observando con una expresión divertida, se acercó y le dio un abrazo fraternal.

—Tú siempre tienes nuestro apoyo, ¿sabes? Lo que sea que te haga feliz —dijo con sinceridad, dejando en claro que su amistad iba más allá de cualquier chisme o especulación.

Carlos, que hasta ahora había permanecido en silencio, lanzó un comentario con su característico tono bromista.

—Además, ya era hora de que te decidieras. Uno más al equipo, ¿no? —dijo, guiñándole un ojo, lo que provocó que todos estallaran en risas una vez más.

Lando, relajado y feliz, sentía una mezcla de gratitud y alivio. No solo no había tenido que enfrentarse a la incomodidad de miradas o comentarios hostiles, sino que se encontraba rodeado de amigos que lo entendían y lo apoyaban. Sabía que, en ese mundo tan competitivo y con tantas presiones externas, ese tipo de respaldo era algo que no todos los pilotos tenían la suerte de recibir.

Max, más observador que de costumbre, lo miró con una sonrisa genuina y añadió:

—Bueno, supongo que solo podemos decir… ¡viva el amor! —exclamó, levantando una botella de agua en un gesto de brindis improvisado.

Todos imitaron el gesto entre risas, alzando sus botellas en un brindis simbólico, mientras intercambiaban bromas y comentarios sobre lo que significaba tener una relación en medio de la vida pública y la presión de las competencias.

Al final, cuando el reloj marcó la hora para la segunda sesión de prácticas, todos se despidieron con palabras de ánimo y sonrisas cómplices. En el fondo, sabían que, más allá de las carreras y los autos, el apoyo y la comprensión eran fundamentales para enfrentar todo lo que el mundo exterior les exigía.

Inefable. - Lando Norris & Oscar Piastri.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora