Inefable. - Lando Norris & Oscar Piastri.

[ 26 ] - Victoria.

Los días en Australia habían quedado atrás, seguían sumando puntos para el campeonato pero las palabras de Oscar seguían resonando en la mente de Lando. Sentado en la terraza de su habitación de hotel en Miami, observaba las luces de la ciudad reflejadas en el mar, mientras el calor de la noche lo envolvía. El rugido lejano de los autos que llegaban al circuito era casi un recordatorio de lo que le esperaba.

Oscar se había quedado dentro, repasando las estrategias para la carrera del domingo. Lando sabía que debía hacer lo mismo, pero algo dentro de él lo retenía. ¿Podría realmente dejar atrás esas dudas? Las palabras de Oscar lo habían calmado en el momento, pero las sombras de su inseguridad seguían acechando, invisibles pero presentes.

— ¿Estás bien? — Oscar apareció en la puerta, sus ojos observando a Lando con preocupación.

Lando asintió, aunque no estaba seguro de si era completamente cierto. — Sí, solo... pensando.

Oscar se acercó, sentándose a su lado en la barandilla, sus manos encontrando las de Lando sin esfuerzo. — ¿Pensando en qué?

Lando se quedó en silencio por un momento, mirando cómo las olas del océano rompían suavemente en la orilla. — A veces siento que esto es... demasiado. Las carreras, las expectativas. Tú y yo. Todo.

Oscar lo miró, sin decir nada al principio, permitiendo que sus palabras se asentaran en el aire cálido de la noche. — No tiene que ser demasiado, Lando. — Finalmente dijo, su voz suave pero firme. — Podemos tomarlo paso a paso. Nadie espera que lo tengamos todo resuelto de inmediato.

— Pero... siento que todos esperan eso de mí. Y de nosotros. — Lando soltó un suspiro, soltando una de las manos de Oscar para pasarla por su cabello desordenado. — Es como si... si fallo en la pista, también estoy fallando contigo.

Oscar lo miró fijamente, su expresión imperturbable. — Sabes que no es así, ¿verdad?

— Lo sé, pero... siento que sí. — Lando giró su cuerpo, mirándolo directamente a los ojos. — Tengo miedo de no ser suficiente. Para el equipo. Para ti.

Oscar tomó aire, y por un momento, el sonido de las olas fue lo único que rompió el silencio. Luego, con una determinación que sólo Oscar podía tener, se inclinó hacia Lando, apoyando su frente contra la suya.

— Tú ya eres suficiente. — Su voz era apenas un susurro, pero cada palabra llevaba consigo un peso indescriptible. — Aquí, ahora, conmigo. No tienes que ser más de lo que ya eres.

Lando cerró los ojos, dejándose guiar por la cercanía de Oscar, por su calidez. Por un momento, todo pareció detenerse: el rugido lejano de los motores, el bullicio de la ciudad, incluso sus propios pensamientos caóticos.

— Lo intentaremos, paso a paso — continuó Oscar, acariciando el rostro de Lando. — Cada carrera, cada día. Aquí no hay sombras, Lando. Solo tú y yo, brillando juntos.

Lando asintió, sintiendo cómo algo en su interior comenzaba a soltarse. Quizás, solo quizás, todo podría estar bien. Con Oscar, siempre había una chispa de esperanza, incluso en los momentos más oscuros.

Ambos se quedaron en silencio, mirando las luces de la ciudad mientras el sonido de las olas los acompañaba, y Lando supo que, pase lo que pase en la pista, siempre tendría a Oscar a su lado. Y en ese momento, eso era todo lo que necesitaba.

La carrera llegó.

La mañana en Miami llegó con un calor agobiante. El sol ya comenzaba a elevarse en el cielo, y el aire era denso, cargado con la humedad típica de la ciudad. El paddock vibraba con energía; los mecánicos iban y venían, los ingenieros discutían detalles técnicos, y los fans se amontonaban alrededor de los pilotos, ansiosos por ver a sus ídolos de cerca.