[ 31 ] - ¿Eso es lo que crees?

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Era una mañana soleada en Mónaco, la ciudad brillaba como siempre, pero ese día parecía más especial. Las calles estaban llenas de autos de lujo, tiendas exclusivas, y la esencia de glamour impregnaba el aire. En una esquina discreta, cerca del puerto, se encontraba uno de los cafés más exclusivos de la ciudad: Le Rocher Doré. La terraza del lugar ofrecía una vista envidiable del puerto, con yates blancos y lujosos brillando bajo el sol.

Estacionado frente al café, un McLaren negro y plateado, el modelo más caro de la marca, destacaba incluso entre los otros autos de lujo. Lando había llegado temprano, como de costumbre, para asegurarse de que todo estuviera perfecto. Su McLaren, con detalles personalizados, lucía impecable, y llamaba la atención de algunos peatones que pasaban, asombrados por la presencia del superdeportivo.

Dentro del café, Lando se encontraba en una de las mesas más exclusivas, con vista directa al puerto y a las montañas a lo lejos. El lugar estaba decorado en tonos cálidos, con detalles dorados en las molduras y espejos antiguos que le daban un aire elegante y sofisticado. Las mesas, de mármol blanco con vetas doradas, combinaban con las sillas de cuero crema. Era un lugar que respiraba opulencia sin necesidad de ser ostentoso.

Lando, con su bronceado característico y sus ojos azules brillantes, se sentía cómodo en este ambiente. Llevaba una camiseta blanca sencilla, con un reloj de lujo que asomaba en su muñeca, y su cabello despeinado le daba un aire relajado, a pesar de la atmósfera lujosa del lugar. Mientras esperaba, observaba la carta del menú, aunque ya sabía qué pedir. El café aquí era conocido por ser uno de los mejores de Mónaco, y él no quería nada más que disfrutar de un buen espresso.

A los pocos minutos, la puerta del café se abrió, y Magui Corceiro entró con una sonrisa encantadora. Sus ojos celestes resaltaban bajo la luz suave del lugar, y su piel bronceada parecía aún más dorada bajo los reflejos dorados del café. Magui llevaba un vestido ajustado de color beige claro, que contrastaba perfectamente con su cabello rubio y su piel, y unas gafas de sol grandes que empujó hacia su cabeza al entrar. Su caminar era seguro y elegante, propio de una modelo acostumbrada a estar en el centro de la atención.

— ¡Landinho! — saludó con entusiasmo, acercándose a la mesa y dándole un beso en la mejilla. — Qué lugar más increíble. Solo en Mónaco, ¿verdad?

Lando sonrió, señalando la silla frente a él mientras se ponía de pie para saludarla.

— Solo lo mejor para ti, Magui. ¿Cómo estás? ¿Cómo te trata la vida de modelo?

— Siempre corriendo de un lado a otro, ya sabes — dijo, sentándose mientras dejaba su bolso en la silla contigua. — Pero me encanta. Aunque me alegra tener un momento para descansar. — Magui echó un vistazo al menú. — Dicen que este es el mejor café de Mónaco. Tenía que probarlo contigo.

— Y no se equivocan, el espresso aquí es... sublime. — Lando hizo un gesto hacia el camarero, que rápidamente se acercó a tomar el pedido.

Pidieron dos espressos, acompañados de pequeños croissants de almendra, que eran conocidos por ser una especialidad de la casa. El camarero se retiró con una ligera inclinación, dejando a ambos sumidos en una conversación relajada.

El sol brillaba suavemente sobre el mar, y la brisa del Mediterráneo soplaba lo suficiente para refrescar sin ser molesta. Lando miraba a su alrededor, disfrutando de la tranquilidad que le brindaba este espacio antes de las agitaciones de las carreras y la vida pública.

— He visto tu coche afuera. — comentó Magui, con una sonrisa pícara. — El McLaren. ¿Es nuevo?

Lando rió suavemente y asintió.

— Sí, una de las ventajas del trabajo, supongo. Pero aquí en Mónaco, es solo otro coche. Parece que todo el mundo tiene uno de esos, o algo mejor.

— Pero sigue siendo impresionante. — dijo ella, observando por la ventana donde el McLaren estaba aparcado, como una pieza de arte entre los otros autos. — Me encanta cómo lo personalizaste. Aunque, a decir verdad, nunca me importaron demasiado los autos. Creo que lo que más me gusta es cómo te ves tú en él.

Inefable. - Lando Norris & Oscar Piastri.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora