11 pm - Richard Rios

CAPITULO 58

Nicole subió al primer taxi que vio, apenas pudo articular la dirección del apartamento entre sollozos. Sus manos temblaban al aferrarse a su vientre, intentando calmar el dolor punzante que no cesaba. Cada segundo se sentía eterno, y el miedo la consumía.

— Por favor, rápido... —susurró con la voz quebrada.

El conductor, al notar su estado, aceleró sin hacer preguntas.

Cuando por fin llegaron al edificio, Nicole bajó casi tambaleándose. Pagó apresuradamente y se apresuró hacia el ascensor, respirando con dificultad. Sus lágrimas no paraban de caer y el dolor en su vientre aumentaba, como si su cuerpo le advirtiera que algo no estaba bien.

El ascensor pareció demorarse una eternidad. Al abrirse las puertas, salió rápidamente y llegó hasta la puerta del apartamento. Con manos temblorosas giró la manija y entró.

Richard estaba en la caminadora, con unos audífonos puestos, sudando por el ejercicio. Corría concentrado, hasta que sintió la puerta abrirse. Giró el rostro y, al ver a Nicole, se quitó los audífonos con una sonrisa.

— Ey, amor. ¿Ya volviste? Pensé que...

Se detuvo al instante al notar su rostro. Los ojos de Nicole estaban llenos de lágrimas, su piel pálida y una expresión de dolor inconfundible.

— ¡Nicole! —exclamó, corriendo hacia ella—. ¿Qué pasa? ¿Estás bien?

Nicole apenas pudo hablar, pero con la voz quebrada soltó:

— Richard... me duele mucho. Mi bebé... mi papá... Alexander... —sus palabras se mezclaban entre sollozos.

Richard no esperó a escuchar más. Su rostro se tornó serio, dejando de lado la confusión inicial. Sin pensarlo, tomó las llaves de su carro deportivo que estaban sobre la mesa.

— Tranquila, princesa. Todo estará bien. —le susurró mientras la levantaba en brazos con cuidado.

— Richard... —sollozó Nicole, apoyando su cabeza en su pecho, sintiendo su corazón acelerado.

— No hables, no te esfuerces. —le dijo con suavidad, mientras salía con ella en brazos.

Bajó rápidamente hasta el garaje y, con rapidez, acomodó a Nicole en el asiento del copiloto. Abrochó su cinturón con sumo cuidado, asegurándose de no lastimarla. Corrió al volante y arrancó el auto, saliendo a toda velocidad.

Durante el trayecto, Richard la miraba de reojo, preocupado, mientras maniobraba entre los carros.

— Respira profundo, ¿sí? Vamos al hospital ahora mismo. —intentó mantener la calma, aunque por dentro el miedo lo consumía.

Nicole, con lágrimas cayendo por sus mejillas, tomó aire e intentó calmarse.

— Mi papá... Alexander... me llevaron a la fuerza a la casa... querían que firmara los papeles de divorcio... —su voz era apenas un susurro—. Me encerraron, Richard. No podía salir. Me duele mucho, tengo miedo por el bebé...

Richard apretó con fuerza el volante, su mandíbula tensa. Cada palabra de Nicole era como una puñalada.

— Esos desgraciados... —murmuró con rabia contenida—. Pero no van a tocarte nunca más, mi amor. Te lo juro.

Desvió la mirada hacia ella, notando cómo intentaba calmar su respiración.

— Ya casi llegamos. Nuestro bebé va a estar bien, ¿me escuchas? —dijo con firmeza, aunque la preocupación le quemaba el pecho.

Nicole asintió débilmente, aferrándose a la mano que Richard le extendió por un momento.

El motor rugía mientras el carro aceleraba por las calles, cada segundo era crucial. Richard solo pensaba en llegar al hospital y asegurarse de que Nicole y su bebé estuvieran bien.