Cap. 27

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La cena aún no había comenzado y el gilipollas de la comadreja ya estaba moviendo el bigote, comiendo como si el mundo fuese a terminar allí mismo. Draco suprimió los instintos homicidas de los que estaba siendo presa y se concentró en observar al clan pelirrojo.

Bill y su mujer, Fleur, charlaban animadamente con la profesora McGonagall, que seguía con aquel aire tan estirado característico suyo. Junto a ellos, con cara de mortal aburrimiento, estaba el semigigante. En un rincón, cabeza con cabeza, Charlie y George tramaban algo (y por las miraditas que lanzaban a un acojonado Potter, debía ser algo no muy bueno). La señora Weasley, junto a su marido, hablaba con Kingsley y su tía Andrómeda. Potter y Ginevra permanecían en silencio, cogidos de la mano, más blancos que una tiza. Hermione jugaba con Teddy a un absurdo juego muggle, sentados en el suelo de la cocina. Decidió acercarse a ellos.

-¿Enseñándole tonterías muggles a mi primo, cielo? –por el rabillo del ojo pudo ver como se atragantaba la comadreja. No pudo reprimir una sonrisa malévola.

-No son tonterías, hurón –Hermione sonrió. Le encantaba el tira y afloja que tenía con el rubio. Seguían insultándose, pero se había dado cuenta hacía poco que habían dejado de lado la inquina y la maldad en esos insultos. Ahora lo hacían… como si de un juego se tratara.- Le estoy enseñando "El calienta manos". Es un juego que te permite desarrollar tus reflejos. Pones las manos así, con la palma hacia abajo. Tu contrincante pone las suyas encima y tú tienes que tratar de golpearle rápidamente. Si lo consigues, ganas. Si no, sigues intentándolo.

-Muy simple pero divertido. –Draco se sentó al lado de la castaña y pasó su brazo por encima de los hombros de ella. Acercó su boca a la oreja de ella y susurró- Creo que al pelirrojo muerto de hambre le va a dar un ataque si sigue mirando hacia aquí.

Hermione miró de reojo al pelirrojo y sonrió. Ronald tenía el rostro de un púrpura brillante la mar de gracioso. Recostó la cabeza en el hombro de Draco y soltó un suspiro bastante audible.

-Me encanta estar así, contigo y con Teddy, parecemos una familia de verdad –la tos de Ron les hizo reír.

-¡Ronald! Por el amor de Merlín, espera a que estemos todos sentados –Molly miraba con disgusto y vergüenza a su hijo menor. Todos rompieron a reír, para mayor mortificación del pelirrojo.

-Bueno, creo que ya va siendo hora de sentarnos a cenar –La voz de Harry llegó un tanto ahogada desde su rincón. Todos tomaron asiento. Hermione se situó a la izquierda de Draco, con Charlie a su derecha y Ronald enfrente. La mirada azul del pelirrojo era tan intensa que podría incinerar a cualquiera si pudiera.

-Bueno, espero que la comida os guste –murmuró Harry. Seguía pálido, las manos le temblaban exageradamente y no sabía donde mirar. Se dejó caer en su silla y se quedó mirando fijamente su plato.

-A Potter le va a dar un infarto si no se relaja –susurró Draco a Hermione. La castaña miró a su amigo y sonrió.

-Pobre. Son demasiados cuñados con los que lidiar.

La cena transcurrió tranquila. Las conversaciones eran animadas, las bromas y las risas llenaban el ambiente. Draco intentó disfrutar de aquello. Las cenas que él recordaba en su antiguo hogar eran frías, serias, como debían ser las cenas de todo sangre pura. Allí sentado, rodeado de sus antiguos enemigos, comprendió por fin lo errados que eran los principios que regían a los sangre pura de la sociedad mágica. ¿De qué habían servido aquellas creencias arcaicas de superioridad? Sólo les habían conducido a la muerte y la casi extinción.

-¿Te sucede algo, Draco? –Hermione posó su mano sobre el brazo del chico y lo miró fijamente- Te has puerto mortalmente serio.

-Recuerdos. Y no muy buenos –Draco sintió una punzada en el pecho. El pensar en el pasado le hacía daño. Más del que le gustaba reconocer. Bajó la mirada a la mano de Hermione. Pudo sentir una calidez agradable allí donde aquella pequeña mano estaba posada. Alzó la mirada y la miró fijamente a los ojos, haciendo que se sonrojara.- Los hecho de menos. A ambos. No fueron los padres más ejemplares pero les quería.

BAJO LA SOMBRA DEL MORSMORDREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora