Cuando entraron en el Caldero, Ron aún no había llegado para tranquilidad de Harry y Ginny y alegría de Hermione. La chica no se veía con ganas de aguantar las tonterías del pelirrojo. Cerró los ojos en un intento por calmarse, pero a su mente acudieron imágenes de ella siendo besada por Ron. No pudo contener una arcada.
-¿Te encuentras bien, Herms? –Ginny palmeó su brazo con cariño.
-Una mala imagen. Nada más –Hermione intentó sonreír, pero se sentía incapaz de hacerlo- Espero que tu hermano siga siendo igual de torpe con las chicas que en el colegio.
-Bueno…. –Harry no tuvo fuerzas para mirarla a los ojos- Se ha espabilado bastante en lo referente a las chicas. Tiene fama de ser… como el hurón en Hogwarts.
-¡Merlín! –gimió Hermione- Creo que mi futuro pinta negro. Muy, muy negro.
Harry fue a por tres cervezas de mantequilla, dejando a las dos chicas solas.
-Ginny, no creo poder hacer esto. Tu hermano…
-Lo sé. Lo sé. Pero tenemos que pensar en las serpientes. Si Ron está lo suficientemente entretenido contigo, dejará de lado su obsesión por acabar con ellos.
-Pero es que yo…. –Hermione se mordió la lengua. No podía confesar que si accedía a los deseos de Ronald, se sentiría como una traidora. Una traidora hacia cierto rubio de ojos plateados.
-¡Aquí están las cervezas! –Harry sonreía con alegría. Hermione agradeció la llegada de su amigo, pues no se veía con fuerzas para continuar con la conversación que mantenía con su amiga. Pronto se centraron en una conversación divertida y sin sentido.
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Ron se apareció cerca de la tienda de su hermano. Había meditado mucho los consejos de su amigo y hermana y llegó a la conclusión de que sí le convenía seguirlos, pero con algunas modificaciones. Sí. Sí sería el más cariñoso y atento de los pretendientes. Pero también pediría ayuda a sus compañeros de "diversión". Tenía en mente un plan. Un plan retorcido y brillante que, si llegaba a buen puerto, le convertiría en un héroe a ojos de todos sus conocidos y haría que la castaña besara el suelo que él pisara. Se cubrió la cabeza con la capucha de su túnica para que nadie le reconociera, pues no era recomendable ser visto en el lugar al que iba.
Miró a ambos lados de la calle y se adentró en el Callejón Nocturn. Dos figuras igual de cubiertas que él le indicaron con un gesto un tugurio de aspecto siniestro.
Ron entró en el local detrás de los encapuchados. Se sentaron en la mesa más apartada y pidieron tres vasos de whiskey de fuego. Tras un denso silencio, Ron fue el primero en hablar:
-Hoy he quedado con Potter y mi hermana. Granger también viene.
-¿Y qué nos importa eso a nosotros? –el más bajo se quitó la capucha, revelando un rostro marcado por las cicatrices.
-Mira, Creevey. Quiero que Hermione se convierta en mi novia.
-Pues regálale flores, como hacen todos –espetó Creevey.
-Quiero que a las ocho estéis preparados en el callejón al lado de la Heladería. Yo pasaré con Granger diez minutos después. Simularemos un ataque de mortífagos renegados y yo…
-Quedarás como un puto héroe –el otro encapuchado descubrió su rostro.
-Pero qué listo resultas cuando quieres, Cormac.
-No te pases, Weasley. –Cormac sonrió con malicia. El plan del pelirrojo no estaba nada mal. Pero lo que no sabía el idiota de su ex compañero era que él haría unas pequeñas modificaciones a su perfecto plan.