cap. 29

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Cuando el mundo dejó de dar vueltas tras soltar el traslador, se encontraban en la enfermería. Su profesor les esperaba, sonriente, junto a una ceñuda enfermera.

-Veo que lo han conseguido los tres. Felicidades.

-¿Felicidades? –Harry estaba que se subía por las paredes- ¿En qué cojones estaba pensando cuando nos dejó ahí?

-En que pusieran en práctica sus habilidades como animagos, señor Potter –el profesor pasó por alto la salida de tono de Harry. El ojiverde estaba que se subía por las paredes.

-¿Poner en práctica? Nos han echado encima una especie de zombies última generación, luego nos han perseguido y atacado arañas del tamaño de un coche y para más INRI, dementores… toda una fiestecita.

-Pues no les veo yo muy mal –dijo la enfermera.

-¿Está ciega? –Hermione fulminó a la mujer con la mirada. Draco apenas se mantenía en píe. Si no le tuviesen tan bien sujeto ella y Harry, habría besado el suelo nada más llegar allí.- Creo que Draco no está muy bien, que se diga.

-Yo lo veo perfecto –espetó la mujer, mientras daba media vuelta y caminaba hacia la salida.

-¿Dónde va, señora Merry? –la suave voz del profesor frenó en seco a la mujer.

-Tengo mucho trabajo que hacer.

-Sí. Pero aquí –el hombre se levantó de la silla y encaró a la mujer con el ceño fruncido- ¿O acaso está negando su auxilio a uno de mis alumnos?

-Sí. Es un maldito mortífago. Un monstruo. Un asesino. No merece vivir. Si muere por esas heridas, bien. Una escoria menos en el mundo.

El silencio cayó como una losa en la enfermería. Hermione mordía con fuerza su labio inferior, aguantando todos los insultos que se le pasaban por la mente hacia aquella mujer despreciable. Harry, con una mirada digna del mismísimo Voldemort, sacó su varita y conjuró su patronus. Murmuró unas instrucciones al precioso ciervo y lo dejó marchar. A los cuatro minutos exactos Kingsley hacía acto de presencia en el lugar.

-¿Qué problema hay, Harry?

-Aquí, la señora Merry, la supuesta enfermera de la Academia. Se niega a curar las heridas de Draco.

-Y no solo eso. Lo ha insultado y humillado delante de nosotros y de nuestro profesor.

-¿Es eso cierto? –Kingsley miró al profesor que asintió mientras mantenía el rostro serio. Kingsley se giró hacia la mujer- ¿Sabe quién soy yo?

-Sí. El Ministro de magia y el jefe de los aurores. –La voz de la mujer tembló al decir aquellas palabras.

-Exacto. Y ese joven de ahí –señaló con la mano a Draco, que apenas se mantenía consciente y que permanecía ajeno a  la escena que se desarrollaba ante él- No sólo demostró que no es un asesino, sino que actuó como actuó por defender y mantener con vida a los suyos, aun a costa de la suya propia. Ese muchacho ha sufrido mucho más que la mayoría de los magos que conozco. Y no solo eso. Es la mente más brillante que ha dado nuestro mundo en siglos. Si ese chico fuese todo lo que usted y los demás como usted van diciendo por ahí, créame que Voldemort no estaría muerto y nosotros no seríamos libres.

-¿Está defendiendo a ese monstruo? –el rostro de la enfermera comenzó a adquirir un tono rojo bermellón intenso.

-Sí. Porque lo merece –Kingsley avanzó unos pasos y se situó frente a la furibunda mujer- Por la autoridad que mi cargo como Ministro del Mundo Mágico, la relevo de su cargo. Tendrá que abandonar el edificio inmediatamente. Pero antes quiero que me entregue su licencia de medimaga y todos los documentos que la acreditan como sanadora y enfermera. No va a volver a trabajar en lo que le queda de vida.

BAJO LA SOMBRA DEL MORSMORDREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora