Se encontraba ante un dilema extremo. Allí parado, viendo caer el agua. Se debatía entre pasar la humillación más grande de su vida o quedarse como estaba, con ganas de darse una relajante ducha y quitarse la peste de cuatro días de encima (pues el día anterior, cuando regresaron de San Mungo, por culpa de las pociones para calmar el dolor cayó prácticamente inconsciente sobre el sofá y no pudo darse el tan ansiado baño). Le pudo la higiene. Resignado, se acercó a la puerta del cuarto de baño y la abrió a duras penas con el brazo.
-¡¡POTTER!! –el grito se escuchó en toda la casa. El aludido asomó la cabeza por el hueco de la escalera.
-¿Qué tripa se te ha roto, hurón? –Harry sabía a qué se debía aquella llamada desesperada, pero no era tan tonto como para desaprovechar la ocasión de meterse con un muy necesitado rubio.
-¿Podrías cerrar tu puta boca y subir un momento aquí, por favor? –Draco silabeo a punto de tragarse su propia lengua. Aquello era peor que presentarse ante el mismísimo Voldemort. Harry subió con total parsimonia las escaleras y se detuvo ante la puerta del baño mientras era fulminado por unos ojos grises llenos de vergüenza y coraje simultáneamente.
-¿En qué puedo ayudarte, Malfoy?
-Vas a hacer que te suplique, ¿verdad, Potter?
-Cómo me conoces, Malfoy –Harry se lo estaba pasando pipa ante los apuros de Draco. Éste cogió aire repetidas veces y soltó una frase a toda pastilla y tan bajo que Harry sólo pudo escuchar un bisbeo.- Como no hables más alto y más despacio, no me entero de nada.
-Yo no tengo la culpa de que seas un retardado mental, Potter –Draco suspiró y repitió su petición- ¿Podrías ayudarme con la ducha, por favor?
-¿El gran Draco soy el puto amo del universo Malfoy no puede ducharse solito? –Harry empujó hacia el interior del baño al otro chico mientras reía entre dientes- Anda, vamos, que te ayudo. Pero no le cojas el gustillo que si no me pensaré otra cosa.
-Ni en tus mejores sueños, Potter –Draco se había puesto rojo como la grana. A Harry le dio un poco de pena.
-Imagina que estás en los vestuarios del campo de Quiddicht.
-No es lo mismo.
-Ya, pero puede funcionar. Pero si te sientes muy incómodo conmigo siempre puedo llamar a tu tía –Draco dio un salto por el susto.
-Ni se te ocurra, Potter –se moriría de la vergüenza si fuese su tía la encargada de bañarlo. ¡Joder! Que él ya tenía dieciocho años bien cumpliditos.
-Venga, que te ayudo a quitarte esa ropa mugrienta –Harry aguantó estoicamente las ganas de reírse durante la media hora que duró el baño del rubio. Cuando éste estuvo de nuevo vestido con ropas limpias, soltó la carcajada.- Tengo que confesar que esto ha resultado de lo más divertido.
-Espero que no te veas en esta situación nunca, Potter. Es humillante.
-Más humillante es que te tenga que bañar con una esponja madam Pomfrey –Harry tuvo que aguantar las risas de Draco durante cinco minutos- Vale, me lo merezco por capullo y por reírme de ti. Bajemos a desayunar.
-Hoy hemos madrugado todos mucho –Draco intentaba mover los dedos, pero el dolor era tan atroz que desistió- No sé cómo me las voy a apañar hoy en clase. Esto es una puta mierda.
-Tranquilo. Kingsley ya les ha contado tu lesión a los profesores y no te lo van a poner muy difícil estos días.
-Mira que tengo la sensación de que va a ser justo todo lo contrario…. –Draco rozó su brazo izquierdo levemente. Harry no perdió detalle de ese gesto.