Los tres días siguientes a lo ocurrido en la cocina, transcurrieron en una pesada calma. Harry y Ginny se dedicaron a recuperar todo el tiempo que perdieron durante la guerra y pasaban la mayor parte del día fuera de casa. Ron desaparecía antes de que los demás bajasen a desayunar y no volvía hasta entrada la madrugada. Aunque aquello no parecía importarle a nadie. A más tiempo estuviese fuera de la casa, menos peleas habría entre él y el rubio. Hermione se atrincheró en la biblioteca para poder estudiar parte de los libros que necesitaban ese primer curso. Y Draco permaneció en su habitación. No bajaba ni para comer. Al principio, Molly y su tía subían a buscarlo, pero tras cuatro negativas corteses y dos bastante groseras, decidieron dejarlo tranquilo. Le proporcionaban la comida mediante Kreancher, el cual estaba más que encantado de servir al último descendiente de su amada señora.
La mañana del cuarto día de su estancia en la casa, Draco decidió bajar y hacer acto de presencia. Se encontró con su tía, que intentaba dar de desayunar a Teddy. El pequeño se había levantado de mal humor y se negaba, arrojando los cereales con certera puntería. El chico no pudo evitar reír ante un pobre Kreancher cubierto de cereales babeados y pringosos. Andrómeda se sobresaltó al oír la risa de su sobrino.
-Draco, cielo. ¿Cómo te encuentras?
-Creo que necesitas ayuda con el pequeño rebelde –avanzó hasta la trona donde su primo recargaba la cuchara. El rubio le miró fijamente, atrayendo la mirada del pequeñín.- Ni se te ocurra lanzarme ese potingue porque te cuelgo de la chimenea, enano.
Teddy dejó inmediatamente la cuchara sobre la mesita de la trona y siguió mirando a su primo. Luego lanzó una carcajada y levantó los brazos para que lo cogiera. Draco se sentó delante suyo y cogió el bol y la cuchara.
-Primero desayunas y luego hablamos, enano –le metió una cuchara bien llena de cereales en la boca y el niño se los comió sin rechistar. Andrómeda lo miraba asombrada.
-Si lo llego a saber antes, te saco a la fuerza de tu cuarto, Draco. ¿Cómo diantres lo has conseguido?
-No tengo ni la más remota idea –Draco siguió dando el desayuno al pequeño, contento de poder hacer algo que le distrajera del tedio y la preocupación que le embargaban desde hacía días- ¿Dónde están todos?
-Molly ha ido al Callejón a comprar los materiales de los chicos. Harry y Ginny estarán por ahí, haciéndose arrumacos –se rió ante la cara de asco que puso su sobrino- Y Ronald…
-Me importa una mierda lo que la comadreja haga.
-Co..comaeja –Teddy les regaló una sonrisa llena de cereales masticados. Draco aplaudió al niño.
-¡Bien, Teddy!
-¡Draco! –Andrómeda le soltó una colleja no muy fuerte- No le enseñes esas cosas al niño. Cuida mucho tu vocabulario delante de él, porque lo repite todo como un loro.
-No es mi culpa. Además, no pienso dejar de llamar comadreja al estúpido de Weasley.
-túpido…Wely –Teddy aplaudía, feliz por sus logros. Andrómeda sacudió la cabeza en señal de rendición y cogió a su nieto.
-Me lo llevo a dar un baño. ¿Podrías recoger este desastre, Draco?
-No puedo hacer magia sin supervisión –contestó el chico con amargura. Andrómeda le sonrió.
-Yo te doy mi permiso. Tranquilo. Si viene alguien, ya me encargo yo de aclarar las cosas. –Le dio un beso en la mejilla y salió con un sonriente Teddy que canturreaba a media voz “Wedy túpido,Wedy túpido”. Draco no pudo evitar una sonrisa. Aquel pequeñazo le caía bien.