-¿De verdad no quieres venirte conmigo? –Los profundos ojos azul oscuro de Theo estaban velados por algo parecido a la tristeza. Draco movió la cabeza negando.
-Lo siento, pero esos desgraciados del Ministerio me tienen bien pillado. O estudio una de las tres insulsas carreras que me han ofrecido, o paso el resto de mi vida en Azkaban. Y ten pon seguro que ésta sería más bien breve.
-Joder, pues sí que lo tienes negro –Theo miró su reloj de pulsera. Faltaban diez minutos para que se activase su traslador a Estados Unidos- De todas formas intentaré encontrar algún fallo en esta salvajada que están haciendo. Fuiste liberado, exonerado de todos los cargos. Tu familia pagó con creces el error de haberse aliado con Voldemort. ¿Por qué no pueden dejar las cosas tranquilas?
-Mi padre –Draco sintió cómo el corazón se le encogía- Me contó cómo están las cosas realmente en el Ministerio. Durante el mandato de Fudge hubo tanta corrupción que las arcas públicas están casi vacías. De momento mantienen las apariencias gracias a lo que se están quedando tras las matanzas.
-¿Me estás diciendo que esos hijos de puta están vendiendo las reliquias de nuestras familias, las de MI familia? –Theo soltó su maleta y cogió con fuerza su varita. Draco lo detuvo agarrándolo del brazo.
-Tranquilizate, Theo. Si pierdes el control, no solo se quedarán con las reliquias y objetos de valor que hubiese en tu casa, sino que te mandarán a Azkaban y se quedarán con todo el oro que hay en las cámaras de tus padres y tuya. Eso es lo que buscan.
-¡Me importa una soberana mierda lo que busquen! –la voz de Theo era como el rugir de un oso cabreado. Draco conocía muy bien a su amigo y sabía que si le dejaba actuar estando como estaba, se buscaría problemas bastante graves con el Ministerio.
-Por favor, Theo. Ya he perdido a mucha gente que quería. No me hagas ver cómo te pierdo a ti también. –Está bien. Pero te juro que, en cuanto encuentre la solución, vengo a por ti y nos vamos lejos de este nido de víboras.
-¡Eh! No insultes a las serpientes, pobrecillas –Draco intentó regalarle a su amigo una última sonrisa. Theo le abrazó con tanta fuerza que sus costillas crujieron peligrosamente- Theo, por favor. No les ahorres el trabajo a los cerdos del Ministerio.
El traslador comenzó a emitir el brillo azulado tan característico de aquellos trastos. Draco sintió cómo se le iba haciendo un nudo en la garganta. En el momento que Theo tocara aquel aparato, estaría solo. Completamente solo en un mundo que lo odiaba hasta los tuétanos.
-Venga, vete. No vayan a arrepentirse y te tengas que quedar aquí.
-Nos veremos pronto, Draco.
-Hasta pronto, Theo.
Y el último de los Nott desapareció de Inglaterra para no regresar en una larga temporada. Draco se quedó mirando el lugar donde unos segundos antes había estado su mejor amigo, su hermano. La sensación de soledad era apabullante. ¿Qué iba a pasar ahora con él? Lanzó un sonoro suspiro y se sentó a esperar al auror que le llevaría a su nuevo hogar. Mientras esperaba, pensó detenidamente qué carrera cursar. La que más le llamaba la atención era, como no, la de auror. Por lo menos no era el muermo soporífero de Leyes Mágicas y, sincerándose consigo mismo, no se veía muy capaz de meterse a medimago. No era un cobarde, ni un pusilánime (aunque casi todos creían que sí) pero había tenido sangre y sufrimiento para varias vidas. No. Definitivamente estudiaría para auror. Con un poquito de suerte, en su primera misión, algún mortífago prófugo le lanzaba un Avada y se libraba de aquel purgatorio en vida.
-¿Pensando en cómo huir, Malfoy? –cerró con fuerza los ojos. De todos los aurores, de todos los seres vivos mágicos que poblaban aquella parte de Inglaterra, tenía que venir a buscarlo él. Precisamente él.- Veo que en ti la educación sigue brillando por su ausencia.
-Cierra la puta boca, Potter –Draco abrió los ojos y clavó sus desconcertantes iris en el niño-que-desgraciadamente-sobrevivió- ¿Has venido a reirte un poquito de mi? Te aconsejo que cojas número, porque todos tus amiguitos del Ministerio están esperando a que la cague para hacerlo.
-Pues demuestra que se equivocan –Harry se sentó a su lado- Demuestra que son una reata de cabestros sin dos dedos de frente. Demuéstrales que el afamado orgullo Malfoy no ha muerto. Y demuéstrales que tú no eres tu padre, ni tu abuelo.
Draco se quedó pasmado. ¿Quién era aquel chico y qué había hecho con Potter? Su archienemigo estaba allí, sentadito a su lado, sonriendo como si fuesen los mejores amigos del mundo.
-¿Te has dado un golpe en la cabeza, Potter? –Harry negó- Entonces es que algún hechizo de tu curso de auror salió mal y te ha dejado la única neurona útil para el arrastre.
-Que graciosillo, Malfoy –Harry sonrió aún más- No. Ni me he golpeado ni he recibido un hechizo fallido. Simplemente que no me gustan las injusticias. Y lo que están haciendo contigo es de lo peor.
-Vale. Supongamos que me trago este repentino arranque tuyo de misantropía y buena voluntad hacia mi persona –Draco sonrió de medio lado- ¿Por qué lo has dicho?
-Eres el último de tu linaje. Y el último del linaje de Sirius. No me gustaría que su esencia mágica, su sangre, se perdiese por culpa de unos politicuchos corruptos.
-¿Qué te importa a ti la familia Black?
-Sirius era mi padrino. El poco tiempo que compartimos se convirtió casi en mi segundo padre –Harry sonrió con tristeza.- Que la loca de Bellatrix lo matara aún me duele. Si él aún estuviese vivo, yo no sería auror. Quizá jugaría en algún equipo de quiddicht o simplemente me dedicaría a vivir tranquilamente mi vida. Pero él no está y el mundo ha perdido una maravillosa persona que tenía mucho que ofrecer.
-Eso mismo me pasó a mí con mi padrino –Draco no sonrió. Snape había sido un hombre hosco, rudo, parco en palabras y de gestos amistosos o cariñosos casi inexistentes.- En los peores momentos era quien más me ayudaba y daba ánimos. A su manera, pero eran ánimos.
Ambos chicos sonrieron al recordar al profesor de pociones, director y espía. También se le echaba de menos. Harry se levantó y miró fijamente a Draco.
-Venga, Malfoy. Tenemos que irnos.
-¿Irnos? ¿Dónde?
-Por orden de Kingsley te vienes a vivir conmigo a la antigua mansión Black. –sonrió al ver la cara de espanto que puso el ex mortífago.- Tranquilo que no vamos a estar solos. Tu tía Andrómeda está viviendo conmigo. Y Teddy también.
-¿El hijo de Tonks y el licántropo? –Draco cogió aire para darse ánimos- Creo que prefiero esa celda de Azkaban.
-No seas tan melodramático, Malfoy. Ellos son tu familia. La única que te queda –La sonrisa de Harry creció aún más cuando pudo leer en aquellos extraños ojos plateados la rendición de su antiguo enemigo.
-Vamos, pues.
Harry sacó de un bolsillo interno de su túnica un viejo cucharón de madera requemado. Era su traslador. Y le quedaban escasos segundos para activarse. Cuando el brillo azulado apareció, se apresuró a decir:
-¡Ah! También vivirán con nosotros Hermione y Ron.
Draco se atragantó con sus gritos de protesta al sentir el tirón del traslador. En cuanto pusiera los pies en tierra firme, degollaría al niño-que-vivió. Seguro que lo haría.