ANTES DE EMPEZAR CON EL CAPITULO, EL DISCLAIMER, QUE ME HABÍA OLVIDADO POR COMPLETO: TODO LO RECONOCIBLE ES DE J.K.R. LA TRAMA DE LA HISTORIA QUE NO OS SUENE, ES TODA MÍA. Y SI LOS DESEOS SE CUMPLIESEN…. MALFOY TAMBIÉN. JAJAJA. DISFRUTAD DEL CAPITULO.
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Hermione evitó el resto de la semana a Ron. Cada vez que cerraba los ojos, las imágenes que él había descrito inundaban su mente. Ya ni sabía el tiempo que llevaba sin dormir en condiciones. La chica estuvo tentada de contar todo a Harry, pero luego recordó la amenaza del pelirrojo. Si ella hablaba, Harry iría directo a por su amigo y éste creería que Malfoy se había ido de la lengua. No. Ella no podía permitir el sufrimiento y la muerte de más inocentes. Luego se paró a pensar en el rubio. ¿Cómo estaría? No lo había vuelto a ver desde ese fatídico día. Decidió preguntar a Andrómeda, pues ella era la única persona que tenía permiso para entrar en el cuarto de Malfoy. La encontró en la cocina.
-Andrómeda, ¿cómo está Malfoy?
-No lo sé, niña –la mujer tenía unas ojeras muy marcadas- No ha querido comer nada. No sé que demonios le pasa, pero si sigue así va a enfermar de gravedad. Es como…. Si quiera dejarse morir.
-¡Tenemos que hacer algo! –Hermione se sentía en cierta manera culpable. Una vez derrotado Voldemort y terminados los juicios contra los mortífagos apresados, se desentendió de todos aquellos que habían tenido algo que ver con la guerra, exceptuando a sus amigos más directos. Y cuando sucedió lo de las razzias, se molestó, pero no hizo nada por intentar pararlas. Ella era un personaje de mucho peso en la nueva Sociedad Mágica. Era una heroína de guerra, miembro del Trío de Oro, íntima del Salvador del Mundo. Pero decidió quedarse de brazos cruzados, pensando que ya era hora de que otros luchasen sus batallas. Si hubiese intercedido cuando se produjo la primera matanza, quizá ahora los padres de Malfoy estarían vivos y Ron no se habría convertido en el cabronazo que era.
-Hermione, querida, ¿en qué piensas?
-Oh, perdona, Andrómeda. Estaba buscando la manera de que ese cabezota oxigenado entre en razón. Dentro de dos días comenzamos las clases y a él lo van a vigilar con lupa.
-Si quieres sube tú la comida a mi sobrino. Puede que a ti te haga caso.
-No creo, pero por intentarlo no nos vamos a morir. –cogió la bandeja con el cuenco de sopa, dos manzanas verdes y una jarra de agua y salió de la cocina. En las escaleras se cruzó con Ron. No le dirigió la palabra. El pelirrojo la sujetó del brazo.
-¿Para quién es eso, Herms?
-Malfoy.
-¿Desde cuando eres su sirvienta? –Ron comenzó a ponerse rojo. Mala señal. La chica intentó zafarse de su agarre sin volcar lo que llevaba en la bandeja.
-Sólo le estoy haciendo un favor a Andrómeda –logró soltarse y subió dos escalones más antes de ser interrumpida de nuevo.
-Que baje él a comer. No es nadie para que estéis de elfos domésticos.
-Está enfermo. Por eso no baja –Hermione sentía nauseas al estar cerca de su amigo. Era oírlo hablar y recordaba las torturas a los Malfoy- Por favor, déjame subir esto antes de que se enfríe.