#8: El padre ausente

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Juego con mis manos mientras camino hacia la entrada principal de la gran mansión negra frente a mí. Gabriel toca mi hombro con una sonrisa tierna, que tiene intenciones de calmarme, pero es imposible para mí. Esta organización quiere matarme, pero tengo que venir aquí y recibir entrenamiento de mi padre porque si no, mi abuela va a morir.

Sin presiones.

—Tú puedes —me dice Gabriel agitando sus manos en forma de darme ánimos.

—Estoy muy nerviosa —confieso sin aliento, aprieto mis brazos contra mí, bajando la mirada, mi acompañante parece meditar lo siguiente que me dirá, lo cual me hace sentir un poco segura, cuando responde muy rápido me hace sentir como si cayera en una trampa elaborada que él tejió.

—No dejaré que nadie te haga daño —me dice Gabriel levantando mi mentón y me sonríe de lado—. Ni a ti, ni a tu madre, ni a tu abuela.

—También me preocupa Rafael —susurro y Gabriel hace una mueca de asco—. Y tu hermana. También tú. Esa mujer puede hacerles daño por mi culpa.

—Te preocupas demasiado —me dice agarrando mis brazos para apretarlos ligeramente con sus manos—. Deja que yo me preocupe por ti, tú solo esfuérzate en aprender a usar tus poderes.

Por alguna razón, sus palabras no me tranquilizan, Gabriel me dedica una sonrisa nerviosa antes de darme un ligero empujón hacia la entrada. Cuando estiro mi mano para agarrar el picaporte de la puerta, ésta se abre con brusquedad para mostrarme el rostro malhumorada de Natalia. Siento sus ojos azules verme con intensidad, analizandome todo el cuerpo, bajo la mirada para notar que hay una ligera capa de hielo en el picaporte de la puerta crece cada segundo.

—Genial, la promeg ha llegado —dice Natalia entre dientes antes de darse la vuelta y dejarme de pie en la puerta.

—¿"Promeg"? —le pregunto a Gabriel en voz baja con preocupación y él suaviza su expresión tensa para sonreírme.

—No le hagas caso —me responde poniendo una mano en mi hombro, sonriendo en forma de aliento.

—Esperen ahí —nos dice Natalia con una mueca de asco y señala una banca junto a la puerta—. Iré a avisarle a los altos mandos, para preguntar que hacemos con... Ella.

Gabriel vuelve a apretar mi hombro, con una pequeña sonrisa. Por alguna razón, la forma en la que se refiere a mí se siente muy ofensiva y me mira de forma más odiosa que solía verme la última vez que estuve aquí. Supongo que no puede asimilar muy bien que, técnicamente, seamos hermanas por el mismo padre. No la culpo, pero eso no significa que no me sienta mal.

—No pienses en Natalia —me dice Gabriel con media sonrisa y asiento, sintiendo que me estoy acostumbrando a que esté en mi cabeza todo el tiempo—. No vale la pena, mejor, mira a tu alrededor, si tienes una pregunta, puedes hacermela.

El interior de la mansión es caótico, hay gente caminando por todos lados, bocinas que anuncian el inicio de clases. Los uniformes con bandas en los brazos de colores y los logos de las clases de mutantes que las sirvientas de Fiona me enseñaron. Sonrio aliviada, gracias a los días de explicación, me es más fácil seguirle el rastro a todo lo que sucede a mi alrededor, muy distinto a como fue mi primera impresión de este lugar. Eso me hace sentir ligeramente más relajada en este lugar.

—Mira, por el lado izquierdo se encuentra un gran comedor —me dice Gabriel en voz baja, tocando mi hombro para atraer mi atención hacia un grupo de mutantes que entran por una gran puerta—. Hay distintos horarios para la comida dado a la cantidad de miembros y su naturaleza, por ejemplo, muchos del tipo bestia son completamente veganos y otros son carnívoros. Por otro lado, hay algunos elementales que no pueden comer comidas calientes, como la amargada de Natalia.

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