Prólogo

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Hace dieciocho años.

Fanny caminó con precaución por las calles, la paranoia la atormentaba, sabía que lo estaba haciendo no era, ni de cerca, algo que debía hacer, sin embargo, era su única opción. Ella caminó por el laberinto de calles que la llevarían hasta un hombre que la esperaba afuera de un auto. Ella agachó la mirada ante el hombre, era un simple sirviente, pero la avergonzaba.

—Señorita Martínez, suba, por favor —le pidió el hombre abriendo la puerta del auto y Fanny subió, sintiendo un escalofrío en su espalda.

El hombre manejó cuesta arriba, por un cerro altísimo, donde, en la cima, se encontraba una mansión que era atravesada por un árbol gigante. Por donde se viese, la mansión se veía tétrica, aunque eso no era algo que pudiese mencionarle a las dueñas.

Una vez que quedó el auto en el pórtico de la mansión, el hombre abrió la puerta del auto, ayudándola a bajar. En otra situación, Fanny habria rechazado su ayuda, pero con la panza de ocho meses de embarazo, no había mucho que ella pudiese hacer sola. El hombre volvió a subirse al auto y desapareció tan silenciosamente como debió haber llegado, Fanny caminó hacia la entrada, donde una mujer vestida de blanco le abrió la puerta.

—Estefanía Martínez, la estábamos esperando —le dijo la mujer y Fanny asintió.

Esto está mal, pensó con amargura, su lógica a lo largo de todos esos años había sido que, si no le podía contar a Miguel Green al respecto, era porque era algo que no debía hacer. Irónicamente, la razón que la traía a la tétrica mansión estaba fuertemente relacionada con la otra vez que había hecho algo indebido.

Ella se dirigió hacia el salón, donde en la orilla, había un trono alto donde una mujer alta, elegante y embarazada se sentaba usando un vestido suave, de lo que Fanny asumió que era seda. A sus lados, dos señoras adultas le susurraban cosas, dichos susurros se detuvieron cuando Fiona se percató de su invitada y alzó la mano.

—Al fin llegas —dijo Fiona Cooper viendo a Fanny, la cual solo tragaba en seco ante su presencia.

Fiona Cooper era, en términos sencillos, un problema. Una mestiza, única en su tipo, con increíble control de su telepatía y su invisibilidad, la hacían la espía perfecta, por lo que tenía las armas para destruir el mundo si lo deseaba. Fanny la conocía más de lo que desearía cualquiera, era la ex-esposa de Miguel Green, su mejor amigo de toda la vida, le había dado dos hijos, también mestizos y se había fugado hace un año. Ahora Fanny puede adivinar porqué.

—Largo —dice Fiona viendo a sus hermanas mayores, las cuales protestan—. Quiero hablar con Estefanía a solas.

Fanny tragó en seco al ver a las dos hermanas mayores de Fiona salir de la habitación, había algo en esas mujeres que le daban escalofríos. A lo mejor era porque ambas se encargaron de criar a Fiona como si de una diosa se tratase.

—Soy una diosa —responde Fiona y Fanny maldice en silencio por olvidar que su anfitriona puede leer su mente sin esfuerzo—. Has venido a pedirme algo, ¿o me equivoco?

—Sí —respondió Fanny suspirando—, necesito tu ayuda.

—Si estás preocupada por parir a tu lanzallamas, ¿no deberías pedirle ayuda a tu madre? —pregunta Fiona con la ceja arqueada.

—Tú sabes quién es el padre —respondió Fanny acercándose al trono, donde Fiona se había puesto de pie, con una expresión sorprendida—. No sé si yo podré soportar el parto, ni siquiera si mi bebé podrá nacer con vida. A veces me duele mucho y pongo hielo sobre mi panza, me siento mejor, aunque me duela en la piel. Me preocupa demasiado...

—No digas más —susurró Fiona bajando los pocos escalones de su trono, sin despegar la vista de la panza gigantesca de Fanny—. De verdad es fascinante, no sabía... Yo... Wow, esto ciertamente es un milagro.

—¿Puedes ayudarme? —preguntó Fanny en voz baja mientras veía como Fiona acercaba sus manos lentamente hacia la panza.

Fiona aclaró su garganta, regresando en sí, Fanny podía verla perfectamente. Su cabello era de un castaño rojizo y rizado que la hacía ver como una modelo de revista, tenía rasgos finos y perfectos, a diferencia de Fanny, que su cabello era del color de una zanahoria, quebrado pero maltratado eternamente. Con sus rasgos torpes y su nariz larga, herencia de su familia italiana, sin mencionar que era diez centímetros más baja que Fiona. Entendía porque los hombres se volvían locos por Fiona y corrían como locos cuando se acercaba Fanny, aunque eso jamás le molestó en particular.

—Puedo y lo haré —responde ella poniendo una mano sobre su vientre—. Reduciré un poco de la carga de los poderes de tu bebé por medio de una conexión empática.

—¿Una conexión? —preguntó Fanny confundida.

—Sí, mira, tu bebé puede que tenga problemas en regular su temperatura porque tiene que estar fría y caliente al mismo tiempo —le explicó Fiona con un gesto de manos vago—. En cambio, si ligo su vida con la de alguien más, esta regulación de temperatura podría disminuir ya que se dividiría en entre los dos. Eso tiene efectos secundarios como que su fuego se apague solo o que su hielo se derrita, pero con el debido entrenamiento, debería poder controlar ambos.

—Solo quiero que mi bebé viva —respondió Fanny tomando su panza con una mano, sorprendida por la esperanza que encontraba en las palabras de Fiona, la cual sonreía de lado—. Si no tuviese poderes, estaría demasiado feliz, pero sé que eso es pedir demasiado.

—Tendrá poderes —dijo Fiona tocando la panza de Fanny con calma—. No será tan poderosa con sus poderes individuales como tú o el tonto de Vladimir, pero será más poderosa de lo que el mundo está preparado para ver.

—Entonces, ¿lo harás? ¿Vincularás su vida con la mía? —preguntó Fanny sonriendo haciendo que Fiona riera divertida, con su risa malévola y burlona haciendo eco por toda la sala.

—No seas boba, sería un desperdicio vincularla contigo —dijo Fiona quitando el cabello del rostro de Fanny—. El vínculo tiene que ser demasiado fuerte para que funcione. Eso significa que, su vida dependerá de aquel con el que lo vincule. Si una de las dos partes muere, la otra también lo hará, ¿acaso quieres acortar la vida de tu bebé de esa forma? No, para que funcione de la mejor forma posible, tiene que ser alguien que tenga la misma edad.

—¿Y dónde conseguiré a un recién nacido? —preguntó Fanny desesperada poniendo las manos sobre su panza.

—Estás de suerte —respondió Fiona sonriendo malévola tomando el mentón de Fanny y señaló su propia panza—. Tengo la solución que necesitas.

—¿Tú me vas a ofrecer a tu bebé? —preguntó Fanny suspirando—. ¿Por qué?

—Porque te quiero de mi lado, pequeña Fanny —le respondió Fiona acariciando el cabello de la pelirroja—. A ti y a tu bebé, esta conexión nos volverá amigas, compañeras de maternidad. Ambas haremos lo posible para cuidar de nuestros hijos y asegurarles un mundo mejor, ¿cierto?

Fanny estaba aturdida por el tono de Fiona, sabía que planeaba algo, algo que jamás le iba a decir. Esa es la forma en la que funcionaba, pero, ¿qué otras opciones tenía a este punto? ¿Dejar a su bebé morir? ¿Al único recuerdo del infinito amor que una vez sintió? De ninguna manera lo iba a permitir, aunque eso implicara venderle su alma a Fiona Cooper.

—Sí —respondió Fanny con un susurro haciendo a su anfitriona sonreír.

—Entonces, ¡hay que colaborar juntas! —exclamó Fiona extendiendo los brazos—. Por un futuro brillante para todos.

—Por un futuro brillante para todos —susurró Fanny sintiendo que así, estaba sellando su destino y el de su bebé.



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