#14: La máquina del misterio (pt 2)

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Me abrocho el cinturón, mientras Rafael enciende el auto, no es hasta que comienza a manejar que me doy cuenta que jamás cuestione sus habilidades de manejo. Quiero decir, creo que nunca he visto a un meta conducir, cuando la Casa Negra nos arrestó, yo estuve inconsciente durante el transporte y los conductores de la señora Fiona son no-metahumanos que le deben dinero o algo así me había comentado Gabriel.

—Fui a una escuela de manejo, los no-meta tienen de esas —me explica y frunzo el ceño, dejándome con más preguntas que respuestas—. Tengo un par de identificaciones falsas con las que a veces me colo en lugares públicos. No hago mucho, porque no soy muy bueno leyendo o escribiendo y eso es mucho más necesario en el mundo de los no-meta de lo que creía, pero estar parado en medio de un montón de personas me hacen sentir normal.

—Tener poderes apesta —me quejo, pensando en que yo nunca fui a una escuela o he ido a museos, parques o cines porque mi madre y abuela temían que la Casa Negra me encontrara y me matara.

Pensar que también es ilegal para los metahumanos estar en lugares públicos, dado a que el Gobierno no confía en que nos comportemos, posicionando cazadores especiales en todos lados para mantenernos vigilados... Es excesivo y sumamente triste, entiendo que Rafael haga ese tipo de cosas, yo también lo haría en su lugar.

—Y mucho —concuerda a lo que reímos, porque es lo único que nos queda.

Nos quedamos en silencio varios segundos, por lo que miro por la ventana, viendo el lindo día frente a mí. Como la gente parece señalar la camioneta maravillados, reconociendo la referencia, otros tomando fotos, yo ni siquiera me atrevo a bajar la ventana, por miedo a ser reconocida, a estas alturas no sabes quién podría ser un cazador disfrazado.

—Je, ya se dieron cuenta que no estás en la mansión —dice Rafael riéndose divertido sin despegar su vista del frente, aunque noto que la velocidad del auto comienza a aumentar lentamente—. Madre no tarda en enterarse. Va a volverse loca.

—¿No tienes miedo de que nos encuentre? ¿Cómo estás tan seguro de que ella no sabrá dónde estamos? —pregunto, sorprendida de lo seguro que él suena hablando de su escondite.

—Oh, ella sabrá de inmediato a donde te estoy llevando —responde sonriendo tranquilo.

—Dijiste que estaba fuera de su alcance —digo viéndolo sintiendo que estoy al borde del desmayo por la sorpresa.

—Sí, solo hay un lugar así en esta ciudad —dice Rafael riéndose malicioso y se mete en la carretera—. Va a estar muy enojada, espero que le dé un infarto y se muera.

—¡Raff! —exclamo irritada.

—Perdona —dice riendo—. No tienes idea de la cantidad de adrenalina que está corriendo por mis venas en este momento, me siento tan poderoso. Le he ganado en su propio juego, no hay forma de que nos alcance.

Lo miro de reojo, su mirada parece oscura pese a la gran sonrisa que hay en su rostro. Algo me dice que ha estado planeando esto mucho más tiempo del que me va a decir y no fue algo que surgió en el momento, como yo creía. Él se adentra por una calle de terracería justo en medio de un bosque, lo cual me sorprende, ya que nunca había visto esta parte de la ciudad.

—Vamos a la cascada —me dice tranquilo, cuando un teléfono comienza a sonar—. Está oculta dentro del bosque, pero esta calle te lleva directo, mucha gente venía a acampar, pero desde hace años hay rumores de que hay bestias atacando a la gente en el bosque, por lo que ya no hay muchos que atrevan a venir.

FaraizeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora