#30: El mestizo popular

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Rafael.

Estoy casi seguro que esto es a propósito.

Miro el parche que tengo en mi playera, dice "traidor" al igual que los parches de los miembros que nos han prestado en esta competencia. Es una simulación de escape, las demás manos derechas deben capturar a todos los prófugos, aunque tengo una mayor prioridad.

Mi tarea es huir. Tengo que llegar al centro de este laberinto y tocar la campana que está en medio, una vez que la toque, habré ganado la competencia y me haré con los 15 puntos de la competencia tiene para repartir. Si los demás capturan a los prófugos, dependiendo del número que ellos tienen escondido, podrían aspirar a ganar 1 o 2 puntos por cada prófugo, aunque si me detienen, ellos se harán con los puntos y eliminarán a Angie de la competencia.

En cambio, si eso no sucede, Iván, Jean y Tuni podrían peligrar.

Algo más que me explicó mi madre sobre este juego maquiavélico es que puedo tratar de convencer a las otras manos derechas de trabajar conmigo si lo deseo. En caso que se cambien de bando, los puntos de repartirían entre los dos, aunque eso suena como una trampa por completo, aunque no sabría decir precisamente porqué.

—Señorito Rafael —me dice Sara, meta humana de la clase de invocación—. No se preocupe por nosotros, haremos lo posible para ayudarlo.

—¿Por qué harían eso? —pregunto alzando una ceja, la competencia está a punto de iniciar y, a diferencia de los otros cuatro, contamos con una ligera ventaja dentro del laberinto—. ¿Su tarea no es retrasarme?

—Queremos que la señorita Faraize gane —me dice Rubén, de la clase sin clasificar—. No podemos usar nuestros poderes, pero quiero que sepa que le ayudaremos lo mejor que podemos.

—¿Todos ustedes quieren ayudar a Angie? —pregunto hacia los demás y asienten con energía, a lo que suspiro cansado.

—Eso es terrible —respondo cruzado de brazos y los cuatro me ven horrorizados—. Ahora me veo en la obligación de ayudarles.

—Señorito...

—Déjenlo en mis manos —respondo levantando una mano y escucho a Fernando dando inicio a la competencia—. Ustedes no lo saben, pero mi especialidad es huir y hacer enojar a la gente. Ayúdenme no dejándose atrapar.

—¡Claro que sí! —exclama Susana, una compañera de Melissa de la clase de sanación—. Cuente con nosotros.

—Primero, necesitamos disfraces —respondo y doy un pisotón, donde un cofre negro sale a la superficie y los cuatro me miran sorprendidos—. Tengo muchas cajas de estas ocultas por toda la ciudad, no me miren así.

—Cierto —responde Kyle, del grupo sin clasificación, riéndose divertido—. Usted era el infiltrado de las mil caras. Ahora veo como lo hacía.

—No depender de mis poderes es otra cosa que me encanta hacer —respondo señalándolo con un dedo y guiñando un ojo.

Los cuatro ríen, aceptando mis indicaciones, hasta el momento, me encuentro descalzo intentando hacer el truco de padre para detectar donde se encuentran los demás, ya que mi telepatía no está sirviendo de nada. Tengo poco éxito, ya que puedo sentir a que distancia están de mí, pero no sé quién es quién está más cerca, así que tendré que arriesgarme a tratar de adivinar.

Los cuatro prestan atención a mi plan, se miran entre sí y asienten, suspiro cansado, pensando en que si tuviera telepatía los planes serían más discretos y podría transmitirlos a distancia. Definitivamente esta prueba sería pan comido, pero a madre no le gusta que sea feliz, así que puso este velo gris sobre todo el área que me impide usar mis poderes telepáticos.

FaraizeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora