#28: La carrera injusta

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Angie.

Las banderas decorando el gran patio de la mansión me pone nerviosa. Durante estas semanas, distintos metahumanos han estado trabajando día y noche para armar este mini estadio donde haremos nuestra competencia, veo hacia las gradas, pensando en esas imágenes de mis libros sobre Roma.

¿Cuál era la palabra que describe a ese lugar?

—Coliseo —dice Tuni a mi lado—. Esto parece un coliseo.

—Se dice que, en la antigüedad, los metahumanos eran llevados a un coliseo como este y eran usados para entretener a los que no eran como nosotros —dice la voz de Jean a lado de Tuni, sonriendo de forma retorcida, poniéndome nerviosa, como siempre—. Pensar que los Snow tomaron esa humillación y la convirtieron en un evento para mostrar su superioridad me hace pensar si somos idiotas o listos.

—Siento que esto es excesivo —respondo, suspirando cansada—. ¿Por qué tenemos que pelear por el liderazgo? ¿Los demás no deberían tener el poder de escoger quién los liderará?

—Los demás no saben lo que es mejor para ellos —dice Úrsula, con una sonrisa altanera, parada en mi lado izquierdo en la plataforma donde nos han formado—. Si ellos escogieran, elegirían a alguien popular o que los ha manipulado, las disputas crecerían, porque habría quienes no estarían de acuerdo con la mayoría, se perdería el equilibrio, les daría una sensación de igualdad cuando, en realidad, los Snow estamos encima suyo.

—Si somos tan superiores, ¿por qué tenemos que agarrarnos a golpes para demostrar quién sería mejor líder? —pregunto con una ceja alzada.

—Es para que ellos sepan de qué somos capaces —responde, aunque puedo notar que ríe con ternura por mis preguntas—. Deben saber que somos fuertes, despiadados con el enemigo y veloces para que depositen su confianza en nosotros. Un reinado fuerte existe porque su rey es fuerte, solo mira al tío Vladimir.

Todos volteamos hacia Vladimir, que saluda agitando su mano hacia el público, que gritar eufórica por su presencia, a su lado, se sienta Fiona Cooper, con unos lentes oscuros, pareciendo fastidiada. Trago en seco por su presencia, desde anoche no puedo evitar dejar de sentir que me observa con detalle, no tengo idea de lo que planea, solo recuerdo que ella tenía planeado derrocar a mi padre aunque, tal vez, sea otro de sus trucos mentales.

—Vladimir Snow tiene tres hermanos mayores —me dice Úrsula sonriendo débilmente—. Nadie pensó que sería capaz de que tuviese la corona y, en su torneo de sucesión, barrió el suelo con todos sus oponentes. Nunca se había registrado un miembro de la familia tan talentoso, tan fuerte, tan capaz, es una leyenda viviente. Acabó con los rebeldes que amenazaban la paz, con el clan Flores, con 032, mejoró las relaciones entre la ORPHD y la OCM de la región, incluso firmó un acuerdo de convivencia con los rebeldes de la ASP, cualquiera que herede su corona tiene una sombra muy grande que cubrir.

—Me pregunto cómo duerme por las noches —dice Tuni viéndolo con atención—. Escuché que el clan Flores tenía alrededor de 36 miembros, incluyendo ancianos y niños. Todos fueron aniquilados en una sola noche por orden suya.

—Amenazaban la paz pública y nuestras buenas costumbres —dice Iván con voz firme, al extremo de la fila, uniéndose a la conversación—. Era necesario.

—Sigue siendo despiadado —responde Tuni—. Luego, 032 tenía 16 años cuando Vladimir le localizó y eliminó. Puede que fuera un experimento, pero era de su edad, ¿no sintió culpa o algún tipo de remordimiento?

—Esos sentimientos son para débiles —responde Natalia con su usual tono de desprecio. Ella encuentra justo entre Úrsula e Iván, viendo hacia delante sin expresión en el rostro—. Padre no tiene tiempo para perder en ese tipo de tonterías.

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