#2: La familia ilegal

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Cuando despierto, Gabriel está a un lado mío, sentado en un sillón leyendo un libro. Tiene las piernas cruzadas y se ve bastante cómodo en esa posición, cuando nota que he despertado, me dedica una sonrisa amable.

—Angie —me llama mi madre corriendo hacia mí, detrás de ella, está mi abuela, ambas me ven preocupadas y me abrazan con fuerza—. Estábamos tan preocupadas.

—¿Dónde estamos? —pregunto al ver las paredes amarillas, de la habitación, es un cuarto pequeño, sencillo, tiene un pequeño colchón donde estoy recostada, un sillón donde Gabriel está sentado, un pequeño armario junto a una ventana pequeña. No se parece en ningún sentido a mi casa.

—Es largo de explicar —me dice mi madre con voz suave cuando la puerta se abre con violencia.

—¿Ya despertó la noidi? —pregunta una voz de una muchacha en tono irritado. La miro con atención, tiene la nariz larga, ojos grandes y azules, piel pálida y un cabello blanco, agarrado en un moño con un par de mechones junto a su rostro, cuando la veo bien, me doy cuenta que es la muchacha del restaurante.

—No la llames así, es grosero —dice Gabriel con una sonrisa engreída, ganándose una mirada irritada de la muchacha.

—Las esperan en la oficina del líder Snow —nos dice y cierra la puerta con fuerza. Mi abuela le hace gestos divertidos de burla una vez que la puerta se ha cerrado y mi madre mira irritada a Gabriel.

—Ya despertó, ya te puedes ir —le dice irritada, a lo que Gabriel solo levanta la mano en forma delicada.

—De hecho, tengo mucha curiosidad por saber como va a acabar esto —admite sonriendo y me ofrece su mano para que la tome—. Vamos, pequeña Angie, yo te protegeré de los peligros afuera de esta habitación.

—Que pandillero más irritante —dice mi abuela en italiano de mal humor y cierro mi mano justo enfrente de la suya.

—No muerdo —me dice Gabriel sonriendo amable y trago en seco, poniéndome de pie, justo a lado de él, rechazando su mano.

Hay algo en Gabriel que me causa tanta curiosidad como escalofríos, como si lo conociera de hace mucho, mientras que, a la par, estoy segura que nunca lo he visto en mi vida. Recordaría a alguien tan... Él.

Mi madre pone una mano en mi espalda y me sonríe de forma amable. Mi abuela me sostiene de un brazo y los cuatro salimos de la habitación, donde veo un pasillo lleno de habitaciones, con gente caminando por todos lados. Unos tienen pieles de colores, hay quienes tienen alas, otros cola o cuernos, como si se tratase de una historia de fantasía que mamá me leía. Todos usan un uniforme negro, con un emblema plateado de un copo de nieve rodeado por un hexágono, que se me hace familiar de algún lado.

Mi madre me guía por la casa, mientras siento la mirada de todos sobre nosotras y Gabriel, el cual tiene las manos en su bolsillo y camina con gracia, como si la situación lo divirtiese. Mi madre me dirige hacia una puerta grande, con muchos grabados en ella, justo enfrente, hay un barandal de madera, lo que me deja ver que estamos en un lugar bastante alto, ya que puedo ver un gran salón donde aún más gente uniformada camina por todos lados, ignorando las gigantescas puertas frente a nosotros y las grandes escaleras a los lados.

Mi abuela me jala del brazo hacia dentro de la oficina con puerta de grabados, donde hay seis adultos de pie detrás de uno rubio, muy parecido a la chica del restaurante, que se ve cansado y estresado. Veo que mi madre se ha puesto nerviosa al verlo, porque comienza a apretar mi brazo con fuerza, mientras que mi abuela se ve cada vez de peor humor.

—Que comience el juicio contra Estefanía Martínez y Candelaria Tito —dice el hombre poniéndose de pie y parece sorprendido de ver a Gabriel, que ha jalado una silla con él de quién sabe dónde y la ha puesto en una esquina—. Gabriel Green, tu presencia aquí no es requerida.

FaraizeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora