#29: Los candidatos confiables

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Angie.

Cuando era niña, recuerdo que mi abuela amaba arreglar todo con  competencias bobas. No poseíamos muchos muebles, pero recuerdo que teníamos una mesa pequeña en la que madre y ella jugaban a las vencidas siempre que querían decidir algo sobre mí. Solían decir que el dios del fuego bendecía a la que tuviera la voluntad más fuerte de las dos y por eso se trataba de una pelea justa para tomar decisiones. Yo solo creo que era más fácil simplemente jugar a las vencidas que tratar de convencer a la otra por medio de palabras.

Cuando tenía 13 años, un hombre grande y gordo llegó al restaurante, invitando a mamá a salir, la cual respondió con un "no salgo con hombres más débiles que yo", el hombre, ofendido, la retó a unas vencidas, apostando todo el dinero que traía a cambio de una cita. Perdió contra mi madre, mientras los demás clientes, emocionados, solo echaban aire al fuego de su ira, el cual no quería salir del restaurante con las manos vacías. Aprovechándose de la euforia, mi abuela apostó la mano de mi mamá por la motocicleta que el hombre traía y él rió dejando las llaves en la mesa, diciendo que solo apostaría su moto si su contrincante era yo. Reto que mi abuela aceptó sin dudarlo un segundo y me empujó hacia él, pese a las quejas de mamá.

Mi abuela me sentó enfrente del hombre, que se reía en mi cara y me ofrecía su mano para comenzar el reto, yo solo miré a mi mamá, la cual se oponía rotundamente a la idea y mi abuela la callaba, tratando de explicarme lo básico.

—Solo empuja tu mano —me dijo en italiano haciendo una demostración rápida con sus manos y la miré aún más mortificada—. Venga, Angie, no pasa nada.

—Se ve peligroso —dije frunciendo el ceño—, ¿qué pasa si salimos lastimados?

—Mira —dijo mamá en italiano apretando el puente entre sus ojos, viéndose estresada por la situación y me vio con ternura—. Solo no lo dejes ganar, ¿de acuerdo? Mantén tu mano quieta, espera a que se rinda y, cuando eso suceda, solo empuja su mano al otro lado. Así habrás ganado y nadie saldrá lastimado.

—Solo su orgullo —se burló mi abuela para el disgusto de mamá.

—Deja de meter a la niña en problemas de cantina y apuestas indecentes —le dijo mi madre furiosa y ambas comenzaron a discutir en italiano, algo usual para todos los clientes.

Yo solo miré al hombre, que me preguntaba si quería rendirme, pero que, a estas alturas, aceptaría la cita con mi mamá. Yo sabía que mamá se metería en problemas, así que solo puse mi mano en posición, viéndolo concentrada, cosa que hizo reír a todos en el restaurante. El hombre tomó mi mano y pareció tantearla de forma burlona, cuando el autodenominado referí indicó el inicio del duelo, yo... No sentí nada.

Miré al hombre, que reía nervioso y parecía hacer muecas y mover todo el brazo, pero mi mano estaba quieta, sin moverse un centímetro. Poco a poco, la cara del hombre se tornaba roja por el esfuerzo, tratando de empujar mi mano sin ningún tipo de éxito. Después de mucho esfuerzo, pude sentir un ligero empujón en mi mano, pero nada que me preocupara, recuerdo haber visto al hombre con pena y mirar hacia los lados, donde todos parecían atónitos con lo que sucedía y mi mamá seguía peleando con mi abuela alejada del evento principal.

—Lo siento mucho, señor —le dije antes de empujar su mano con suavidad y terminar el duelo, pensando que su orgullo no resistiría más tiempo.

Cuando gané, todos empezaron a gritar emocionados, aplaudiendo y riendo mientras billetes volaban de manos a manos, como todas las apuestas que se hacían a veces en el restaurante, totalmente contagiados con el espíritu apostador de la abuela. El hombre me miró sorprendido y yo solo me incliné para disculparme, diciéndole que podía conservar su motocicleta y que disculpara a mi abuela. El hombre solo se levantó y se fue, furioso y dando pisotones y pensé que no volvería a verlo, pero me equivoqué, vino todos los días sin falta a la misma hora y, cada cierto tiempo, me retaba a las vencidas, siempre con el mismo resultado.

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