#15: La hermana ninfa

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Unos momentos antes.
Rafael.

Maldición. Maldición. Maldición.

Corro en dirección contraria a la de Angie, esperando que la teoría rápida sobre el rastreador sea correcta y confunda al idiota. Las plantas a mi alrededor han hecho redes, como si quisieran frenarme sin hacerme daño, lo cual me hace alzar una ceja.

Desde mi juventud, he sido víctima de este molesto poder, terriblemente compatible con el mío. Las lianas, ramas y raíces, siempre habían sido sumamente agresivas conmigo, lanzándose a mis tobillos para tirarme al suelo, colgandome de árboles, atando mis extremidades o por completo a troncos con insectos, pero ahora me tratan con ternura.

¿Será que ahora desea ser amable conmigo?

Por estar prestando mucha atención a las plantas y su comportamiento casi tierno, mi pie cae en un hoyo y caigo de cara sobre barro, a lo que golpeó el suelo frustrado, causando un temblor que alborota a las aves y maldigo en silencio. Angie es muy torpe, lo más seguro es que también se ha caído por mi culpa.

Ahora que lo pienso... ¿Fue buena idea dejarla ir sola a ese campamento de maníacos? Los alrededores están llenos de trampas, ella podría lastimarse si no es cuidadosa.

—Angie, querida mía —dice la odiosa voz de Gabriel con una pose elegante apareciendo entre los árboles y su cara palidece al verme, antes de tornarse oscura y verme con asco—. Oh, que desafortunado. ¿Cómo descubriste el rastreador en su lazo?

—¡Maldito enfermo de mierda! —grito, furioso por la calma con la que ha admitido sus pecados, y agito el lazo, que solía ser blanco antes de tanta tierra y lodo—. ¡Le pusiste un rastreador! ¡¿Qué demonios?! ¡¿Cómo se te ocurre?!

—¡Lo hice por seguridad! —grita furioso, al parecer mi cuestionamiento lo ha ofendido bastante y se aclara la garganta, recuperando la compostura—. No tienes idea de lo que la Casa Negra es capaz, por tanto, no entenderías aunque te lo explicara.

—Me suena a que estás tratando de justificar tu enferma obsesión con ella —replico y lo escucho chasquear la lengua, apretando su puño a su costado—. En otra situación, me importaría una mierda que estés colgando de las faldas de una mujer que no te conoce, pero no dejaré que un loquito como tú se le acerque.

—¿Con qué derecho te crees tú? —me pregunta viéndome furioso y trago en seco, preparándome para saltar a la acción—. Eres un bastardo, una molestia andante para todos los que te rodean. No creas que porque ella te dedica un par de sonrisas, eres muy especial, maldita escoria inmunda.

—Oh, no sólo me sonríe, también me da muchos abrazos y me regala cosas —respondo sonriendo arrogante, para su ira y pongo una mano sobre mi mejilla, mientras la otra se entierra discretamente en el lodo, para que no vea mi ataque—. Por cierto, Bobo sigue tan lindo y suave como siempre.

Gabriel explota y lanza hiedras como serpientes sobre mí para ahocarme, clásico de él, yo solo muevo la mano y la tierra debajo suya se mueve, atrapandolo y aflojando las raíces de las plantas que me atrapan. Me quito los restos, respirando con dificultad, tratando de ponerme de pie con torpeza, pero mi oponente no parece importarle haber caído al suelo, porque las plantas siguen creciendo más grandes y fuertes, listas para atacarme.

Suelto una maldición en voz alta, antes de golpear el suelo y usar una pequeña rueda que he creado bajo mí para deslizarme lejos del ataque varias veces. La pequeña columna que levanté de tierra empieza ser rodeada por plantas, con intenciones de llegar a mis tobillos, suspiro cansado harto de ese truco. Gabriel es una serpiente en todos los sentidos de la palabra, usa las plantas como serpientes y es el animal más odioso que existe en el mundo.

FaraizeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora