𝐄𝐍-┊Donde los Enhypen son seres sobrenaturales.
Apaticos, reservados, misteriosos y de aspecto peligroso. Nada es lo que parece y eso es lo primero que descubre Ryul al llegar a su nueva escuela. Una familia en particular que hace cosas totalment...
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Nunca tuve intención de convertirme en esto.
Cuando era humano, mi vida no era perfecta, pero era suficiente. No me metía en problemas, respetaba las reglas del aquelarre de mi madre y jamás cuestioné la magia que corría por mis venas. En el pueblo donde crecí, los vampiros eran considerados una abominación, y yo compartía el miedo de los demás. Pero nunca pensé que un día me vería atrapado en su maldición.
Todo comenzó la noche en la que conocí a ese hombre. Estaba en el bosque, practicando un hechizo que no lograba perfeccionar, cuando apareció de la nada. Se presentó como un brujo y me ofreció ayuda. Me dijo que, a cambio de un pequeño favor, me mostraría el secreto de la magia que buscaba dominar. Su oferta sonaba demasiado buena para ser verdad, pero en mi arrogancia juvenil, acepté sin dudarlo.
No fue hasta que escuché su petición que entendí la gravedad de mi error. Me pidió que asesinara al líder del aquelarre de mi madre. Al principio, pensé que era una broma de mal gusto. Pero cuando me di cuenta de que hablaba en serio, traté de negarme, de retractarme. Fue inútil. Antes de que pudiera huir, su mirada atrapó la mía, y un profundo vacío se apoderó de mi mente. Mis pensamientos se nublaron, mi voluntad se desvaneció. No tuve elección. Aquel hombre, aquel monstruo, me había hipnotizado.
No recuerdo el momento exacto en que lo hice. Solo sé que cuando desperté, estaba cubierto de sangre. La mirada muerta del líder me taladraba el alma. Mis manos temblaban, pero no por miedo, sino por algo peor: un hambre que no había sentido nunca antes. Un hambre insaciable, ardiente, devastadora.
Fue entonces cuando entendí. Ya no era humano. Ya no era un brujo. Me había convertido en lo que más temía.
Regresé a casa tambaleándome, desesperado por respuestas. Mi madre me vio y supo al instante lo que había sucedido. Se asustó, pero no me rechazó. Me abrazó con fuerza, susurrando que todo estaría bien. Pero sabíamos que no era cierto. Las reglas del aquelarre eran claras: si uno de los descendientes de una bruja se convertía en vampiro, ella debía renunciar a su magia. Mi madre estaba dispuesta a sacrificarlo todo por mí, pero ni siquiera tuvimos oportunidad de luchar.