Capítulo 54: Rescate y Despedida.

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Llore tumbada sobre el suelo frío, la atmosfera estaba llena de una melancolía insufrible mientras las lágrimas caían una tras otra. No paraba de reproducir la fatídica escena en mi cabeza, una y otra vez mientras la misma sensación apremiante que sentí con la muerte de Jess se producía en mi pecho, me retorcía y estrujaba, me faltaba el aire. Hubiese deseado verlo por una última vez, no pude despedirme de él, sólo lo vi desaparecer a través una pantalla como una especie de ensueño desbastador, debí de ser yo, no él, me estremecía con furia de sólo pensarlo, así era como las ideas me destrozaban por dentro, no quería pensar en nada más que no fuera Steve, había muerto por intentar salvarme, todo era mi culpa.

Dos días después, un rayo de luz se coló por el resquicio de la puerta, lo que me hizo levantar la cabeza para investigar, sin embargo, no sucedió nada interesante, lo que me llevaba a la segunda cuestión: Ahora que ya tenían lo que querían, ¿Qué sucedería conmigo? Las posibles respuestas me inquietaban, así que prefería dejar de pensar en ello, de hecho, deseaba dejar de pensar en ese instante.

Después de la muerte de Steve, nada era como antes, no tenía deseos de comer, beber o dormir, estaba muerta en vida, como si la pena me llevara a considerar las peores opciones. Estaba decidida, además de ser lo suficientemente orgullosa como para morir en manos de mis captores. Así que tomé una decisión, que ahora que lo pienso fue algo vanidosa, irreverente y estúpida: Si iba a morir, prefería morir por mi propia cuenta. A partir de ese momento inicie a rechazar la poca comida que me brindaban y a pasar noches en vela pensando en él. Estaba devastada, él había sido mi consuelo pero ahora las cosas cambiaron, Steve no estaba y debía vivir- o al menos intentar sobrevivir- con ello.

Finalmente y de un momento a otro, el rescate llegó de golpe, justo en el momento en el que las horas iniciaron a pasar poco a poco hasta que perdí la noción del tiempo y la idea de ser rescatada fue abandonada.

Todo inició un día cualquiera, sabía que era de noche debido a que por una esquina me llegaba un rayo de luz artificial, producido por una lamparilla que supuse, debía estar ubicada allí para iluminar el pasillo, mientras todo seguía oscuro en la sala donde me encontraba. Estaba tumbada de espaldas contra la pared cuando escuche un retumbar que acabó con el silencio crepuscular. Asustada y movida por el instinto, corrí hacia al punto más alejado de la habitación, alerta. No pasaron más de dos segundos cuando observe la puerta abrirse sin ningún esfuerzo, retrocedí a la vez que la figura avanzaba hacia mí, recortada por la oscuridad.

Pasaron varios segundos hasta que mi vista se adaptó la poca luz, observe con atención y cuando me fije en el hombre en el salón sentí que me daba un vuelco el corazón, las rodillas me temblaron y con la voz ronca y los ojos llorosos, hable en voz baja, temiendo que todo fuera un sueño y fuera a despertar.

-Steve.- cerré los ojos- Steve- repetí esta vez más fuerte.

La silueta avanzó dos pasos más antes de quedar frente a mí. Era él, no lo podía creer, pensé en correr hacia sus brazos, aun así me mantuve en mi lugar, cuando la figura se acercó lo suficientemente para que pudiera detallar su rostro, una sonrisa burlona se dibujó en el rostro de mi acompañante hasta que los ojos azules de Steve iniciaron a alargarse hasta tomar forma como los de una mujer.

-Irás conmigo- dijo Melanie mientras aferraba mi brazo.

Furiosa me solté de su agarre.

-Eres una zorra- la mire prácticamente escupiendo la palabras.

-¿Algo más? Se nos hace tarde.- nuevamente tomo de mi brazo y aunque hice acopio de alejarme, Melanie hizo que un dolor punzante ya conocido, me adormeciera el cuerpo, mientras halaba de mi brazo como el de una muñeca de trapo.

Código York . (Capitán américa )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora