Capítulo 38: Montaña Rusa y buenas noches.

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Todo me daba vueltas y sentía el desagradable sabor a Bilis subirme por la garganta, además el vaivén del auto por las calles hacia que mi mareo aumentara.

Me acurruque en el asiento del copiloto y cerré los ojos.

No puedo asegurar que me quede dormida, pero si  me hallaba en una especie de estupor, pues recuerdo muy bien la expresión de furia que marcaba el rostro de Steve y una que otra mirada tierna que me dirigía en alguna parada de luz roja. Hasta recuerdo cuando me puso el abrigo encima a modo de manta.

-Llegamos- la voz firme de Steve me hiso apartar un poco la neblina de mi mente.

-Esto no es S.H.I.E.L.D.- de eso estaba segura.

-No- suspiro- no podemos quedarnos allí por órdenes de Fury ¿lo recuerdas?

-Sí, claro- suspire. -¿entonces, dónde estamos?

- En un parque.

Le mire aturdida pensando que quizás las maravillas del alcohol  estaban distorsionando  todo.

-Debes tomar aire- fue lo único que dijo antes de bajarse y abrirme la puerta.

-¿Puedes mantenerte en pie?

Asentí.

Una vez fuera del auto, mis piernas tambalearon y me derrumbe. Steve me sujeto.

-Tranquila, estoy aquí.

Iniciamos a caminar mientras el aire frio de Manhattan me daba bofetones en la cara, aun así era efectivo, el mareo iba disminuyendo.

-¿Te encuentras mejor?

-Algo- dije con la voz más firme que pude articular.

-Estupendo, sentémonos aquí, después regresaremos al auto.

Hacia frio aunque el aire me ayudara a despejarme un poco la resaca, mi piel estaba helada bajo el abrigo. Supongo que él lo noto.

-Estas helada.

-Sí, hace frio aquí, es de madrugada ¿no?

Miro al cielo y asintió.

-¿Qué clase de loco le gusta terminar una cita en un parque a la madrugada?- me reí entre dientes.

Note que su pecho subía y bajaba, se había reído.
No pude aguantar más, la jaqueca se intensifico y me recosté en su hombro.

-¿Todo está bien?

- Perfecto.

Eso fue todo, el calor de su cuerpo me hiso estremecer y cerré los ojos tranquilamente. Duramos un rato más así antes de volver, pues aún seguía mareada.

-Te llevo a tu casa.

Asentí y con la ayuda de Steve me introduje en el auto, esta vez fui yo quien abrocho mi cinturón.

Cuando el auto estuvo estacionado frente a mi casa, todo aun me daba vueltas y las náuseas pasaron a ser horcajadas, tenía una sensación terrible en la garganta.

-Veth, estas pálida- dijo Steve mientras apagaba el auto.

Lo mire mientras trataba de mantener la compostura.

-¿Puedes caminar sola?

Asentí fingiendo orgullo, ya había hecho el ridículo durante toda la noche, quizás estaría dispuesta a uno más.

Me desabroché el cinturón, abrí la puerta a empujones y me pare para iniciar a caminar irregularmente hacia la entrada. Una vez ante la puerta, saque las llaves y las mismas resbalaron de mis manos.

-Mierda…- murmure por lo bajo.

Cuando me agache a recogerlas inicie a buscar a tientas pues la oscuridad no me permitía encontrarlas con facilidad.

-Genial…

-¿Necesita ayuda señorita?- la voz de Steve me hizo levantar.

-Sí, no encuentro las llaves.-admiti de una buena vez.

-A ver- se inclinó y las recogió- aquí estaban.

Se acercó y abrió la puerta.

Inicie a entrar pero nuevamente me tambalee torpemente, di un traspié y casi me resbalo.

-Permíteme- Rogers se acercó y con delicadeza paso una mano tras mis piernas y la otra en mi espalda y me cargo en brazos.

-Vaya, esto si es un buen servicio- comente pasando un brazo detrás de su cuello y dejándome llevar, me reí con fuerza.

Me subió hasta mi habitación y me deposito con cuidado en mi cama.

-Creo que mi deber ha acabado aquí mi Lady- se encogió de hombros dispuesto a marcharse.

-¡No!- exclame guiada por un impulso- no me dejes.

Steve se volvió sorprendido y me miro a través de la oscuridad a pesar de no poder verle con claridad algo estaba claro: tenía sus ojos clavados en mí, quizás por la sorpresa.

-No creo que…

-No- le interrumpí- quédate, no quiero estar sola.

-Verónica- dijo armándose de paciencia- son los efectos del alcohol, necesitas descansar.

-Pero no podre si tu no estas- argumente sentándome sobre el colchón.

-Veth… no, debo irme, es tarde.

-Por eso, es tarde, quédate. No me dejes. – a pesar de aun seguir bajo la influencia del alcohol, mis palabras eran un poco más “normales” a comparación de como hablaba con Sam en el restaurante.

Escuche que Steve dio un largo y cansado suspiro.

-Lo hare, solo si prometes dejarme dormir.

Volví a reír.

-Por supuesto Capitán Rogers.

En ultimas me recosté en la cama y espere a que Steve se colocara a mi lado, cuando lo hiso me acerque a él y apoye mi cabeza sobre su pecho, respire profundo y un olor muy masculino me embargo, no era asfixiante, de hecho, era reconfortante.

-Buenas noches Veth- escuche su voz a mi lado.

Me quede despierta por un rato.

Había sido una velada fuera de serie, la verdad no tenía previsto nada de lo que había sucedido y sabía perfectamente que a la mañana siguiente estaría muy avergonzada de haberme embriagado hasta tal punto de querer vomitar, además de que Steve había sido mi niñero toda la noche.

Bonita montaña rusa en la que me había metido, pero no puedo quejarme, había sido entretenedora y en cada giro me había llevado una nueva sorpresa, en fin, sobre las últimas palabras de Rogers no había nada que decir pues si fue una buena noche, de hecho,  una de las mejores. ¿Quién diría que el hombre de uniforme azul pudiera llegar a ser tan cómodo?

Me limite a descansar y a no pensar en nada pues de otra manera hubiera tenido que huir al baño a media noche.

-Buenas noches Steve- susurre, pues él ya se había quedado dormido.

Finalmente  de un momento a otro, casi  de golpe, me quede dormida.

Código York . (Capitán américa )Donde viven las historias. Descúbrelo ahora