Tommy

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     Thomas estaba sentado en su cama, no podía dormir, no con los horrorosos sonidos que salían de la boca de su madre, suplicándole a su esposo que se detuviera.

     — ¿Está pasando otra vez? —Preguntó Christian debajo de las sábanas, ambos dormían juntos pues, debido a la falta de dinero de sus padres, no podían darse el lujo de tener una cama para cada uno.

     —No, tranquilo —tragó el nudo atascado en su garganta—, no pasa nada —aunque Thomas sabía que eso no era verdad no quería que su hermanito supiera lo que sucedía—. Iré a ver. —Era consciente de que nunca debía interrumpir a los adultos mientras estuviesen en su habitación; era algo que su padre le había dejado muy en claro en diversas ocasiones, aún tenía las marcas del cinturón sobre su espalda de la última vez.

     —No, Tommy, no vayas —Christian tomó el brazo de su hermano menor tan fuerte como sus pequeñas manos podían, Thomas volteó a verlo y le sonrió para tranquilizarlo.

     —Estaré bien, quédate aquí. —Se paró de la cama y fue a la puerta.

     — ¿Y si pasa como la última vez? —A Thomas le sorprendía que con tan sólo siete años su hermano ya supiera lo que sucedía en la familia, pero no podía saberlo todo, ¿o sí? ¿Acaso sabía lo que su papá le estaba haciendo a su mamá?

     —No será así —más que intentar convencer a su hermano se lo decía a sí mismo—. Ahora, quédate aquí. —Se dirigió al cuarto de sus padres y se acercó a la puerta la cual estaba abierta. En esa casa las puertas nunca se cerraban. Vio la desnuda figura obesa de su padre sobre el delgado cuerpo de su madre, embistiéndola como si fuera un animal salvaje, claro, con 10 años Thomas aún no sabía la palabra para describir lo que estaba pasando. Lo único de lo que estaba seguro era que su madre sufría por eso, lloraba; no lo disfrutaba en absoluto, contrario a los gemidos de placer que soltaba su padre. Creyó que lo mejor sería irse, pues si su padre lo descubría viendo lo golpearía, o algo peor. Regresaría a la cama con Chris, se cubrirían bajo las sábanas, le contaría una historia para hacer que dejara de llorar y ambos dormirían abrazados. Movió el pie para irse de ahí, pero, para su desgracia, accidentalmente golpeó el borde de la puerta provocando un ruido lo suficientemente fuerte para que su padre descubriera que los estaba observando.

     — ¿Qué haces? —Gritó James furioso. Thomas no respondió, le tenía mucho miedo a su padre cuando éste se enojaba, salió corriendo en dirección a su cuarto, pero James fue más rápido; lo jaló del cabello antes de poder siquiera abrir la puerta. El pequeño Thomas empezó a gritar del dolor mientras era arrastrado de nuevo a la habitación de sus padres.

     — ¡James!, ¡detente! —Suplicaba Lauren tapándose el cuerpo desnudo y lleno de moretones con la sábana— ¡Es sólo un niño!

     — ¡Cállate! ¡Tú no me dices que hacer! —Tiró a Thomas al suelo, sacó un cinturón del ropero y empezó a golpearlo en las piernas.

     — ¡No! ¡Detente! —Su madre corrió hacia James y sujetó la mano que tenía agarrando el cinturón. Esto molestó muchísimo al padre, la golpeó tan fuerte que cayó al suelo cerca de la puerta.

     — ¡Tommy! —Gritó Christian desde la puerta y corrió hacia su hermano, pero Lauren lo abrazó evitando que su hijo llegara al alcance del puño de James. En realidad su padre nunca le había puesto un dedo encima al menor, tal vez porque aún era muy pequeño, tal vez tenía una razón que los hermanos desconocían, pero de la cual Lauren y élestaban al tanto.

     —Así es, mejor mantenlo lejos. —Que no lo hubiese golpeado no significaba que no pudiese amenazarlo con hacerlo. Regresó su vista hacia Thomas. Le quitó la camisa y lo azotó en la espalda hasta que nuevas marcas de cinturón se vieron agregadas al dorso. Christian y su mamá lloraban sintiéndose indefensos ante lo que veían— ¡Sácalo de aquí! —Rugió James al ver que ninguno de los dos se movía de la puerta. Lauren se puso de pie tomando a Chris de la mano y saliendo de la habitación. Thomas también se paró, sintiendo sus piernas temblando de dolor, con intención de seguirlos pero James se puso enfrente de él bloqueando su camino.

     — ¿A dónde crees que vas? —Le preguntó con una sonrisa que reconoció y que sabía que no era buena en absoluto. El adulto lo cargó por las axilas y lo puso en la cama.

     —Papá... —La voz del pequeño niño se cortó por el miedo.

     —Shh... —Lo obligó a acostarse antes de ponerse arriba de él pero sin presionar su diminuto cuerpo. Thomas sintió la mano de su padre meterse en sus pantalones. Cerró los ojos con fuerza sin parar de llorar. James le dio una bofetada—. Llorar sólo le sirve a los niños débiles, tú no debes llorar —dijo— porque tú no eres un niño débil, ¿o sí? —Tom cerró la boca negando con la cabeza pero lágrimas siguieron saliendo de sus ojos, a su padre no le molestaba eso, lo que le molestaba era que Thomas hiciera ruido. No sería la primera ni la última vez que lo haría.

     A la mañana siguiente Thomas se bañó procurando no tocar los moretones que ahora tenía en todo el cuerpo. Se puso un pantalón para cubrir las heridas de sus piernas y una camisa de mangas largas para tapar las de sus brazos. Esa mañana Chris quiso tomar la mano de su hermano como siempre lo hacía pero el mayor no estaba de humor. En cuanto el autobús que los llevaba a la escuela todos los días llegó a su parada Tom subió dejando a su hermano atrás. Se dirigió al final de del autobús con la esperanza de estar solo; al parecer el menor no entendió la indirecta pues se sentó a su lado.

     — ¿Por qué nos sentamos hasta el fondo? —Preguntó Christian intrigado.

     —Yo me senté hasta el fondo, tú sólo me seguiste. —Apretó los dientes, intentó cruzarse de brazos pero al ver que esta acción le dolía regresó las manos a cada lado de su lastimado cuerpo.

     — ¿Por qué te sentaste hasta el fondo? —Chris movió sus pies en el aire pues estos no llegaban a tocar el suelo.

     — ¿Qué te importa? —Respondió sin disimular su molestia.

     —Es sólo que nunca te sientas aquí, sólo cuando tú y papi...

     —Cállate. —Thomas tapó rápidamente la boca de su hermano, él sabía que no era normal que su padre lo tocara aunque esperaba que Chris no supiera lo que pasaba cuando él ya no los veía, prefería que se quedara con la imagen de su padre golpeándolo. Durante el resto del camino ninguno de los dos volvió a hablar.

     Durante el receso se sentó en la silla más alejada del lugar, completamente sólo.

     — ¿Puedo sentarme? —Christian se paró al lado de su hermano sujetando una bandeja de plástico con comida suficiente para ambos.

     —No. —El pelinegro ni siquiera lo miró antes de responder.

     — ¿Qué tienes, Tommy? —El menor de verdad se preocupaba por su hermano. Lo admiraba, lo idolatraba, no quería verlo así.

     —Lárgate, Chris.

     — ¿Tommy? —La voz del niño tembló. No era la primera vez que el de ojos azules intentaba alejarlo pero esto le dolía al pequeño, aunque sabía que en algún momento en el futuro esa actitud pasaría y volverían a ser tan unidos como antes.

     — ¡Te dije que te largaras, Christian! —Gritó molesto sin importarle las miradas de todos en el comedor. El niño de ojos color avellana bajó la vista para que Thomas no viera que quería llorar, no quería mostrarse débil ante la persona que era su inspiración. El menor salió corriendo de la cafetería en dirección al baño.

     Thomas sabía que no tenía por qué gritarle así a su hermano, él no tenía la culpa, pero no entendía la razón de que su padre no lo tocara a él, quizás porque fuera menor, quizás porque no se le daba la oportunidad, no sabía por qué, pero algún día lo descubriría.

Christian y Thomas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora