Déjame ir

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     —El hombre... El hombre que me trajo me tiene... —Christian no iba a permitir que Lorena escapara tan rápido, y menos que arruinara su vida y la de su hermano.

     — ¿Enamorada? —Preguntó Chris en la puerta cruzándose de brazos.

     —Sí, eso se nota. —Dijo el doctor riéndose terminando de soltar las muñecas de la joven. Christian se acercó a ella y la ayudó a bajarse de la cama. El castaño siempre llevaba ropa de repuesto en su camioneta; justo en ese momento la rubia iba a necesitarla ya que no vestía nada más que una bata blanca de papel. Le entregó las prendas, ella se vistió en el baño, cuando hubo terminado, Chris la tomó por la cintura y salieron de la habitación.

     — ¡Vaya, vaya! —Exclamó Thomas sonriendo—, aquí está mi pequeña suicida...

     —Tom, no es gracioso. —Christian lo regañó con la mirada por aquella "broma". Thomas puso los ojos en blanco como respuesta sin abrir la boca.

     —Señor Miller —el doctor de piel morena se acercó a él y le extendió varias tarjetas de presentación—, aquí están los nombres de los —miró a Lorena antes de bajar la voz en un intento de que ella no lo escuchara— psicólogos que le mencioné antes.

     —Muchas gracias, doctor —le sonrió—. Amor —apretó la cintura de la rubia—, agradécele por salvarte la vida.

     —Gracias. —Susurró sin mirarlo.

     Salieron del hospital y se dirigieron a la camioneta. Lorena fue la primera en meterse, Christian se colocó a su lado mientras que Thomas era el encargado de manejar el vehículo.

     — ¿Por qué lo hiciste? —Preguntó Chris viendo que la joven había bajado la cabeza para observar las vendas en sus muñecas—, creí que empezabas a sentirte cómoda —no le contestó, Lorena se recorrió un poco más lejos de él y miró por la ventanilla. Christian se dio cuenta de que lo hacía para analizar el camino de regreso a casa, en un intento de memorizarlo. La jaló del brazo obligándola a verlo—. Mantén la cabeza abajo. —Ordenó. Lorena obedeció.

     Cuando se estacionaron frente a la casa, no levantó la mirada, aunque Thomas la vio tratando de ver por el rabillo de sus ojos, tal vez buscando a alguien, le dio un manotazo en la cabeza. Christian no lo notó o, si lo hizo, decidió ignorarlo. El castaño tiró as tarjetas de presentación en un bote de basura que tenían en el patio antes de entrar a la casa. Thomas subió a su habitación, estaba bastante enojado por el peligro que acababan de correr esa tarde gracias a Lorena y a su hermano, quien quería salvar a toda costa a su amada. El castaño la sentó en el sillón antes de servirle un poco de agua en un vaso. Se sentó a su lado mientras la veía beber aquel líquido incoloro. La abrazó por el hombro sin poder evitarlo, quería estar lo más cerca de ella posible. Aquel día le había demostrado que podía perderla en cualquier momento si se descuidaba.

     — ¿Por qué? —Preguntó. La joven volteó a verlo, sus azules ojos se llenaron de lágrimas. Después negó con la cabeza antes de desviar la mirada—. ¿No qué? —Quería una respuesta—. Lorena, por favor. —La joven regresó su vista a los ojos color avellana del castaño.

     —Thomas...

     — ¿Thomas? ¿Qué tiene que ver? —Quizás sabía la respuesta a esa pregunta pero no quería admitirlo.

     —Todo... —Chris suspiró y le besó la frente. Prendió la televisión dando por terminada la conversación.

     — ¿En dónde estabas? —Preguntó ella después de varias horas de estar sentados en el sillón. Christian la miró confundido—. ¿En dónde estabas justo antes de que tratara de suicidarme?

     —Fui a comprar comida para la semana. —Lorena no dijo nada, se quedó mirando a la nada.

     — ¿Por qué? Thomas... —Lo sabía, sabía lo que su hermano le había hecho, conocía la razón del porqué intentó suicidarse.

     —Ven. —Cambió de tema poniéndose de pie y jalándola delicadamente del brazo. La llevó a al comedor en donde sacó unas galletas de un cajón junto con un vaso el cual llenó de leche fría. Lentamente, Lorena abrió las galletas y empezó a cenar mientras él la miraba deseando que no intentara hacer algo estúpido, otra vez. Cuando la chica terminó, la llevó a su cuarto. Amarró sus tobillos, con la cuerda, a la cama. La rubia se acostó sin mirarlo.

     —Sabes lo que hizo y te da igual. —Lorena habló cuando Christian se recostó a su lado.

     —Nunca quise que esto pasara. 

     —Ni yo. —El castaño la miró sin saber muy bien a qué se refería. Lorena le dio la espalda; ahora ella era quien daba por terminada la conversación. Después de un rato por fin cerró los ojos comenzando a sentir que el sueño se apoderaba de él cuando sintió que la cama se movía. Se giró para verla, estaba sentada, la cuerda se encontraba sobre la cama; ya no estaba amarrada.

     — ¿Qué estás haciendo? —Preguntó Christian incorporándose rápidamente. Sin darle una respuesta, la joven corrió hacia la puerta, la abrió y bajó corriendo las escaleras, Christian la seguía muy de cerca, cuando pasó por la habitación de su hermano le dio un fuerte golpe a su puerta sin detenerse. Thomas, quien en ese momento estaba dormido, se despertó como si le hubiesen vertido un balde de agua helado; su hermano nunca había tocado su puerta así, es más, ni siquiera tocaba, eso sólo podía significar una cosa: algo muy malo sucedía.

     Lorena se dirigió a la cocina, Christian dudaba que fuese para cenar algo. El castaño se detuvo antes de entrar. Lorena le daba la espalda, al girarse vio que tenía un cuchillo en la mano, ambos respiraban agitadamente

     —Lorena, ¿qué haces? —Se acercó un poco a la chica. Levantó el cuchillo hacia él. Christian se detuvo en seco pero con los brazos estirados hacia ella en un intento por tranquilizarla.

     —Déjame ir. —Las manos de la joven empezaron a temblar; él, al notarlo, bajó los brazos sonriendo, confiado.

     —No, tú no vas a matarme. —Se acercó tanto a ella que el cuchillo quedó pegado a su pecho.

     — ¡Déjame ir o juro que lo haré! —El castaño pudo apreciar que sus hermosos ojos azules estaban llenos de lágrimas. Ninguno de los dos se movió por unos segundos. Christian levantó lentamente su mano hasta rodear la de ella, de repente la chica soltó el cuchillo de la mano que él sujetó y la pasó a la otra haciéndole un pequeño corte en el brazo. Christian se alejó de ella completamente sorprendido—. Déjame ir —volvió a estirar sus brazos con el cuchillo hacia él. Christian asintió deseando que su plan saliera como deseaba, y que su hermano estuviese al borde de las escaleras. Dio media vuelta y se dirigió a la sala, Lorena lo siguió. Unas gotas de sangre resbalaban por el brazo de Christian pero él lo ignoraba por completo, ni siquiera sentía la herida; no era tan profunda como parecía. Cuando llegó a la puerta giró 180 grados sobre sus talones—. ¿Qué haces? —Lorena se mostraba desesperada; nada estaba saliendo como ella quería—. Abre la puerta, ¡ya!

     —Nunca saldrás de aquí. —Christian sonrió de oreja a oreja, al ver a su hermano sobre el hombro de la rubia. Thomas la abrazó por la espalda agarrando sus brazos y evitando que los moviera para defenderse.

     — ¡No! ¡Déjame ir! —Lorena pataleó y trató de cortarlo con el cuchillo. Logró hacerle un corte en el dorso de la mano, esto fue suficiente para hacer enojar, aún más de lo que ya estaba, al mayor. La soltó, la hizo dar media vuelta para quedar frente a frente y le dio una bofetada tan fuerte que la joven cayó al suelo. La cabeza de Lorena chocó con la mesita de madera que estaba frente al sillón.

     —Mira lo que has hecho. —Christian se acercó al cuerpo inconsciente de la rubia.

     — ¿Lo que yo he hecho? —Respondió el pelinegro molesto—. ¿Acaso soy yo quien tiene un cuchillo en la mano —Chris se agachó para quitársela de la mano— y que intentó matarnos? Bueno, para la próxima dejaré que se escape. —Dijo con sarcasmo.

Christian y Thomas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora