La mentira empieza

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     En cuanto se escucharon las cerraduras de la puerta, se acostó rápidamente en la cama, dándole la espalda a la persona que fuese a entrar, para fingir que estaba durmiendo.

     — ¿Tienes hambre? —Se escuchó la voz Christian detrás de ella. Mery no le contestó, no quería hablarle, ni siquiera verlo—. Te traje comida... —El castaño esperó unos segundos pero como no obtuvo respuesta, continuó hablando—. No has comido desde ayer que cenamos —su voz se escuchaba cada vez más cerca—. Sé que estás despierta...

     — ¿Por qué lastimaron a mi hermano? —Como ya la había descubierto, Mery se sentó en la cama y se alejó lo más posible de él.

     —No sabía que Tom estaba...

     — ¿Qué le hizo? —Lo interrumpió—. ¿Por qué estaba desnudo? —Preguntó la chica recordando la horrorosa escena de Alan en la cama.

     — ¿Desnudo? —Christian se sorprendió—, ¿estaba desnudo?

     —Sí. —Sintió ganas de vomitar.

     —No lo sé, Tom sólo me dijo que lo golpeó porque intentaste sacarlo de su habitación —Mery abrió la boca para decir algo pero nada salió de ella. Su hermano había sufrido por que ciertamente había intentado sacarlo, aquello era su culpa. Al ver esto Christian frunció el entrecejo—. ¿Por qué?

     — ¿Por qué? —Esa pregunta tan estúpida la había ofendido— ¡Abusaste de mí! ¡Tienes secuestrado a mi hermano y lo torturan! ¿Qué quieres que haga?, ¿que me quede viendo sin hacer nada mientras nos hacen todo eso?

     —Creí que tú...

     — ¡Lárgate! —Se puso de pie y le dio la espalda para evitar que él apreciara las lágrimas resbalando por sus mejillas—. No quiero verte, ni a Thomas, sólo quiero a mi hermano.

     —No puedo concederte eso. —Suspiró con tristeza.

     —Ni siquiera puedes dejar que vea a mi hermano —se giró sobre sus talones para mirarlo—, entonces, ¿qué puedes hacer?

     —Puedo hacerte la mujer más feliz del mundo. —Sonrió forzadamente.

     —Tienes un concepto de felicidad muy raro —dijo con sarcasmo. Chris frunció el entrecejo sin comprender lo que quería decir—. ¡Jamás seré feliz encerrada! —Extendió las manos a los lados señalando la habitación de metal.

     —Esto no es lo que quiero para ti —se acercó a ella y la sujetó por los hombros sacudiéndola un poco como si eso fuese a hacerla reaccionar—. Quiero que me ames como yo te amo, y cuando lo hagas entenderás a qué me refiero con felicidad. Ya no estarás encerrada de nuevo. Ya no dormirás en este horrible cuarto, sino en el mío, en mi cama, a mi lado. —Deslizó sus manos por sus brazos hasta entrelazar sus dedos con los de ella.

     —Jamás me enamoraré de ti. —Dijo mirándolo a los ojos. Christian se alejó de ella enojado y le dio una bofetada tan fuerte que la hizo caer al suelo.

     —Vas a hacerlo, por las buenas o por las malas. —Salió de la habitación cerrando de un portazo pero sin olvidar poner las cerraduras de nuevo. Mery no entendió a lo que se refería hasta que oyó unos horribles gritos.

     — ¡Alan! —Corrió hacia la puerta e intentó abrirla pero ésta ni siquiera se movió—. ¡No!, ¡déjalo!, ¡déjalo!, ¡te voy a matar, maldito imbécil! —De repente escuchó de nuevo las cerraduras de la puerta, unos segundos después se abrió dejando entrar a Thomas. Mery dio unos pasos hacia atrás sintiendo el pánico apoderarse de su cuerpo.

Christian y Thomas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora