Hospital

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     Christian salió de su habitación con Lorena en sus brazos, quien yacía inconsciente.

     — ¡Con un demonio, Thomas! —Exclamó frustrado.

     — ¿Qué quieres? —El pelinegro abrió la puerta de su habitación—. ¿Tan rápido la mataste? —La miró aburrido—. ¿No que la amabas y no sé qué tanto?

     — ¡No seas idiota, Thomas! ¡Se quiso suicidar! ¡Llama a una ambulancia! —Sangre seguía chorreando de las muñecas de Lorena.

     —No podemos hacer eso —el mayor lo miró como si fuera tonto—.Si despierta, le va a decir a alguien que la tenemos secuestrada. ¿Y si alguien la reconoce?, ¿y si sus padres la están buscando?

     —Nada de eso importa ahora, ¡tenemos que salvarla!

     — ¿Tenemos? —Levantó una ceja.

     — ¡LLAMA A UNA PUTA AMBULANCIA! —Estaba furioso por la falta de interés de su hermano. Thomas puso los ojos en blanco pero hizo lo que Christian quería. Salieron a la puerta de la casa, mientras esperaban. El castaño le apretó las muñecas tratando de que saliera menos sangre. Un vecino los vio y se acercó.

     — ¿Chris?, ¿qué sucede? —Preguntó el anciano

     —No es nada, Jeff. La chica con la que trabajamos por ahora se quiso suicidar. —Respondió Thomas con tanta tranquilidad que hasta sorprendió al abuelo; en realidad le valía un pepino si Lorena moría o no.

     — ¿Ya llamaron a la ambulancia? —Volvió a preguntar.

     —Sí, ya viene en... —Justo en ese momento un vehículo, con el nombre del hospital más cercano, dobló en la esquina de la calle para situarse frente a ellos. Christian subió después de que los paramédicos metieran a Lorena; como sólo dejaron que uno entrara, Thomas dijo que los seguiría en la camioneta. Iban apretándole las muñecas y colocándole oxígeno. Christian dejó salir una lágrima al imaginarse viendo morir a su amada, temiendo estar haciendo eso justo en ese momento. Tardaron menos de 10 minutos en llegar al hospital en donde la ingresaron a un área restringida, separándola de él.

     Después de lo que a Christian le pareció una eternidad, un doctor salió preguntando por el señor Miller.

     —Soy yo. —El castaño se levantó tan rápido como pudo de la silla en la que había estado sentado mientras esperaba noticias de su amada.

     — ¿Sabe quiénes son sus familiares? —Preguntó el doctor de piel oscura.

     —Soy su único familiar.

     — ¿Disculpe? —El hombre desvió su mirada a la mano de Christian buscando alguna sortija, al no ver ninguna regresó la vista a su rostro; no se parecían en nada, no podían ser familiares en lo absoluto.

     —Somos pareja —explicó dándose cuenta de las sospechas del médico—. Vive conmigo desde que su familia falleció en un accidente, fue reciente pero no creí que le afectaría tanto como para querer suicidarse...

     —Entiendo, bueno... —Regresó al tema principal—. Ella se encuentra estable, por suerte no cortó nada importante.

     — ¿Puedo pasar a verla?

     —Sí, pero está dormida, creo que sería mejor dejarla descansar.

     —No se preocupe, no la despertaré, sólo quiero verla para sentirme mejor —el doctor asintió—. Oiga... ¿Cree que podría amarrarla a la camilla?

     — ¿Cómo dice?

     —No quiero que intente matarse esta vez.

     —Claro, si quiere cuando regrese a verla la ata...

     —Puedo hacerlo yo ahora que voy de camino. —Lo interrumpió con una sonrisa inocente.

     —De acuerdo —aceptó—, se encuentra en el cuarto 15. Hay unas cuerdas elásticas escondidas al lado de la camilla, sólo trate de no apretarlas mucho, ya sabe, por las heridas en sus muñecas. También puedo recomendarle ciertos psicólogos —Christian lo miró sin comprender—. La señorita no está bien, necesita ayuda.

     —Sí, le agradecería mucho su recomendación, me preocupo por ella. —Christian caminó hacia la habitación en la que se encontraba Lorena.

     Al entrar la vio dormida, sus antebrazos estaban vendados. El castaño se acercó a ella, tomó las cuerdas que le había dicho el doctor y amarró sus muñecas, incluso sus tobillos, a la cama.

     —Espero que no intentes nada —tocó su pierna suspirando—. Creo que no puedo vivir sin ti —se acercó a su rostro, casi pegando sus labios—. Porque te amo. —Le dio un tierno beso —después de una media hora, Christian se quedó dormido en un pequeño sillón que se encontraba en el cuarto, despertándose gracias a los gritos de ayuda que salían de la garganta de Lorena. Se puso de pie furioso para taparle la boca—. Cállate —susurró—, te traje aquí porque no quiero que mueras, pero créeme que si me delatas soy capaz de matar a cualquiera que entre por esa puerta. —Pasados unos segundos, le quitó la mano de la boca, ella no volvió a gritar. A continuación, el mismo doctor con el que Christian había hablado anteriormente, entró a la habitación.

     — ¿Está todo bien? —Preguntó preocupado—, escuchamos un fuerte grito.

     —Sí —respondió Christian sin dejar que la rubia hablara—, es sólo que estaba algo... —pensó unos segundos—. Desconcertada.

     —Bueno —sonrió acercándose a la camilla—, ya estás mucho mejor. Si te hubiesen encontrado un par de minutos después, ésta sería una historia muy diferente. —Dijo revisando el suero que se metía en el brazo de Lorena.

     — ¿Estoy en un hospital? —Preguntó ella como si fuese una niña de siete años. Christian no pudo evitar sonreír al escucharla, se veía muy tierna.

     —Así es —contestó sin mirarla —, tienes suerte de que este hombre te haya encontrado antes de que murieras desangrada —Christian volteó a ver a su amada, ella hizo lo mismo —Tengo buenas noticias —continuó el doctor—. Es muy probable que puedas regresar a casa hoy mismo, sólo tienen que terminar de llenar unos papeles y listo. —Christian salió de la habitación tras el doctor, justo en ese momento Thomas llegó.

     — ¿Qué pasó? —Preguntó acercándose a su hermano menor.

     —Pudieron salvarla —el doctor los dejó solos—. Ya hablé con ella, no le ha dicho nada a nadie.

     — ¿Por qué estás tan seguro?

     —Ella sabe perfectamente de lo que somos capaces, no es tan estúpida.

     —Señor Miller —el doctor volvió a acercarse—. Ya puede llevarla a casa, voy a desatarla.

     — ¿La amarró? —Susurró al castaño cuando el doctor se fue.

     —Sí, lo convencí de hacerlo.

     —Vaya, eres más manipulador de lo que pensaba. Típico rasgo de un psicópata.

     —Cierra la boca. —Christian sonrió antes de dirigirse de nuevo a la habitación 15.

     —Por favor, tiene que ayudarme. —Escuchó la voz de Lorena, como si estuviese susurrándole a alguien.

     — ¿En qué? —Había un enfermero parado a lado de la camilla revisando las maquinas a lado de la rubia. Christian sintió que el corazón se le subía a la garganta impidiéndole respirar. Debía interrumpir esa conversación sin levantar sospechas.

Christian y Thomas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora