Alan

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     Alan estaba viendo televisión cuando su hermana entró en su habitación.

     —Oye, voy a ir a una fiesta. —Le informó ella.

     —Ok... —Respondió sin prestarle atención.

     — ¿Ya hiciste la tarea?

     —Ahorita la hago, cuando termine esta peli. —Señaló el televisor con el control remoto.

     —Haz la tarea. —Ordenó.

     —No eres mi mamá —la miró—. Sólo eres mi hermana.

     —Haría lo que fuera por ti —dijo con tristeza—, como mamá, lo sabes, ¿no? —Alan no respondió, sabía que la había lastimado.

     En cuando Mery se fue, Alan se paró de la cama y fue a la esquina de su cuarto, donde se encontraba su mochila tirada. Sacó su cuaderno de Introducción a las Ciencias Sociales. Se colocó unos audífonos, puso música y empezó a hacer la tarea.

     Una media hora después sintió que alguien lo jalaba de los pies, pensó que era Mery. Estaba a punto de echarse a reír pero recordó que su hermana estaba en una fiesta, y ella nunca volvía de las fiestas sin que pasaran al menos un par de horas. Se dio la vuelta aún sobre la cama; se sorprendió al ver que era un joven de ojos azules y cabello negro.

     — ¿Quién eres tú? —Preguntó Alan extrañado y un tanto alarmado, tal vez sólo era un amigo de su hermana gastándole una broma. El hombre sonrió de oreja a oreja antes de jalarlo hacia él para tocarle las rodillas. El chico empezó a tener miedo al darse cuenta de que estaba en verdadero peligro—. ¡Suéltame!

     —Espera —Thomas lo soltó y metió su mano en su chamarra—, Mery me pidió que te diera esto.

     — ¿Qué? —Sintió un ligero alivio pensando que en realidad sí era una broma orquestada por su hermana—. ¿Dónde está? —Pensaba que ella entraría en cualquier momento a su habitación. El pelinegro sacó una pequeña botella de agua de uno de sus bolsillos y se la extendió.

     —Me dijo que te la bebieras completa.

     — ¿Qué es eso?, ¿en dónde está Mery? —Al ver que el chico rubio no iba a tomarse el agua con rohypnol se colocó sobre él atrapando sus brazos para impedir que los moviera, abrió la botella y le tapó la nariz obligándolo a abrir la boca para poder respirar. En cuanto sus labios se separaron, Thomas vertió todo el líquido. Alan se sacudió sintiendo que se ahogaba, cierta cantidad de aquella bebida se la tragó, el resto la escupió. El pelinegro se mantuvo sobre él hasta que se desmayó.

     Despertó. Se encontraba en un vehículo en movimiento, acostado, abrió bien los ojos, se dio cuenta de que estaba en el asiento trasero.

     —Hola, dormilón —dijo el conductor al ver que había recobrado la conciencia. Fingía bastante bien la sorpresa al verlo despertar antes de tiempo. Alan intentó hablar, pero tenía cinta en la boca, quiso moverse; no pudo, también tenía cinta en las manos y en los pies—. Tranquilo, Alan, no intentes nada. Si intentas huir mataré a Mery —el rubio intentó gritar pero no pudo hacer gran cosa—. Sí —continuó como si pudiese entender todo lo que el otro intentaba decir—, yo la tengo. Si te mueves o si intentas hacer algo, te vas a arrepentir, ¿comprendido? —Alan asintió, sabía que Thomas lo veía por el retrovisor.

     Unos minutos después el pelinegro se estacionó frente a una casa. El conductor bajó de la camioneta y la rodeó hasta llegar a la puerta de Alan. La abrió y le mostró un cuchillo que lucía muy filoso, el chico trató de alejarse, pero Tom lo sujetó de la cinta que amarraba sus muñecas.

     —Intentas algo y mueres, igual tu hermana —Alan empezó a llorar. Thomas cortó la cinta que amarraba sus tobillos y lo obligó a sentarse acercando su mano a la cara del chico—. ¿Puedo confiar en que no gritarás? —Él asintió. Así pues, el joven de ojos azules le quitó la cinta de la boca. Lo tomó del brazo aún atado a su espalda y lo ayudó a bajar de la camioneta. Caminaron juntos hasta la casa sin que ninguno de los dos pronunciara palabra alguna. Lo dirigió a la puerta del sótano.

     — ¿En dónde está Mery? —Preguntó Alan una vez más.

     —Abajo. —Fue lo único que el otro respondió.

     — ¿Está ahí dentro? —Se detuvieron frente a una puerta de metal.

     —Sí. —Abrió la puerta. La habitación estaba vacía. De repente sintió que unas manos lo lanzaban hacia enfrente, cayó al suelo golpeándose el rostro y mordiéndose la lengua al no haber podido meter las manos. Se giró para levantarse, pero Thomas ya había salido cerrando la puerta detrás de él.

     — ¡Déjenme salir! —Empezó a golpear la puerta con su hombro izquierdo, pero por alguna extraña razón el metal (en vez de hacer eco al ruido) parecía que lo amortiguaba, ¿de qué estaba hecha aquella habitación?

     Intentó separar sus manos tanto como pudo, después comenzó a dar brincos golpeándose la espalda con las muñecas. Finalmente logró zafarse rompiendo la cinta. Volvió a golpear la puerta, pero nadie parecía escucharlo. Cansado, se acostó en la cama, trató de dormir, pero no pudo.

     De repente escuchó la voz de su hermana llamándolo desde afuera, hablaron unos pocos segundos hasta que se escuchó la voz de un hombre que (no era la misma del sujeto que lo había secuestrado) hablándole a Mery y ella mintiendo. Después de unas horas Thomas entró; Alan se puso a la defensiva al instante.

     — ¿Dónde está mi hermana? —Gritó enojado. El pelinegro sólo sonrió mientras se acercaba a él. Alan empezó a caminar hacia atrás, hasta que chocó con la fría pared. Thomas siguió caminando hasta que estuvo frente a él—. ¿Dónde está...? —Alan se vio interrumpido por Tom, quién lo besó en la boca. Alan al instante trató de empujarlo para alejarlo de él pero el otro parecía un tronco al que no pudo mover ni un centímetro. Alan le dio una patada en la entrepierna. Corrió hacía la puerta para escapar, pero Thomas lo alcanzó, enredó sus dedos en el rubio cabello del chico y estrelló su cabeza contra la puerta abriéndole una gran herida en la frente que al instante comenzó a sangrar. Lo aventó hacia el lado contrario haciendo que su cuerpo se arrastrará un poco por la fuerza que ejerció—. ¿Qué quieres de mí? —Preguntó Alan sin poder evitar las lágrimas.

     —Todo. —Sonrió de tal manera que le causó escalofríos al joven. Alan se puso de pie para enfrentarlo.

     —Púdrete —escupió la sangre de su frente que había entrado a su boca. Thomas corrió hacia él, lo aventó contra la pared sacándola todo el aire. Volvió a besarlo antes de que el otro siquiera pudiera recobrar el aliento. Comenzó a levantarle la camisa—. No me toques, maldito... —Terminó de romper su camisa y empezó a abrirle el pantalón. Alan trató de golpearlo de nuevo, pero Thomas lo aventó a la cama, se colocó arriba de él y le dio un puñetazo en la mejilla. Le quitó el pantalón y empezó a besarle el pecho. Alan quería alejarlo de él, pero Thomas le dio otro puñetazo, esta vez en las costillas, haciendo que Alan chillara de dolor. Le quitó la ropa interior y lo giró para que quedara boca abajo.

     Alan no paró de llorar, incluso después de que el pelinegro había terminado. Thomas se dirigió a la puerta mientras se vestía de nuevo. Cuando la abrió chocó con Mery. Alan quiso ponerse de pie para correr, pero estaba tan adolorido que no pudo ni moverse. El pelinegro la sacó de la habitación antes de que ella pudiera acercarse a su hermano.


     No sabía cuento tiempo llevaba encerrado, pero aún se sentía muy adolorido.

     —Mery... Ayúdame... —Susurró antes de quedar inconsciente.

     

     Alguien abrió la puerta; Alan cerró los ojos. No quería volver a ver al sujeto que había abusado de él.

     — ¡Alan! —Aquella voz era la única voz que sí deseaba escuchar—. Hermano, vámonos...



Christian y Thomas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora