Christian y Thomas #2 (Editando)

¿Qué quiero? Venganza

     Michael despertó con un fuerte dolor en las axilas y los hombros, tenía las muñecas amarradas hacia el techo haciendo que todo su peso se sintiera en éstas áreas. Cuando abrió los ojos colocó las plantas de sus pies descalzos sobre el frío piso descansando un poco sus brazos. Empezó a revisar el lugar con la mirada, el cuarto parecía de metal pero al mismo tiempo tenía una especie de material aislante de ruido en las cuatro paredes, había una cámara en la esquina y un foco de luz amarilla en el centro del techo, el cual iluminaba lo suficiente como para ver la cama, que estaba a unos metros de él, y el cuerpo inconsciente de una chica.

     —Oye —susurró pero al ver que no obtenía respuesta levantó la voz—. ¡Despierta! —La joven abrió los ojos lentamente porque se sentía muy mareada, estaba segura de que iba a vomitar. Cuando trató de incorporarse se dio cuenta de que tenía las muñecas atadas por la espalda y los pies amarrados a una cadena que llegaba a la pata de la cama, la cual también parecía de metal, como si éstas se fundieran al final. La chica intentó gritar en cuanto se percató de lo que estaba pasando pero apenas se escuchó algo saliendo de su garganta debido a que tenía un trapo en la boca impidiéndole hablar. Volteó a ver al joven también atado, ambos se reconocieron al instante—. ¿Emily? —Ella intentó gritar de nuevo con todas sus fuerzas—. ¡Por Dios, Emily! —Michael trató de zafarse las muñecas pero no pudo, una cuerda gruesa le cortaba la circulación a sus manos causándole un gran dolor en los dedos que empezaban a ponerse morados.

     — ¡Al fin despiertan! —Dijo Thomas con una enorme sonrisa entrando a la habitación mientras se frotaba las manos, ansioso por lo que estaba por ocurrir. Emily empezó a llorar al instante en que lo vio, sabía que nunca debió decir nada de su secuestro, era obvio que la amenaza era muy real.

     — ¿Qué quieres de nosotros? —Gritó Michael al ver que Thomas sonreía.

     — ¿Qué quiero? —Fingió pensar unos segundos antes de verlo con sus profundos ojos azules—. Venganza —Emily volvió a emitir un débil intento de grito—. ¿Qué dices, cariño? —Thomas se acercó a ella para quitarle la tela de la boca, la chica trató de alejarse de él, pero con las manos y pies amarrados no pudo.

     — ¡Por favor! —Suplicó en cuanto pudo hablar—. ¡Lo lamento!, ¡no quise decir nada!

     — ¿Que no quisiste? —Tom se hizo el extrañado—, entonces, ¿por qué lo hiciste?

     —No lo sé, por favor, lo siento. —Thomas volvió a poner el trapo en la boca de la chica.

     — ¿Qué sientes al saber que todo esto es tu culpa? —El pelinegro miró un par de segundos a Emily antes de caminar hacia Michael.

     — ¿Mi culpa? ¿De qué hablas? ¿Quién eres? —Cuando Thomas escuchó la última pregunta volteó a ver a Emily sobre el hombro; ahí fue cuando Michael entendió todo— ¡Dios mío!

     —Si fuera tú, no le tendría tanta fe a ese Dios...

     — ¡Tú fuiste quien la secuestró! ¡Tú mataste a las chicas! ¡Tú asesinaste a Nathalie Smith!

     —No eres tan idiota como creí —Levantó una mano para verse la suciedad acumulada en sus uñas antes de regresar la vista a Michael—, entonces ¿por qué mataste al hombre equivocado? Peor aún, ¿por qué mataste a la pareja equivocada?

     —Yo... —Michael empezó a tartamudear—. Mi papá fue a prisión por tu culpa, quería venganza.

     —Irónico, ahora yo soy quien quiere venganza —Tom rodeó el cuello del joven con sus dedos y apretó con fuerza. Michael trató de patearlo pero se dio cuenta de que también tenía los pies amarrados—. Te diría que también vamos a ir por tu padre, pero no, creo que es mejor que se pudra en la cárcel mientras todos en esta ciudad piensan que es el terrible asesino de aquellas pobres e inocentes jovencitas. ¿Sabes lo que le hacen a los pedófilos en prisión?

     — ¡En todo caso fue tu culpa! —Logró articular Michael.

     — ¿Qué? —Thomas dejó de apretarle el cuello pero no alejó la mano.

     —Si no hubieras asesinado a Nathalie —tragó saliva—, o no hubieras puesto su cuerpo en mi casa, nada de esto habría pasado.

     — ¿Y quién dice que no quería que esto pasara? —Michael frunció el ceño confundido, Tom sonrió—. Sí, quería a mi padre, pero sabía sobre mí lo que tú ahora. Lo habría matado yo mismo pero tú me ahorraste el trabajo sucio, me diste una coartada, ahora estoy libre de sospechas. Creo que debería agradecerte por eso. —Esa era una mitad a medias para que Michael no viera el dolor que le había causado.

     — ¿Entonces por qué haces esto? —Thomas se acercó a su rostro.

     —Jacob —se le hacía extraño llamarlo por su nombre pero así se había acostumbrado a hacerlo incluso después de saber que era su verdadero papá, tal vez para que Christian no levantara sospechas— me convenció de no asesinar a esa chica —señaló a Emily sin voltear a verla—. Pero tú, niño —apuntó su dedo índice a la barbilla del joven— me has dado una excusa para hacerlo.

     — ¿Qué? ¡No te atrevas a tocarla, imbécil! —Thomas le dio un puñetazo en el estómago, Michael trató de rodearse con los brazos la zona del dolor, pero no podía porque estos seguían en dirección al techo. El de ojos azules jaló el cabello del chico para que volteara a verlo—. ¿Sabes? —Miró cada zona de su rostro, no podía negar que era alguien atractivo—. Tengo muchas formas para torturarte, pero creo que también me tengo que divertir —sin previo aviso lo besó, Michael tuvo ganas de vomitar al sentir esa lengua asquerosa, repugnante y de hombre, en su boca. Cuando el pelinegro puso su labio inferior dentro de la boca del chico éste lo mordió con fuerza. Tom se alejó tocando su labio sangrante—. Voy a confesar que no me esperaba mi primer beso con un chico de esta manera. —Enojado lo golpeó en la cara y en el abdomen hasta que le dolieron los nudillos. Se limpió la sangre con la camisa que tenía, justo en ese momento entró Christian.

     — ¿Por qué empezaste sin mí? —Le preguntó Chris a su hermano.

     —No pude resistirme. —Se alzó de hombros. Christian se puso enfrente del asesino de Jacob, vio cómo la sangre salía de su frente, su nariz y boca.

     — ¿Cuánto tiempo llevas golpeándolo? —Se dirigió a Thomas sin dejar de ver al joven casi inconsciente.

     —Como tres minutos... —Tom se había sentado en la cama, al lado de Emily y acariciaba su rostro, ella temblaba de miedo—. ¿Con quién quieres comenzar?

     — ¿Yo? —giró su cabeza sobre el hombro para verlo—. Creo que primero con Corbet...

     — ¿Te dejo a solas? —Tocó un pecho de la chica quien intentó sacudirse para que la soltara.

     —Sí. —Thomas salió del cuarto de metal y subió a ver televisión.

     — ¿Cuántos años tienes? —Preguntó Michael horrorizado pues el de ojos color avellana se veía bastante joven.

     —17

     — ¿Tú también eres hijo de Jacob? ¿Eres Christian? —Michael no había prestado atención a la información de los hijos de Miller, pero recordaba sus nombres.

     —No era su hijo —lo corrigió—, él era mi padrastro, Thomas asesinó a nuestro padre —Michael no pudo seguir sacando plática, se dio cuenta que ellos eran unos verdaderos psicópatas, no había manera en la que él o Emily salieran vivos de aquella situación. Christian sacó un cuchillo de su pantalón—. Para tu desgracia, asesinaste a mi verdadera madre —le hizo varios cortes en su pecho, pierna, brazo; en todo el cuerpo mientras él gritaba de dolor—. Y tú, maldita zorra —volteó a ver a Emily, quien abrió los ojos como platos—, si te hubieras callado seguirías en tu cuarto, con tu familia —se acercó a la chica, con el mismo cuchillo cortó sus prendas, la colocó boca abajo y abusó de ella enfrente de Michael. Él empezó a llorar al darse cuenta de que si no le hubiera pedido que hablara con él sobre su secuestro, probablemente no estaría pasando por eso. Todo era su culpa. Cuando Christian terminó, subió a la sala con su hermano para hacérselo saber—. Ya están, todos tuyos. —Se sentó en el sillón a su lado.

     — ¿No los dejaste muy débiles? —Preguntó poniéndose de pie.

     — ¿Querías que no los dejara débiles? —Se mostró sorprendido— ¡Para la próxima avisa! —Los dos rieron antes de que Thomas bajara al sótano.

     Era su turno para vengarse y no iba a tener piedad.