¡Porque soy tu hijo!

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     Jacob buscó, en todos los cajones que había en la casa, alguna llave o algo que le ayudara a quitarle aquella cadena a la pobre chica en el sótano. Se detuvo frente a la televisión y vio a su alrededor, ya no se le ocurría en dónde más buscar. Se quedó paralizado al escuchar que se abría la puerta principal. Lentamente se giró hacia ésta. Su hijo lo miraba con extrañeza, a Tom se le hacía raro ver a su padre en su casa y más porque no le había avisado que llegaría, habría arreglado la casa, se habría deshecho de... Emily.

     —Eh... ¿Qué estás haciendo aquí? —Le preguntó Thomas entrando y cerrando la puerta con seguro tras él.

     —Bueno... —Desvió la mirada de su hijo—. Quería... —Necesitaba pensar en algo y rápido—. Quería darte una fiesta sorpresa en tu cumpleaños... —Por alguna razón, que no alcanzaba a comprender, Jacob estaba asustado.

     —Pero, ¿qué haces aquí? —Señaló el piso en el que estaban parados.

     —Yo... Quería ver los lugares en los que los invitados se pudieran esconder para que no los vieras. Creo que se arruinó la sorpresa. —Se forzó a reír mientras se llevaba una mano a la nuca y se la sobaba como si le doliera. Tom estaba feliz de que su padre hubiera pensado en eso aunque él no era del tipo de chicos que disfrutara las fiestas. Se acercó a su padre y lo abrazó. Jacob suspiró discretamente aliviado de que le había creído.

     Nunca debes cantar victoria si no ha terminado el juego.

     Cuando Thomas lo abrazó recargó la cabeza en su hombro. Tenía los ojos cerrados, pero al abrirlos vio la puerta del sótano abierta. Se alejó lentamente con los ojos como platos, ya no tenía la sonrisa de antes, ahora tenía miedo de que su padre supiera la clase de monstruo que en realidad era.

     — ¿Qué sucede, Tom? —Preguntó Jacob al ver su reacción.

     —No viniste aquí para planear ninguna fiesta...

     ¿Por qué le había mentido?

     — ¿Qué? —Jacob tragó saliva nervioso. Thomas dirigió la vista al sitio sobre el hombro de su padre, éste siguió su mirada. Entonces supo a qué se refería su hijo.

     — ¿Bajaste? —Preguntó Tom.

     — ¿Por qué hay una chica en tu sótano? —Soltó, por fin, volteando a ver de nuevo a su hijo.

     —No tenías que haber bajado —dijo más para él mismo que para su padre—. No debías ver esto.

     — ¿Qué? —Hasta ese momento había tenido la ligera esperanza de que su hijo no supiera sobre la existencia de la joven, pero en ese momento supo que sí la conocía y que él la había dejado en aquel estado— ¡¿Qué demonios hace una chica encadenada en tu sótano, Thomas?! —Su hijo no contestó. No sabía qué decirle o cómo justificarse—. ¿Dónde está la llave del candado? —Preguntó bajando la voz de nuevo, pues sabía que gritando no lograría nada.

     —No te la daré.

     — ¿Qué acabas de decir? —Levantó ambas cejas sorprendido.

     —Que no te la daré. —Repitió mirándolo con seriedad.

     —Bien. —Jacob se dirigió a la puerta pasando a lado de su hijo chocando su hombro contra el de él.

     — ¿A dónde vas? —Preguntó Thomas justo antes de que Jacob llegara a la salida.

     —A la policía.

     — ¿Qué? —Corrió hacia él y lo tomó por el brazo con fuerza obligándolo a girar y lo empujó contra la puerta.

     — ¡Thomas! ¡Tienes a una chica en tu sótano! ¿Qué su supone que debo hacer si no me das la opción fácil de dejarla ir?

     —No puedo... —Bajó la mirada—. Papá... —Volvió a levantar la vista con los ojos llorosos para ver los de su padre llenos de desesperación—. Si la dejo ir seguro le dirá a la policía.

     —Y si no la dejas ir, yo lo haré. —Amenazó sin estar muy seguro de que fuera verdad. Amaba a su hijo pero lo que éste estaba haciendo era ilegal.

     — ¡No puedes! —No quería tener que matar a su padre, pero estaba seguro de que lo haría si fuese necesario.

     — ¿Por qué?

     — ¡Porque soy tu hijo! —Esa era su última carta.

     —Tom... —Intentó tranquilizarlo—. Tienes una chica en tu sótano —repitió por milésima vez en los últimos cinco minutos—. Por favor, dime que es la primera y la última —Thomas bajó la vista sin contestar. Jacob quedó horrorizado—. ¡Por Dios, Thomas! Si no las dejas ir, ¿qué haces con ellas? —No quería saberlo, pero sus palabras salieron sin pensarlas. Su hijo se puso a llorar, era la primera vez que lo veía hacerlo. Jacob movió su brazo y se alejó de él, tenía ganas de vomitar, así que se recargó en el sillón intentando respirar profundamente—. ¿Por qué lo haces? —Preguntó sin mirarlo, creía que jamás lo podría volver a ver a la cara.

     — ¿Qué cosa? —Preguntó Tom con una sonrisa de diversión.

     — ¡Demonios, Thomas! ¡No estoy bromeando! ¡Sabes a lo que me refiero! —Tom bajó la mirada y dejó de sonreír.

     —Mi pa-padrastro... —Planeaba echarle la culpa a James por todo lo malo que le había pasado y por cada decisión errónea que había tomado hasta ese momento.

     —Él... ¿Hacía esto? —Tom asintió lentamente.

     —Él me enseñó a hacerlo. Me dijo que era algo que los hombres suelen hacer, yo sólo quería que se sintiese orgulloso de mí, y después... ya no pude detenerme.

     — Dios mío —Jacob se tapó la boca. Para ser honesto consigo mismo, no le sorprendía aquella confesión. Después de unos segundos recordó a la chica—. Dame la llave del candado para soltarla.

     —Si lo hago le dirá a la policía. —Se acercó a su padre.

     —Me encargaré de que no sea así —prometió—. Ahora, dame la llave —estiró la mano hacia su hijo. Tom suspiró antes de sacarla de su bolsillo trasero. Jacob fue a la puerta para entrar al sótano, pero antes de hacerlo volteó la cabeza sobre su hombro para ver a su hijo—. Tom, prométeme que será la última vez —No respondió—. Tom... —Nada—. ¡Thomas! —Gritó furioso.

     — ¡Está bien! —Una lágrima resbaló por su mejilla, quizás por la ira de perder a su chica, con el riesgo de que le dijera a la policía, o quizás era por la agonía que le provocaba pensar en que jamás podría torturar a alguien más. Aunque claro, no estaba seguro de cumplir su promesa.

     Antes de soltar a la chica Jacob le dijo que si hablaba iban a matar a su familia, que sabían todo de ella y que la estarían vigilando. Ella temblaba del miedo pero asintió lentamente, no pensaba abrir la boca nunca. Jacob la rodeó por el hombro y la subió al primer piso. Thomas jugaba con las llaves de su auto. En cuanto ella lo vio comenzó a llorar recordando todo lo que le había hecho. El joven se ofreció a llevar a la chica a su casa, mostrándole que sabía en dónde vivía. Durante el transcurso del viaje le taparon la cabeza e hicieron que se recostara en el asiento trasero para que no viera el lugar en el que había sido secuestrada por casi 2 días. La dejaron en el patio de su casa y se fueron asegurándose de que nadie los estuviera viendo. Tom llevó a su padre a la casa donde vivía con Lauren y Christian.

     —Gracias —Thomas habló antes de que Jacob cerrara la puerta del auto—. Por no ir a la policía.

     —Prométeme que no le harás nada a la chica...

     —Lo prometo. —Sonrió, su padre hizo lo mismo.

     Thomas regresó a la casa de Emily decidido a terminar lo que había iniciado pero la vio a través de la ventana de la sala; sentada, llorando, con sus padres abrazándola mientras ella sostenía una taza de algún líquido que humeaba. La chica giró la cabeza hacia su dirección, abrió los ojos tanto como pudo en cuanto lo vio en su auto mirándola con aquellos ojos azules. Sus padres intentaban llamar su atención, cuando ella volteó a verlos negó con la cabeza, se levantó del sillón y desapareció de la sala. El pelinegro entonces supo que ella no hablaría, y esperaba que así fuera. Se dirigió de vuelta a casa sin dejar de pensar en lo que acababa de pasar con su padre y el hecho de que no lo hubiese llevado directamente con la policía, le decía que él realmente lo quería.

Christian y Thomas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora