Thomas (Capítulo Extra)

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Todos los días me iba caminando de la escuela a la casa, pues la distancia no era demasiada, tal vez unas 8 calles. Cuando estaba en la esquina de la calle de mi casa una camioneta negra se detuvo a lado de mí.

– ¿Necesitas que te lleve, hermosa? –. Un hombre extremadamente pálido me sonreía desde la ventanilla del conductor.

– No. –acomodé las llaves entre mis dedos de tal forma que podían quedar como un "arma de defensa".

– Vamos, cariño, anímate. –la camioneta avanzaba lentamente a mi lado. Mi corazón empezó a latir deprisa, estaba a punto de llegar a mi casa y si ese hombre seguía acosándome tendría que pasarla de largo, como precaución para que no supiera dónde vivía y que estaba sola.

Miré por mi visión periférica y me di cuenta que la camioneta ya no iba a mi lado. Solté el aire que había estado aguantando. De repente alguien me rodeó por los brazos evitando que los moviera y antes de intentar gritar me tapó la boca. Quise encajarle las llaves en el brazo pero las había soltado cuando me sujetó. Lo rasguñé en los brazos, como pude, antes de sentir un piquete en el cuello haciendo que quedara inconsciente al instante.

***

Desperté sobre una cama, me mareé un poco al incorporarme. La cama estaba pegada a la pared y las sábanas estaban algo sucias. Bajé la mirada hacia mi torso, mis ojos se humedecieron cuando vi que estaba en ropa interior. Una cadena apretaba mi abdomen, un candado la mantenía pegada a mi cintura; la misma cadena bajaba hasta mi tobillo rodeándolo; al final, la cadena se fundía con la cama. Me puse de pie e intenté librarme de mi amarre pero me fue imposible. Quise caminar hasta la puerta que se encontraba del otro lado de la habitación pero la cadena no alcanzaba.

– ¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡Por favor! ¡Ayudenme! –. Las lágrimas ya resbalaban por mis mejillas. Tenía miedo, no sabía en dónde estaba, mis padres no sabían en dónde estaba, y lo peor de todo, no quería ni imaginarme lo que me iban a hacer.

La puerta se abrió y por instinto di unos pasos hacia atrás.

– ¿Cómo estás? –el hombre pálido que había visto en la camioneta me sonreía y miraba todo mi cuerpo con morbo. Por instinto intenté taparme la parte descubierta de mis pechos y mi abdomen, lo que pareció causarle gracia pues soltó una carcajada–. Eso no evitará lo que está a punto de pasarte, nena. –sus ojos azules eran hermosos pero al mismo tiempo daban miedo y se mostraban vacíos. Dio unos pasos hacia mí y yo retrocedí hasta pegarme a la pared.

– Por favor, déjame ir. –las lágrimas me caían sobre el pecho. Y el hombre de cabello negro seguía su recorrido con la vista sin dejar de sonreír. Se lamió los labios y después se los tocó con el pulgar.

– Dime, ¿eres virgen? –. Mi vista estaba tan bloqueada por las lágrimas que ni siquiera podía verlo bien. No quería responderle pues sabía bien lo que pasaría después.

– Por favor... –un nudo estaba atorado en mi garganta.

– ¿Cuántos años tienes? –. Preguntó acercando su mano para acariciar un mechón de mi cabello, cuando lo hizo di un pequeño brinco.

– 16... –sabía que respiraba pero no sentía que el aire llenara mis pulmones.

– ¿Cómo te llamas? –. Deslizó sus manos suavemente por mi cuello.

– Por favor, déjame ir... –de repente apretó mi cuello con fuerza contra la pared. Lleve mis manos a la suya intentando zafarme; era mucho más fuerte que yo.

– ¿Cómo te llamas? –. Me soltó para que respondiera su pregunta. Empecé a toser con fuerza mientras intentaba recuperar el aire.

– Ve-Verónica...

Christian y Thomas #2 (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora