Eminencia

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Era tal el amor que su padre le tenía (y seguramente le tiene) que no había nada que no le diera. En su casa la amaban y confiaban plenamente en ella. Pude comprobar varias veces el amor de sus padres, de sus hermanos. Ella en cambio solo despotricaba contra ellos y decía solo amar a su hermanita. Sus padres estaban enfermos por los disgustos que su "oveja negra" les daba. Desde pequeña ya los molestaba, por un lado era la niña perfecta, estudiosa y sobresaliente y por otro tenía un lado muy oscuro de maldad, de resentimiento y de odio terribles. Odiaba su cuerpo, su colegio, sus amistades. Envidiaba a otras chicas, siendo que no tenía nada que envidiarle a nadie, nunca supo valorar su propia vida y menos lo afortunada que era teniendo todo. Siempre necesitaba llamar la atención, y se quejaba de su cuerpo. Ya siendo una mujer, despotricaba contra la gordura de los otros, tildándolos de "gorda asquerosa, masa deforme, grasa humana", etc, sumamente cruel con la gente excedida de peso, inclusive con ella misma, que en su niñez habìa tenido unos kilitos de mas. Iba por todos lados con una coronita de strass, o sea de esas piedras que simulan brillantes, era una corona tipo de princesa, con la que obviamente cautivaba todas las miradas. Al verla yo me deslumbraba igual que todos, era hermosísima, pero juro que hubiese dado mi vida porque se enamorara de otra persona y al fin me deje en paz. Pero vestida de la mejor manera, y poseedora de una belleza casi fantástica, igualmente podìa notarse su soberbia, su maldad y hasta lo caprichosa que era. Casi insoportable, discriminaba a los gordos, a los negros, a los bolivianos, a los peruanos, e insultaba llamando: "bolita, peruca, sirvienta paraguaya" y tèrminos de ese tipo totalmente xenofòbicos. No compartìa vasos, ni cubiertos, ni espacios, con nadie que ella creyera "un negro cabeza". Solía decirme que había "aire contaminado, prohibido respirarlo". Eso me producía una indignación indescriptible, porque varias de mis amistades son de origen boliviano, o de otros paìses limìtrofes, y son realmente buenas personas. Una vez, en su peor momento de anorèxica, busqué un especialista para atenderla, una eminencia, un mèdico cubano. El doctor tenía una excelente trayectoria en el tema, y varios casos graves resueltos, era especialista en desòrdenes alimentarios, psicòlogo y psiquiatra, ademàs de médico clínico. Una eminencia. Su padre agradecido por mi gesto, propuso pagar todo el tratamiento sin que ella se entere, y yo acepté dado que no tenía medios económicos para pagárselo, y realmente quería curarla. La convencí y fuimos a una consulta. Previamente tuve que acceder a varios de sus caprichos, fuimos a tomar un café, al cine e hicimos el amor. Debí mimarla mucho antes de convencerla y que acepte ir a ese especialista, y luego de acceder a una consulta, me aclarò muchas veces, que solo lo hacía por mí. Su familia estaba feliz con la esperanza de poder recuperarla, su madre lloraba ante la posibilidad de ver a su hija curada y su padre me agradecía emocionado, sin saber claro, que previamente debí acceder inclusive a tener sexo con ella. Pero ella era hermosa, y mas allá de todo lo que había pasado entre nosotros, me daba un placer incomparable cada vez que teníamos sexo. Fué maravilloso, pero pasado el momento, sentía culpa y arrepentimiento.El mèdico cobraba diez veces el valor de cualquier otro especialista, y debíamos pagarlo por adelantado. Asì fuè que llegamos a la consulta ya con el dinero abonado. Nos sentamos en la sala de espera, y ella abrazada a mí esperaba su turno, como quien espera una sentencia. Yo contaba los minutos para que el médico la viese, comenzara a tratarla y la curase, así de una vez por todas podría ver su obsesión conmigo y me liberase de semejante persecuciòn. Cuando entró al consultorio la ùltima persona delante nuestro, ella me miró a los ojos y me preguntó: - Si dejo de ser ana, me vas a amar? a lo que respondí : - Hago esto porque te amo.Cuando se abrió la puerta del consultorio y salió la persona que estaba antes que nosotros, ella se puso de piè y encaminándose hacia su posible curaciòn, miró al médico, me dió un empujón y salió corriendo. Sin entender nada, le pedí disculpas al doctor y corrí tras ella. La alcancè a las dos cuadras y con el aliento agitado despues de haberla corrido como un loco, mantuvimos este diàlogo: A- nena! estas loca? que haces? C- dejàme vos y tu mèdico, que pretendés? que me haga atender por ese negro de mierda? A- no podes ser tan desagradecida. El tipo es una eminencia. C- conseguime un mèdico como la gente, tarado, no un bolita de mierda con olor a grasa. Y me dejò parado solo como un idiota, sin poder creer lo que oìa. Segùn ella, lo imperdonable fuè conseguirle un mèdico negro.

Me dicen AlejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora