Tan cerca... Tan lejos

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Luego del episodio en su casa, en el cual casi golpeo a su padre, creí que nunca mas volvería a verla. Estaba confundido, porque por un lado no quería verla mas y por otro quería verla, saber de ella, para cuidarla, para defenderla y tal vez para ser su refugio y tranquilidad aún a costa de mi propia felicidad. Desde ese momento en que tuve que irme dejándola en su casa (supuestamente el lugar en el que mejor tendria que estar), perdí el sueño, la tranquilidad y mi mente no podía pensar en nadie mas. No porque la amara, sinó porque sentía pena, sentía su soledad y lo indefensa que estaba ante esas situaciones violentas y ante su propia enfermedad que pretendían curar con medicación. Estando en estos vaivenes de sentimientos hacia ella, llegué a pensar que realmente la amaba. Cómo podía ser que me preocupase tanto por ella si no la amaba? Cómo podia ser que se adueñara de mis actos a tal punto de dejar todo para ayudarla, o posponer mi propia felicidad en la "obligación" de estar ahí para cuidarla? Sin dudas me necesitaba, y yo era para ella lo que ella había inventado de mí, su padre, su protector, su ángel, su lugar cálido y seguro. Pero yo no era eso, solo era un pobre pelotudo que no podía con su vida, que lo único que quería era estar tranquilo y seguir mi vida normalmente. Yo no tenía fuerzas suficientes para cuidarla, tampoco la amaba tanto como para sacarla de su casa y darle lo que ella necesitaba, una familia. En realidad ahora veo con claridad que fui una de las pocas personas que realmente la amó, porque el verdadero amor, va mas allá, y no siempre se deposita en un hombre, a veces es un amigo, un hermano, una madre, un padre, un vecino. El AMOR como figura de sanación no siempre tiene que estar depositado en el hombre-pareja-marido-novio. Pero casualmente ella había depositado ese amor en mi persona y esa mezcla de AMOR-NOVIO era fatal para mí .Primero porque yo sufría su locura y su violencia permanentemente, y lo que podiamos construir en dos horas se derribaba en dos minutos. Segundo porque yo no veía en ella una mujer acorde a lo que yo proyectaba como mi pareja, la esposa, la madre de mis hijos, etc. Tercero porque mi inseguridad y la violencia que ella tambien generaba en mi, hacía que me aleje en vez acercarme. Ella podía sacar lo mejor y lo peor de mí. Y de haber formado una familia juntos, nuestros hijos estarían sufriendo esa misma violencia que ella vivía diariamente. Yo no podía calmarla, solo a veces podía rescatarla de su propio dolor. Por ese motivo mi dia transcurría pensando en cómo ayudarla. Pero algo dentro mío se negaba. Volvía una y otra vez a mis pensamientos la nefasta pregunta: se lo merecía? despues del daño que me hacia? y el rencor también me quitaba la lucidez volviéndome al enojo y la negación. Optaba por seguir con mi vida, y que sus padres la ayuden. Pero... yo era su objeto de amor, no podía ser indiferente a su dolor. Al dia siguiente de lo sucedido, tomé mi auto, y casi como un autómata, conduje a su ciudad. No sé que iba a hacer, ni que pensaba al respecto, solo fuí . Obviamente que no iba a entrar a su casa, y menos hablar con alguien para preguntarle algo. Solo necesitaba estar ahí. No sé por qué ni con que fin, solo estar ahí. Cerca y lejos a la vez. Inmerso en mis pensamientos, en un semáforo se me acercó una niña con un ramo de flores perfumadas y coloridas, me dijo : DOS PESOS SEÑOR. y cuando la ví a los ojos entendí que esa niña era una señal. Compré el ramito de flores y decidí llegar hasta su casa para dárselas. Quizá ese detalle minúsculo de las flores ayudase a que tuviese ganas de volver a vivir. O al menos la hiciese sonreir. Apoyé las flores sobre el asiento del acompañante, y continué conduciendo, pero esta vez acompañado por el aroma que emanaba del colorido y pequeño ramito. Llegué a su casa, y conduciendo lentamente empecé a ver las ventanas con la esperanza que alguien me viera. Pero en la enormidad de esa mansión, parecía todo dormido, sin vida, y mi auto en la calle quedaba minúsculo, insignificante. Estacioné y bajé del auto con el ramito de flores perfumadas en la mano. No sé por qué pensaba que las flores curaban. De pronto vino a mi memoria la imagen de mi madre, cortando las flores que ella misma cultivaba y cuidaba en nuestro jardín. Mi madre solía ponerle esas flores a mi abuela, que por muchos años agonizó en la cama, con una enfermedad terminal. Y mi abuela al verlas, se alegraba y se acercaba a ellas para olerlas, y luego sonreía. Crecí con esa imágen y algunas veces fuí yo quien preparaba los ramitos para mi abuela. Será por eso que siempre relacioné las flores con las demostraciones de amor y los buenos deseos. Mientras me acercaba al portón principal, el miedo y la incertidumbre se apoderaron de mi. Qué estaba haciendo? por que? y si se ponía peor al verme? Lleguè al portón y apoyé el ramito de flores sobre un pilarcito y ahí lo dejé. Volví sobre mis pasos, y entré en mi auto. Me quedé sentado ahí, sin saber que hacer. Pensaba, recordaba, buscaba una respuesta, una guía, algo que me indicara lo que debía hacer. Cuál era el camino correcto? tenía que entrar a verla? tenía que irme? y sin encontrar la respuesta, seguí ahi inmóvil como paralizado viendo las florcitas apoyadas en el umbral de su puerta. Cuando me dispuse a marcharme, y ya en camino, veo que su padre acercándose al portón, tomaba el ramito de flores y lo llevaba para adentro de la casa. Y cuando pasé por enfrente, se volteó a verme, como dicièndome VOY A DARLE TUS FLORES, y noté en su mirada mucho dolor, un gran sufrimiento, tal vez arrepentimiento. Pero no pude bajar del auto, no pude. Continué mi camino, pero mas tranquilo, porque al menos la pequeña recibiría las flores sanadoras. Aunque no le diga que era yo quien se las enviaba, confiaba en que las flores iban a hacerla sentir mejor.

Me dicen AlejoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora