Capítulo 1: "¡Marjorie Finn!"

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27 de diciembre, 1949

Los Angeles, California.

California es un estado que generalmente se le conoce por su cálido clima como el verano, el cual a veces puede llegar a excederse, al punto de que los norteamericanos pensaran que se les quemaba la piel lentamente a causa de los potentes rayos del sol. Pero esa oscura noche Marjorie sentía frio. Una agradable y escalofriante sensación que le gustaba, claro eso no querría decir que lidiaría con ella por mucho tiempo. Su abrigo negro se encargaba de eso en cierta parte, ponía a raya el aire gélido, pero este lograba colarse de todos modos aunque en menor intensidad.

Aspiro profundamente, deleitándose del fresco oxigeno del exterior de manera momentánea, porque la sensación de calma al salir del edificio no era tan duradera.

Se vio interrumpida al instante por miles de flashes de las cámaras. La cegaron, y tuvo que entrecerrar sus ojos colocando una de sus manos en la sien para poder seguir adelante en esa marea fotógrafos que encontraban a su alrededor. Realizaban preguntas molestosas que ella en ese momento no pensaba en responder, pero a pesar de ello y también habían fans, e incluso si se encontraba en su peor día no iba a dejar de ser lo más amable posible, regalándoles aunque sea una simple y modesta sonrisa.

Suspiro. La actuación siempre había estado en sus planes desde que era chica.

Apenas había tenido diez años, cuando se aferró a esa idea y lo recordaba con exactitud sin perderse ni un solo detalle. Recordaba haber corrido mucho, tanto que sus piernas se entumecieron advirtiéndole que dentro de poco no podrían seguir dando más pasos, pero eso no le prohibió seguir corriendo. Corría tras su amigo Bryce para llegar a alcanzarle, pero para su desgracia entre ambos había una buena cantidad de distancia en la que él llevaba ventaja. La pequeña se detuvo entonces, teniendo en cuenta de que perdería más tiempo pero sus pulmones le pedían a gritos aire y sus piernas no dieron para más.

Jadeante, con las manos en sus rodillas un sonido la distrajo.

Se volvió a su lado encontrándose con una tienda de televisores. Los escaparates, estaban llenos de ellos habiendo unos más grandes y otros más pequeños así como también algunas radios y tocadiscos. En su hogar aún no se podían dar el lujo de tener un televisor, las posibilidades eran escasas y muy poco probables, por lo que se permitió a si misma a ver la aquella pantalla en blanco y negro.

Se enfocó en una chica que actuaba en el ámbito de comedia, notándose a leguas por las risas del público que sonaban cada vez que se decía una línea aparentemente cómica. Ella no se fijaba mucho en la conversación divertida, se enfrasco tanto en como lo hacía, se fascino por todo el hecho de que pareciese tan real lo que decía, como si fuese algo natural y se convenció de que quería hacerlo algún día.

Después, con el pasar de los años, se convirtió en una obsesión.

Cuando en verdad se encaminaba por el camino de la fama se vio obligada a hacer muchos sacrificios. Derramo lágrimas y paso noches en desvelo para poder conseguirlo, recordaba discutir a menudo con el jefe del edificio por apenas tener el dinero para cancelar la renta y a aguantar como a veces los productores le decían un seco "Te llamaremos" cuando sabia con claridad que era un traducido "No lo lograste. Sigue intentando, niña".

Luego, en una ocasión si le llamaron, fue el único "te llamaremos" que parecía ser creíble y allí realizo su primera producción. Con mucho esfuerzo y dedicación logro saltar a la fama.

Pasó de ser invisible a ser un icono en Hollywood entonces, pero siempre creyó que los paparazzi eran probablemente la peor parte de su trabajo, y era algo gracioso, porque ese era el trabajo de ellos: Investigar la vida del mundo de la pantalla grande para simplemente tener un encabezado en su próxima edición.

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