Capítulo 32: "Desición Permanente"

90 11 1
                                    


Marz suspiro fuertemente mientras pasaba sus cabellos hacia atrás completamente frustrada, comenzaban a estorbarle y se comenzaba a sentir sofocada aunque extrañamente el clima de África había aparecido en sus tonos más relajantes. Las nubes algo grisáceas suaves tal algodón cubrían el cielo como si avecinaran una tormenta perfecta, no dejaban que los rayos de sol se interpusieran y en cambio, ofrecían una agradable ventisca que daba su inicio al este. Refrescaba toda la sabana haciendo que se volviera un poco en movimiento. Miraba a un punto fijo, las tranquilas gramas de la sabana moviéndose al compás del viento. No hacía más nada que tratar de relajarse y mirar, alejada de la civilización lo suficiente como para que nadie la encontrara de un momento a otro, empezó a pensar en todo lo que podría hacer para tratar de decirle a Robert lo que ella quería.

"Soy una cobarde" se determinó mentalmente.

Era tan solitario el lugar en el que se encontraba, llego al punto de convertirse triste y junto con el clima presente solo conseguía ser un escenario más. Lleno de nostalgia. El árbol era un soporte firme, no había caído al suelo como pensaba que pasaría, sus ramas eran ásperas al tacto y no estaba se encontraba tan elevado como de costumbre, un perfecto asiento natural.

La carta se encontraba entre sus manos, era tan liviana y solo contenía las palabras M.F. resaltando en perfecta y delicada caligrafía.

"Que divertido seria ser invisible"

No sabía con exactitud porque ese pensamiento reboto en su mente, pero la idea surgió y comenzaba a desarrollarse. Qué lindo seria que nadie notara tu presencia por un momento. Que todos te vieran como un simple y corriente humano, alguien más del montón, completamente común, que al llegar a algún lugar no causara impacto. Que ironía que todos quisieran ser como ella. Harían fila para ocupar su lugar si tuviesen la oportunidad. Todos tenían una perfecta imagen de Marjorie Finn. Lujos, fiestas, dinero, admiradores, galardones, belleza... Con todo eso podría tener el mundo a sus pies.

Pero no era del modo exacto en el que se sentía. Los flashes de las cámaras lo hacían ver como un sueño, cuando simplemente no se sentía bonita o afortunada, se sentía confundida, se sentía usada. ¿Pero que podía hacer? No iba a suicidarse por ello, existían otras maneras de escapar de la realidad...

"El dinero no compra la felicidad, pero ahora mismo, ellos te dirán que tú eres la afortunada"

Alzo su vista mientras pasaba un mechón de cabello detrás de su oreja, el viento comenzaba a volar un poco su cabello. Su corazón palpito con fuerza cuando escucho un "Crack" de una rama al partirse.

―Lo lamento ¿Te asuste? ―Theodore quitaba las ramas de su camino para poder llegar hasta la chica sentada en un árbol. Esbozo una sonrisa al encontrarla precisamente a ella. Estaba desaparecida desde la mañana, habían sido órdenes claras de que volviera para no perder de vista a ningún miembro del campamento. Especialmente la protagonista de la película.

―Por lo que más quieras, Theodore. No vuelvas a hacer eso ―se llevó una de sus manos al pecho, respirando agitadamente.

Theodore sonrió pero de inmediato, dándose cuenta de los hechos relamió sus labios.

―¿Qué haces allí arriba?

Marz miro bajo sus pies percatándose de que, bien, si, quizás solo se encontraba un poco lejos del suelo pero para el término de ella, en donde se encontraba no era algo que ella definiría alto. Solo podía acordarse de los árboles que trepaba junto a Bryce cuando era niña, aquellos perfectos rascacielos verdes. Con el tiempo jamás había vuelto a subir a la copa de uno. Era la primera vez que Marz volvia a un árbol en años.

―Sube ―dijo ella y esperaba que lo hiciera. No planeaba con exactitud un suplente de Bryce, solo quería un hombro en el cual descansar. Theodore lo pensó, exactamente tres veces y rindiéndose apoyo sus manos en el árbol para proceder a colocar el primer pie. Trepo con dificultad, no subía a los arboles constantemente, cuando se trataba de Marjorie Finn decirle un "No" era difícil. Llego al lado de Marz tambaleándose un poco con el miedo de caer, le sonrió jadeante y ella palmeo su lado izquierdo para que se sentara. El soltó un suspiro de alivio cuando recupero el equilibrio y se sentó junto a ella.

―¿Qué haces aquí? ―pregunto el después de un largo silencio. La sonrisa de Marz se fue tornando lentamente a una expresión seria, intrigante.

―No lo sé ―dijo finalmente. Sus ojos estaban entrecerrados― Creo que, es un buen lugar para pensar alguna... cosas.

Theo lo reflexiono.

―Pensar tanto... podría arruinar tu felicidad.

Las palabras retumbaron ecos en la mente de Marz, cada vez más constantes sinfín seguían siendo pronunciados, entonces dejo caer su cabeza en el hombro de Theo, casi solloza en el.

―No sé qué hacer, Theo ―y aunque él no comprendía, se limitó a guardar silencio y solo ser un amigo fiel. Dejo que Marz se desahogara un su hombro y de vez en cuando acariciaba su brazo para calmar todos sus miedos. Aunque no era suficiente, era mejor que nada―. Me enamore de él.

Ella ni siquiera pensó en decirlo, pero que las palabras salieran de sus labios era tan agotador como aliviador. Suspiro profundamente sintiendo como su corazón se quebraba un poco, era un presentimiento fuerte, Marz sentía que no debía enamorarse de una persona como Robert Kingsley. Theo tardo un poco en darse cuenta de los acontecimientos que rodeaban la situación y cuando lo hizo, apretó a Marz consigo un poco más. No quería decir nada, no encontraba las palabras correctas y Marz lo agradecía. Porque lo único que ella necesitaba en ese momento, era unos brazos que abrazar, oídos que la pudiera escuchar y hombro para llorar.

―Deberíamos volver, la fiesta será estar tarde ―menciono Theo temeroso a los comportamientos de la chica que había sollozado en su hombro. Marz asintió mientras sentía el rastro frio que dejaron sus lágrimas en sus mejillas.

―Lo siento mucho si te incomode, Theo ―limpio sus pequeñas lagrimas rápidamente―. Dios, soy un asco...

―Oh no, no digas estupideces, Marz, tranquila. Soy tu amigo, puedes tenerme confianza.

Marz asintió tratando de realizar una sonrisa que termino en una triste mueca. En ella broto una pequeña pizca de felicidad al saber que no se encontraba del todo sola. Miro a la sabana y suspiro.

―Podría quedarme aquí para toda la vida ―dijo con hilo de voz. La carta entre sus manos tambaleaba gracias a la inquietud de sus dedos, paso un mechon de cabello oscuro por detras de su oreja mientras tomaba una de las decisiones más importantes de su vida―. Pero nada dura para siempre...





-.-.-.-

Wildest DreamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora