Capítulo 38: "Sueños Imposibles"

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"Esto no puede ser más un desastre" pensó él.

Como si la vida de los actores no fuera agotadora. La de Robert no era una excepción. Que te recuerden que tienes una reunión muy importante a la que asistir y tengas que dejar a tu novia a un lado porque te amenazan con tu contrato, no es lindo.

Bueno. Ni siquiera Robert sabía con claridad que era lo que sucedía entre Marz y el, pero lo que si sabía es que de pronto se convirtió en una adicción.

La ansiaba, necesitaba de su presencia, de su sonrisa, de su compañía, de sus labios, toda ella.

Entonces. Corrigiéndolo.

Que te alejen de tu adicción, no es lindo... Definitivamente sonaba mejor en su cabeza.

Si bien, nunca llamaban a Robert de Cross Managent a menos que se tratará de controlar su vida. Cada segundo de su existencia lo que más se lamentaba era firmar ese maldito contrato, no haber indagado en más opciones y solo tomar la oportunidad que tenía despreocupado de lo que pasaría después.

Pero no había ya vuelta atrás.

La buena noticia es que este expiraba en tres meses. Sólo tres meses para buscar otra empresa que maneje todos los aspectos y archivos de su carrera.

Suspiro.

Marz.

Era su único pensamiento y no sabía si tenía que preocuparse por ello.

Usualmente las chicas sólo han sido pasajeras. Todas se han quedado en su vida de manera temporal y nadie, jamás, ha hecho sentir a Robert como la señorita Finn lo ha hecho. Reordenar emociones era lo que tenía que hacer, pero de algo estaba seguro, le fascinaba estar junto a ella.

El auto giro a la izquierda entre las calles con elegancia, se dirigía a un destino, el cual no era de cierto agrado. Aun así, con lugares desagradables para él, Robert no se sentía tan a gusto en otras ciudades como en Los Ángeles. Ni Berlín, ni Nueva York y ni siquiera la amada París eran tan agradables como lo era esta tropical y moderna ciudad. Las calles, las personas, la música, todo era perfecto.

Por un momento había perdido el estrés acumulado.

Hasta que vio el edificio de su perdición.

De unos veinte pisos, colores grisáceos y grandes ventanales. Era un bonito edificio, pero todo tiene sus defectos. Las paredes laterales estaban un poco dañadas, la pintura caía poco a poco, como si lentamente pereciera. No era ese su único defecto, también lo era las personas que lo operaban. Eran para Robert de carente uso de razón y cada vez que le reprendían algo, él se sentía atado.

¿No era ya lo suficientemente mayor como para tomar sus propias decisiones y manejar su vida a su antojo?

"Maldito contrato" pensó una vez más.

Estaciono el auto al frente del edificio. Sólo serían unos minutos, no planeaba que la reunión durará tanto y sabía que ellos tampoco lo querían así. Seria precisa y resumida, luego, volvería con la chica de ojos azules que le hacía perder la cabeza.

Asegurando el auto salió de allí y con pasos seguros caminaba hasta el edificio. Al cruzar el umbral pudo captar muchas miradas. Inexpresivas, sorprendidas, nerviosas y algunas de reojo. Y es que él podía causar mucho impacto al ser uno de los mejores actores de Hollywood. Por un momento se preguntó como Marz aguantaba todo eso... y si, otra vez la chica entraba en su mente.

Cruzando por el pasillo llegó hasta el ascensor y oprimió el botón del último nivel. Le echó una mirada rápida a su reloj verificando la hora y se encogió de hombros para sí mismo al darse cuenta de que llegaba treinta minutos tarde. No es como si fuera la primera vez que sucedía, ellos ya deberían estar acostumbrados a las actitudes rebeldes de Kingsley. Él nunca era del tipo de chicos que cumplían las reglas, eran muy escasas las ocasiones y si sucedían, estas ocurrían sólo por el hecho de ser realizadas a favor de personas a las que él les importaba.

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