19 de febrero de 1950
Querido Robert:
Hay cosas que, simplemente no se pueden expresar con palabras. Y es extraño, pero quizás implantarlas en una simple y débil hoja de papel me ayude. Veo mi reloj en el tocador de reojo y marcan exactamente las 2 am. Aquí, en una tienda de suaves telas y bajo la radiante luna de áfrica, comienzo, este mi punto de partida. Y aun no logro sacarte de mi cabeza.
¿Sabes?
Siempre le he temido y a la misma vez he anhelado el amor.
Como te dije, esto jamás podría decirlo en persona, mis mejillas subirían de tono más que de costumbre y estaría roja como tomate...
He vivido el amor en solo historias. Las emociones en ellas son fuertes, mágicas y como negarlo tan hermosas, luego, por otro lado, lo he vivo mediante las otras personas, muchas importantes para mí. Quizás no tenga mucho que ver, pero cuando Ariana se enamoró, lo hizo perdidamente. Me cegué de tanto brillo, de tanto cariño y la misma vez de tanto amor que era posible sacarme pequeñas lágrimas de felicidad infinita. Se sentía tan feliz, yo me sentía feliz por ella y como una pequeña niña disfruto de cada momento.
Pensé que no podía ser más perfecto, hasta que vino la lluvia e inundo todo.
La desgracia, la decepción, las lágrimas, todo eso junto era demasiado para una chica que apenas dejaba una huella en el mundo. No tenía idea de que un corazón se podría romper tan fuerte hasta dejarlo añicos. Ella era tan joven y por un momento pensó que no podía más. Yo sufrí junto a ella, al verla en el frio suelo aferrada a una cómoda almohada que se encontraba llena de lágrimas en donde fueron drenadas cada mínima esperanza. Su mirada se encontraba tan perdida y para finalizarlo, parecía quebrada... rota. Había sido una de las pocas veces que la había encontrado llorando, por lo cual, retrocedí. Pero no a ella, sino, al amor.
Fue allí el instante en cuando le temí. Temí enamorarme y a la misma vez lo anhelaba. Cada vez que tocaba a mi puerta alguna posibilidad era capaz de cualquier cosa evitarla, me encerraba a mí misma. Así me mantuve, recibía una que otra pequeña burla "¿Nunca conseguirás al afortunado?" o "¿Acabaras sola con miles de gatos?" hasta una vez cuando hable con la Sra. Robinson, la noticia le impacto tanto que dejo escapar un jadeo sonoro y sorprendente "¿Aun no?" había susurrado.
No la culpo.
Hasta yo misma me sorprendería de que una chica con una carrera a la que ellos denominaban "brillante" con veintiséis años de vida aun no consiguiera a alguien con quien seguir viviendo la aventura que es la vida. Pero hui, como una pequeña niña asustada de un payaso. Viví encerrada en una jaula de anhelo e inseguridad, y yo misma tenía la llave, aquella a la cual estaba casi segura de nunca más usar.
Eso fue hasta que te vi.
No sé qué fue. Tus ojos, tu mirada, tu voz, tu confianza, tu sonrisa, tu pequeña aura de misterio, algo me enganchó a ti sin pensarlo dos veces, luego comprendí que no fui la única a la que le había pasado. No tenía intenciones de acercarme ¿Recuerdas? Siempre fueron órdenes de alejamiento que mi mente procesaba y repartía por todos mis pensamientos, no tuve algún obstáculo en cumplirlas hasta que tú te acercaste.
Tú te acercaste.
Y de pronto, ideabas todas las planes posibles para romper mis barreras, algunas no eran de manera intencional. Tocabas a mi puerta insistentemente y yo la negaba a abrir.
Decidiste entrar por la ventana, que siempre se encontraba abierta.
Fue cuando comprendí. Que el amor a simple vista o mediante palabras no se comparaba con vivirlo en persona. Caí fácilmente, pero antes de caer demasiado pronto como una simple pieza siendo derribada por un dedo en un juego de ajedrez, tú me atrapaste. No sabía tus intenciones, entonces deje que lo hicieras, claro con pequeños obstáculos que para ti no fueron problema.
Me enamore de ti.
No se cómo paso tan rápido pero se me es incapaz expresar todo el amor que te tengo ahora mismo. Eres tan hipnotizante, me haces reír en mis momentos de soledad y haces que esboce una sonrisa en mis sueños. Pero sé que no debo hacerlo. Sigo siendo la misma chica asustadiza de siempre aunque me deje llevar por el momento.
Te abrí la ventana pero la puerta aún no.
Así que ahora ves porque estoy asustada. No puedo abrirte mi corazón sin preocuparme y es lo único que hago. Y no puedo situar mis esperanzas tan alto porque cada "Hola" termina con un "adiós". Puedo sentir y ver lo mucho que me duele ahora, no me imagino si uno de esos "Adiós" sucede otra vez y se convierta permanente.
Mi mente jamás se había enredado tanto. Cada pregunta, cada duda es como un nudo en mi garganta, un agudo dolor e insistente dolor en mi cabeza y solamente tú tienes la respuesta. Aun no tomo la valentía necesaria para dejar todas las cartas en la mesa y tú puedas responder a ellas. Espero hacerlo pronto antes de que sea muy tarde.
Puedo librarme de todo eso cuando estoy contigo, tu voz me relaja al saber que estás conmigo, tu mirada me hipnotiza, sin dejarme alguna salida, tu tacto me enloquece y simplemente me seduce y luego están tus labios que me transportan a otro mundo del cual jamás querría irme.
El silencio, es torturador a veces comparado con el que vivo contigo, más cálido, más tranquilo.
Pero entonces parpadeo tres veces. Y ya no te encuentras. Cuando la noche termina, tenemos que decir adiós, entonces cargo con este peso, sigo adelante, mientras todos se van y nadie se da cuenta. Nunca me había sentido así antes y la pregunta del millón es con la que más carga mi alma.
¿Somos amigos o algo más?
Yo simplemente quiero saber una respuesta y no es la única pregunta. Miles, entre ellas ¿Qué es lo que piensas? aun cuando estas solo, a veces me pregunto ¿Es en mí? ¿Estarías pensando en mí? No sabes cuán difícil es para mí.
Ahora creo que iré yo, pero mientras camino hacia tu puerta y alzo mi mano para tocarla.
No estoy segura.
Pero si dices que una de estas noches te quedaras conmigo. Cambiare de parecer.
Porque en realidad no quiero saber si me estoy alejando de ti, si al final me pertenecerás. Así que, por más que sigas con "Nadie debe enterarse de que hacemos" Por favor, no te vayas, quédate junto a mí, quédate toda la noche.
Te prometo que si eso ocurre, si me dices que lo harás...
Cambiare de parecer.
Siempre tuya,
Marz
Marz rápidamente soltó la pluma que era sostenida por su mano derecha, sus dedos temblaban ligeramente y aun sentía su mente revolotear en el aire. Tomo la carta mientras sus parpados comenzaban a pesarle y paso sus manos por sus mejillas quitando el rastro húmedo que se encontraba gracias a sus lágrimas. Bostezo ¿Pero cómo no? Al fijarse de que eran las 3 am. Supo que había excedido sus propios límites. Se estrujo sus ojos, soñolienta.
Al ver la ya carta doblada perfectamente empezó a vacilar. Mordió su labio inferior buscando algún valor que la impulsara lo suficiente como para ir hasta su tienda, la del hombre que amaba y dejarla en su entrada.
Parpadeo tres veces. Se volvió a acostar, la cama le dio la bienvenida y el sueño pudo con ella, había sido una larga noche. Sus parpados no tardaron en cerrarse, su ultimo pensamiento fue el, su voz, sus ojos, sus besos...
Bajo la luz de la luna, en esa tranquila tienda. La carta yacía descansando en el cajón del tocador.
Jamás la entrego.
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Wildest Dreams
Fanfiction////// EN EDICIÓN ////// ―Nadie tiene que enterarse de que hacemos ―murmuro ella, agitada. Una sonrisa fue apareciendo lentamente en sus rosados y suaves labios, volvió a tomar el rostro de ella entre sus manos. Ajuntando sus narices, un acto de du...