Tocarse los labios para ella era inevitable, sus dedos pasaban de arriba a abajo, de un lado a otro. Una parte de ella sentía que había hecho algo que jamás debió hacer, algo que nunca debió ocurrir pero de nuevo sentía la suavidad de los labios de Robert entre los suyos, queriendo volver a sentirlos, saborearlos y más que nada tenerlo cerca a él. Entonces le hacía pensar que sin duda extrañaba el beso, ansiaba que volvería a ocurrir.
Cuando él se había separado de ella pensó que lo volvería a hacer, volvería a besarla. Pero siempre habrá algún factor que lo impida, en ese momento solo fue una persona, si ella mal no recordaba era una de sus compañeras de secundaria. Fue la primera vez que Marz había maldecido entre dientes, entonces Robert le dio un beso lento en la mejilla y despidiéndose salió de la casa de Marz. Pudo observar como el convertible negro se alejaba hasta desaparecer entre las calles. Suspiro. Quizás solo fue algo de momento, aun así la situación era impredecible para ella más que nadie. Los botones negros de su camisa blanca eran molestosos, pero era lo más apropiado para usar para el viaje, eso y sus pantalones negros con su elegante sobrero del mismo color, haciendo juego con la camisa, ella era una chica a la moda gracias a los diversos e insistentes consejos de Ariana. Suspiro mirándose en el espejo por última vez y de nuevo sus dedos tocaron sus labios rojos. Es sorprendente cómo alguien llega a tu vida para marcarla completamente, como esta llega y se hace la pregunta frecuente ¿Pasajero o por siempre? Por siempre es una palabra muy grande, es lo que nos hace dudar mucho de esa persona hasta conocerla completamente que también por cierto es un enigma por descubrir. Marz tomo su bolso negro al escuchar el sonido del claxon, bajando las escaleras con cierta pereza. Comenzó a ver su hogar detenidamente. Como los candelabros colgaban iluminando el lugar y la sala de invitados donde su piano negro era el protagonista resaltando y llamando la atención en muchas ocasiones, extrañaría el color de las paredes azules y los muros blancos, el aroma tranquilo a fresas y en cierta parte sentía que abandonaba su jardín. Pero volvería, de eso estaba segura así que tomo esfuerzos para controlarse y no imaginarse todo como una despedida.
—Marz, vamos se hace tarde —Bryce tomo la última maleta de Marz para mirarle. Ella no estaba segura si era nostalgia o preocupación. Ella tomo una de las fotos de su repisa, una en las cuales salían ellos, los tres mosqueteros, recordando el día la guardo en su bolso.
—Vámonos —Bryce asintió y ella le comenzó a seguir. El hogar de Marz fue cerrado con llave esta vez, soltó el picaporte con indecisión.
El día en comparación era radiante, demasiado para el gusto de Marz. Volvía el típico ambiente de California, el sol hacia colorido el jardín y sus rayos cegaron un pocos sus ojos, agradeció haberse colocado el sombrero. Su hermano abrió la puerta para ella no fue hasta que entro que se sintió segura, el cerro la puerta del auto rodeándolo para llegar al asiento del piloto. Inserto las llaves dando a sonar el motor intensamente, a Marz nunca en su vida llego a molestare y a la misma vez asustarle el sonido. Dio un salto.
—Lo siento. Creo que debo llevarlo al taller —el arranco el auto dirigiéndose al aeropuerto, en donde partiría el Jet privado a África.
—No tenías que llevarme, pude pedirle a alguien más que lo hiciera —murmuro ella, sus brazos se cruzaron mientras le miraba. Bryce giro sus ojos.
—Me ofendería si lo fueras hecho —giro para llegar al autopista—. ¿Por qué alguien más mientras tienes a tu hermano del alma?
—Bueno, hermano del alma. No te quería molestar.
Bryce detuvo el auto al ver la luz roja del semáforo, fue el tiempo necesario para descansar la vista del camino y mirarle a ella. Marz ya sabía que le diría, con el tiempo, a las personas que se mantienen a tu lado les empiezas a memorizar todo, sus gustos, sus reacciones, sus costumbres, había sido tiempo suficiente como para que los mejores amigos se memorizaran todo entre sí. Bryce resoplo.
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Wildest Dreams
Fanfiction////// EN EDICIÓN ////// ―Nadie tiene que enterarse de que hacemos ―murmuro ella, agitada. Una sonrisa fue apareciendo lentamente en sus rosados y suaves labios, volvió a tomar el rostro de ella entre sus manos. Ajuntando sus narices, un acto de du...