Capítulo 27: "Problemas con los Besos"

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No es tan difícil de explicar el sentimiento de la decepción.

De hecho, el punto difícil es el de decirlo en voz alta. Es el momento en donde tu pecho comienza a oprimirse, como si necesitara respirar y no podrías hacerlo, un vacío en el corazón y la simple idea de que todo lo que pasaba era un sueño, no era aceptado y que la esperanza que antes había murió.

Marz se sentía tan sola.

El galopeo del caballo en el que estaba era seguro, rápido, confiable. Lo había encontrado solo y ella simplemente quería escapar, como si con eso pudiera respirar al menos, alejarse. El viento golpeaba su rostro como una tranquila caricia y con cada paso que aumentaba el campamento era más pequeño a la vista, pasaba entre las sabanas y entre los animales a quienes no les importaban mucho su presencia. Sus cabellos volaban ligeramente y se aferraba al caballo de pieles oscuras como si su vida dependiera de ello. Se prometió a si misma que no lloraría por él, pero sentía unas inmensas ganas de soltar todas las lágrimas acumuladas en sus ojos.

Sujeto con fuerza las riendas del caballo, se había alejado demasiado y si lo hacía más entonces se perdería. Su mirada se elevó hacia el cielo buscando y soltó un suspiro frustrante. ¿Por qué le afecta tanto?

Lo amaba... ¿Lo amaba?

"Dios... ¿Esto estaba pasándome a mí?"

Nadie jamás le había hecho vivir esos sentimientos y nadie jamás le había traído nuevos por los cuales frustrarse y llorar. Su cabeza reposo con cuidado en el crin* del caballo más sereno que ella.

―Quizás deba dejarlo ir. Quizás para el solo fue algo del momento mientras que...―cada palabra le quemaba y le dejaba un nudo en la garganta. Suspiro fuerte― para mi... fue todo. Pero... no puedo, no puedo olvidar, no puedo ―casi solloza las últimas palabras.

Hablar para sí misma resultaba algo desahogante, era lo mejor que podía hacer en la soledad en que ahora se encontraba y sumándole lo terriblemente sensible que era ella, bueno, un solo movimiento en falso y se quebraba. Solo una persona podía unir las piezas de nuevo.

La misma que hizo que estas se apartaran.

Ni siquiera ella misma reconocía a la Marz de ahora, nunca creyó haber terminado en esta posición, tan perdidamente enamorada de Robert Kingsley. Solo le tomo unos minutos, los necesarios, solo para darse cuenta de que las barreras que ella construía, las derribaba el con facilidad, tenía la manera de ir fácilmente hacia ella. Marz parpadeo un poco mientras respiraba y trataba de recuperar el aliento.

"Él no se merece ninguna de tus lágrimas ¿Dónde quedo la chica que jamás caería a los pies de un chico?"

Palabras, sucesos, pensamientos, todos tienen el poder de cambiar en un instante. Toda la tristeza de Marz fue suplantada por ira, enojo, tanto por Robert como por si misma al ser tan... estupida.


(...)


―¡Maldición! ―gruño por lo bajo ella una vez más. Abrocho el ultimo botón del mismo uniforme de Mia. Últimas escenas, dijeron, no actuaras más en África, dijeron.

Por un simple error todo se vino abajo. Exactamente las cintas grabadas del beso entre Mia y Adam se fueron directo a la basura. Fueron confundidas con las que se supondrían que debían ser eliminadas. Su sueño relajante fue interrumpido por ello.


―Espero que sea bueno, Theodore. No estoy de ánimos ―gruño contra la almohada. Después de su cabalgata desahogadora y reflexiva, dejo al animal en el mismo lugar donde lo encontró, recibiendo una que otra mirada extrañada de los trabajadores que curiosamente volvieron temprano de la hora propuesta y se dirigió a dormir, le hacía olvidarse de todo.

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