Bajo de un arnés desnudo.

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Las puertas del pub están abiertas, el gorila que hace pasar a las personas, tiene cara de fastidio, aunque hemos visto que con algunos buenos billetes se vuelve amable. El mar de gente que se empuja para conseguir entrar nos bloquea la entrada, «teníamos que venir en sábado.»

Manuel ama venir aquí, le gusta saber que solo entra lo mas exclusivo de la ciudad, y viviendo en un lugar tan alejado como en el que vivimos, la variedad de chicas que hay aquí, es la cereza del pastel para él. «Niño consentido elitista» pienso un tanto irritada.

—Podrías solo controlarlo un poco y hacer que nos deje pasar sin pagar nada. —Ya tiene la cartera en mano y se bien que no va a hacerme caso.

—Tenemos los medios para hacerlo como todos los demás Mónica, además, si dejo al tipo congelado ahora, la gente aprovechara para colarse y el venir aquí no tendría ningún caso. —Bufo por lo bajo y decido que tratar de convencerlo resultará inútil. Es terco como él solo.

Con algunos codazos accidentales y otros intencionados, logramos llegar hasta la puerta. El hombre grande nos mira indiferente y Manuel saca algunos billetes para captar su atención. Los ojos le brillan al leer los números en el papel y una sonrisa reemplaza momentáneamente el fastidio.

—Un verdadero placer que nos visiten, señor. —La cuerda que impide el paso se abre y mi hermano desliza el dinero en la chaqueta del hombre antes de dejarme pasar.

—Gracias. —respondo al hombre y entro al lugar.

El olor a alcohol y cigarrillos impacta en mis fosas nasales antes que nada. Cuerpos sudorosos están bailando en la pista y algunos mas, están sentados en las mesas tratando de comerse a su pareja.
«Iugh» me digo a mi misma.

Logro ubicar una mesa vacía en medio del caos de gente y me dirijo hacia ella rápidamente. Un mesero se acerca hasta donde estoy y me ofrece una carta con las bebidas y sus precios. Simulo leerlos y le pido que regrese en un momento por mi orden.

«¿Dónde demonios está Manuel? » 

Las miradas de las chicas que están delante de mí, viajan hasta algún punto detrás de mi cabeza y parece que comenzaran a hiperventilar en cualquier segundo.

—¿Tus entradas siempre son tan dramáticas cariño? —Una risa musical suena a mis espaldas y me tenso de inmediato.

Él hombre que está detrás de mí no es mi hermano.

—Regularmente bajo de un arnés desnudo, pero ésta noche no lo tuvieron listo. —Una voz grave me responde con tono divertido y sus pisadas me indican que está rodeándome.

Puedo escuchar que las patas de la silla, rozan contra el piso de madera y que la tela acolchada se hunde bajo su peso.

—¿Tú también sueles dejar babeando a los hombres? —Entrelaza sus dedos sobre la mesa y me mira expectante, aguardando mi respuesta.

Maldición, a buena hora se le ocurrió a Manuel desaparecer.

El carraspeo del mesero, hace que sus intensos ojos oscuros se despeguen de mi cara, dirigiéndolos hasta el pobre sujeto que espera por mi orden.

—Di-disculpe, p-pero ¿ya sabe que va a pedir? —El mesero tiembla, tiene miedo del chico sentado frente a mí, y no lo culpo, debe ser intimidante para los humanos.

—Quiero un Tequila sencillo. —La pluma del mesero se mueve rápidamente sobre la hoja, se que quiere largarse de aquí en este momento.

—¿Quiere algo más? —Trata de recuperarse desesperadamente.

—Acompañalo con sangrita. —Y una vez que termino mi pedido, el chico desaparece.

—Vaya ineficiencia, no me ha tomado a mí la orden. —El chico de ojos oscuros sigue con la mirada al mesero y después vuelve a clavarla en mí— No pago tanto para no ser tratado bien —Me encojo de hombros e ignoro sus quejas ¿Porque rayos sigue aquí?—, bueno, aun no me has contestado bonita. —Su ceja se levanta de modo seductor y no puedo evitar reírme.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora