La Mansión Arteaga.

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La tela vaporosa cae a mi alrededor como una lluvia suave. El color brilla con los escasos rayos de luna que se filtran y no puedo despegar la vista del vestido.

Dos tiras anchas me envuelven la cintura y se unen debajo del escote recto lleno de pequeños diamantes, la parte de abajo cae de modo fluido por mis piernas, abriéndose un poco a la altura de la rodilla. Una de las zapatillas plateadas de tacón de aguja, queda al descubierto por la abertura mientras la otra queda escondida por el vestido negro. Una gargantilla de diamantes me rodea el cuello y una piedra negra con forma de gota cae de ella adornando el centro.

Violeta ha optado por sujetarme el cabello de manera que me cae en cascada por la espalda, dejando al descubierto mi cuello.

No ha dejado de aplicarme sombras y rímel, el labial lo ha puesto con cuidadosos toquesitos y finalmente ha puesto los pendientes.
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Mi familia espera en la estancia cuando bajo, todos están vestidos de manera elegante y cuidadosa.

Mi mamá lleva un bonito vestido color azul marino y mi padre un smoking negro, al igual que Alejandro, Rodrigo y Manuel. Los tres se ven guapísimos, el color hace que sus ojos grises resalten aún más.

Para sorpresa de todos, Violeta y el abuelo están hablando en un rincón de la estancia, con un gesto de la mano, me llama hacia él y comienzo a caminar hasta quedar frente al patriarca.

—Llegó la hora Mónica, el momento de hacer lo que debes por fin está aquí.

»En tus manos está el que volvamos al poder, un solo error niña, un solo paso mal dado y todo se arruina. Debes ser cuidadosa. Sabes que hacer, toda tu vida te preparaste para esto.

»No lo arruines —Y sin dejar que siquiera yo abra la boca, empieza a caminar hacia la sala con Violeta.

Pero antes de irnos, ella nos ha dado a todos un brazalete con alguno de sus hechizos y nos ha pedido encarecidamente que no nos lo quitemos. Supongo que quieren tenernos vigilados por si algo falla.

Los chicos salen por el auto mientras mamá y yo esperamos en la entrada.

El lujoso Royce Rolls de papá, es iluminado por las farolas del jardín y nos indica con un movimiento que entremos. El chofer pone en marcha el vehículo y con un último vistazo a Violeta y al abuelo, nos ponemos en marcha.

La noche es fresca y conforme nos alejamos más de la mansión, el olor del aire cambia. Pinos y tierra, es el olor que predomina, la brisa mueve los árboles del camino y la luna corona el cielo nocturno.

Juego con mis manos con los ojos clavados en ellas y siento como me perfora la mirada de Alejandro.

—Intenta relajarte, necesitas tener la cabeza fría. —Posa sus manos sobre las mías, inmovilizándolas y las deja ahí.

—Estoy tratando de tranquilizarme, pero son tantas cosas las que hay en juego que no dejo de pensar en todo lo que puede salir mal —Trato de zafarme de su agarre, pero el mantiene firme su mano bajo la mia, evitando romper el contacto. Es extraño tratándose de Alejandro, creo que hemos tenido más contacto físico en éste momento, que en los últimos cien años que hemos vivido juntos.

"Estamos a punto de llegar" escucho en mente la voz de mi padre y me tenso de inmediato.

Alejandro me da un gesto de apoyo, apretando mi mano y Manuel de inmediato me hace saber que está conmigo.

"Pasará antes de que te des cuenta Moni" asiento hacia nadie en particular y me preparo mentalmente para enfrentarme a los Arteaga.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora