Nestor Cambeirio.

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Una vez que el cuerpo parece haber sido asesinado, Victor y yo nos ponemos en marcha de vuelta a la mansión Arteaga.

Nuestro paso es lento y ninguno de los dos parece tener prisa.

Su risa musical brota de entre sus labios y se gira hacia mí.

—¿Es una costumbre tuya el dejar a todo el que te conoce con la boca abierta?

Una risa tonta escapa de mis labios.

—¿Yo? Si parece que tú también tienes ese hábito —Su ceño se frunce y me mira confundido.

—Yo no tengo ningún hábito parecido Erin.

—Oh claro y Agatha entonces es algo sin importancia —Levanto las comisuras de mis labios para formar un gesto sarcástico, tratando de parecer celosa o molesta.

—Agatha es una de las chicas que conozco desde hace mucho Erin y debo confesarte que a pesar de que mi padre y el suyo insisten en que nos demos una oportunidad, yo jamás he creído en nosotros como pareja —Sus ojos se pierden en la negrura de la noche y un atisbo de nostalgia brilla momentáneamente en ellos.

—Ella parece no pensar igual Victor. Creo que de verdad está muy enamorada de ti —Mis dedos juguetean con mi vestido simulando decepción.

—Eso no cambia lo que yo siento por ella, no estoy enamorado y no pienso sacrificarme al berrinche de mis padres —dice con la voz firme—.  ¿Tú no tienes problemas como esos?

—¿Qué? ¿Una persona que me acose hasta que esté tan harta que tenga que decir que si? —La mascara de seriedad se desvanece al escuchar mis palabras y se acerca a mi para devolver un mechón de cabello a su lugar.

—¿Qué hay de ti vampiresa indomable? ¿Algún inconsciente e ignorante humano? ¿O tal vez un vampiro que quiera hacerte su pareja? —El rostro de Alejandro cruza mi mente de modo fugaz.

«Concentrate Mónica»

—No en realidad, como ves, me gusta jugar un poco con mi comida y en cuanto a los vampiros, no conozco muchos, así que tampoco es una opción válida.

—¿Jamás te has enamorado entonces? —Su pregunta sale sin previo aviso y me toma por sorpresa.

—No en realidad, no sé muy bien como sea eso.

El sonido del río corriendo al lado de nosotros es relajante y cubre el incómodo silencio que se ha hecho entre nosotros.

Mis pensamientos empiezan a volar, tratando de distinguir ese sentimiento de amor o cariño, pero lo único que se le parece es lo que siento por Manuel.

—¿Por qué tu familia no se unió a la comunidad que está bajo la protección del Concilio? —pregunta en un intento por recuperar la charla amena.

—Bueno, es una larga historia —Lo miro, lista para responder con la historia desgarradora que me han recitado desde hace mucho.

—¿Puedo escucharla? —Asiento y clavo la mirada en sus ojos.

—Mi abuelo fue uno de los primeros bastardos que se crearon, él huía del ejercito del Concilio por miedo, no sabia lo que pasaba y lo único que podía hacer era esconderse.

»Se enamoró de una mujer de alta sociedad y estuvo tiempo cortejándola hasta que ella aceptó quedarse con él. Por alguna razón esa mujer parecía saber de la existencia de nosotros, así que cuando se entregó a él, estaba consiente de lo que podía gestarse en su vientre.

»La mujer se quedó con él todo el tiempo que le llevó su embarazo, pero cuando ella descubrió que mi abuelo era un bastardo ella lo dejó junto con mi padre. Ella se fue.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora