EPÍLOGO.

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Las cenizas vuelan en el aire de la noche, el olor a tela quemada y madera chamuscada envuelve el aire que sopla ente los árboles.

A nuestros pies, los cimientos del "Agujero" aún tienen rastros de fuego en las puntas y no puedo evitar esbozar una sonrisa.

—Pensamos que pedirías otra cosa —dice Alabaster pateando lejos una viga de madera.

No se le ve muy convencido, de hecho ni siquiera se le ve feliz, aún con eso aceptó la condición de Alejandro.

—Pues yo pienso que fue una buena manera de utilizar su control sobre nosotros, necesitábamos un nuevo comienzo después de terminar con los Altamira, sin ofender claro —Drakkar nos sonríe y alisa una pequeña arruga en sus pantalones.

—Siempre de las cenizas se puede reconstruir algo nuevo, Mónica nos lo ha demostrado —Zairé me dedica una mirada de complicidad y me guiña un ojo antes de adelantarse hasta donde están los otros dos patriarcas.

Siento la mirada de Alejandro en mi nuca, sé que parezco ausente y que eso lo tiene preocupado, pero acabo de incendiar el pasado entero del Concilio de Sangre, me gusta pensar que esto es una nueva etapa para los descendientes de las tres familias que se quedan.

—Ellos han cumplido —murmuro extendiendo una mano hacia él—, es nuestro turno.

Alejandro asiente, dirigiendo su mirada hacia los restos de la casa solariega. Su mano viaja hasta la daga que descansa en la vaina junto a su cadera, en un movimiento la hoja brilla con la luz de la luna al ser descubierta y el destello queda oscurecido cuando el filo resbala por la palma.

—Ustedes han cumplido, traigan el documento ese.

Uno de los imperfectos que han acompañado a los patriarcas, corre sigiloso hasta nosotros con la vitrina entre los brazos. El Concilio permanece ahí, esperando ser liberado, destruido.

Alabaster hace una seña en dirección a la mujer de cabello azabache que se encuentra frente al auto que han traído. Iliana me sigue con la mirada cuando se acerca, recelosa de mi persona aún cuando vio que nosotros liberamos a Agatha junto con Madeleine y Fabián. incluso después de haber encarcelado para siempre a Rebeca y Rodrigo en bloques de concreto que fueron aprisionados en quien sabe donde.

—Creo que ha quedado más que claro que no planeo hacer más daño Iliana, una vez las gotas de sangre caigan Alejandro y yo nos iremos lejos.

Sus brazos, que se mantenían cruzados sobre su pecho, caen a ambos lados de su cuerpo mientras se acerca a mí.

Tiene la mirada perdida, como buscando algo en mí que ya no existe.

—Aún no puedo creer que seas Elina, eres tan... distinta —dice al detenerse frente a mí.

Siento un golpe en el pecho al escuchar sus palabras. En estos días que se ha debatido sobre la petición de Alejandro todo el mundo me rehuyó una vez que llegaba a algún lugar. Nadie confiaba en mí y definitivamente no es algo que planeen hacer pronto.

Descubrí miradas indiscretas al tiempo que susurros impertinentes me seguían a cada paso:

"Ella es la traidora, la muy ingrata se escapó de sus abuelos para unirse a ese otro traidor"

"¿Cómo se atreve a aparecerse la muy descarada y encima pidiendo que se cambie el proceder del Concilio?

Yo creí que ellos estarían agradecidos, saltando de alegría por que finalmente habían recibido la libertad de elegir, pero me di cuenta de que a muchos el sistema les había sentado tan cómodamente que no tenían ni idea de lo que harían con su nueva libertad.

Igual se hizo, igual se les liberó, igual el Centro de Entrenamiento ahora estaba hecho cenizas y si no quería pensar por la buena entonces aprenderían a independizarse por la mala.

Generalmente las experiencias que más te marcan duelen, y el sufrimiento te recuerda que hay algo porque luchar.

—Jamás te pareciste mucho a Rebeca Mónica, o a Joaquín.

»Cuando llegaste eras ese elemento que no encajaba, la que se diferenciaba del resto. No sé si es porque en el fondo sabía que no les pertenecías o solo es algo que siempre estuvo ahí —La vampiresa suelta una pequeña risa nerviosa y vuelve a fijar su vista en mí—. Tienes la terquedad de tu padre Mónica y la voluntad de tu mamá y aunque el color de ojos ha cambiado, la mirada es de los Artega, firme e indiscutible —Su mano sostiene la mía—. Tienes derecho a ser feliz ahora Mónica. Porque si bien la mirada es de los Arteaga, ahora está ensombrecida con el cansancio, la traición y la tragedia.

»Ojalá seas feliz a partir de ahora Mónica, de verdad lo espero.

Una última sonrisa de los labios que ahora parecen familiares, que se desperezan del velo del pasado y ella desaparece.

En un segundo.

Cuando me giro, las gotas de sangre de Alejandro ya han caído sobre el nuevo Tratado, manchando de carmín la parte inferior de la hoja.

—Están libres Alejandro, ahora, pueden irse en el momento que quieran. Nadie los perseguirá ni los buscará.

»Son libres.

Alabaster se ve cansado, con las ligeras arrugas visibles a causa de la falta de sangre, el color marchito y la mirada menos imponente que nunca.

Pero en el fondo, tras todo ese cansancio brilla algo, algo que solo está dirigido a mí y sé que se siente tan en paz como yo, que carga tanto dolor y traiciones como yo, pero que al final todo ha valido la pena, que cada cicatriz que ahora atraviesa su cuerpo y el mío y el de todos los que no rodean, es una marca que ha dejado el paso del tiempo, los esfuerzos por liberarnos, y ahora podemos portarlas con orgullo porque lo hemos logrado.

Y tenemos paz, quizá no para siempre, pero ahora, en el presente, estamos bien.

No hay abrazos ni palabras dulces dirigidas para nadie, solo un sutil asentimiento y un: «vuelvan cuando lo deseen», antes de que Alabaster desaparezca con toda su prole.

Alejandro me sujeta la mano y la brisa nos agita los cabellos.

Después de ciento doce años, finalmente estamos solos, juntos y con la eternidad frente a nosotros.

—Y... ¿qué piensas de volver a España? Vamos a borrar los malos recuerdos con besos y caricias allí donde vayamos,

»¿Te parece? —Esboza esa sonrisa traviesa tan suya y sin esperar respuesta me toma entre sus brazos, aprisionándome con sus labios.

—Llévame a crear nuevas memorias Alex, porque estas no estarán escritas con sangre.

FIN.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora