El Otro Lado de la Moneda.

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—No es cierto —grita Alejandro demasiado cerca de mi oído—, Mónica ¡sácalo de tu cabeza! —exige desesperado, sacudiéndome con violencia los hombros.

Mi vista se aclara por un momento, pero la oscuridad la reclama de inmediato, sin tregua.

Un par de manos desconocidas sustituyen las de Alejandro y pronto las tinieblas se disipan de golpe, dejándome frente a siluetas sin forma.

—Mónica, escúchame. Voy a ayudarte a salir de esto, pero tienes que poner de tu parte ¿oíste? —Gael, a diferencia de Alejandro, me susurra las palabras con calma, como si ya hubiera estado mil veces en una situación así. Asiento, sabiéndome incapaz de hablar y dejo que haga lo que tenga que hacer.

Una sensación de tranquilidad me inunda el cuerpo cuando logro reconocer los rasgos de Alejandro frente a mí. De a poco, las cosas que lo rodean empiezan a tomar forma y el olor a humedad y tierra mojada finalmente sustituye la peste del olor de los Altamira y me arrastra de regreso al escondite de los imperfectos.

Me toma un momento percatarme que los brazos de Alejandro me rodean la cintura y lo único en lo que puedo pensar ahora es en lo peligroso que esto está siendo para ambos.

—Nos están buscando —farfullo, más para mí que para el público que me mira con gestos de desconfianza y rencor—. No van a detenerse hasta matarnos, van a matarnos a todos. Yo provoqué esto, yo entregué el Concilio al infierno.

—Mónica —dice la voz firme de Gael—, todo lo que escuchaste no es más que el odio hablando, tú no tienes la culpa de nada.

»Fueron ellos quienes te jodieron la vida a ti. Tú no hiciste nada por voluntad propia.

—No solo es eso, Bruno sabe que vi esos recuerdos, por eso es que me habló.

»Tienes que mover a tu gente y protegerlos de mí. Yo los expuse inútilmente y ahora nos encontraron.

—Todo lo que hemos visto hasta ahora nos ha dado una idea de lo que vamos a enfrentar, ya no vamos a tener que planificar a ciegas y también podemos saber que es lo que piensan hacernos.

¿Por qué no empiezan a huir? Me pregunto desesperada, Bruno ya sabe que tenemos preso a uno de sus guardias y no va a tardar nada en enviar a todo su ejército a liquidarnos.

¿Por qué no corren?

—Mi amor, lo que escuchaste no fue más que un truco de mi abuelo.

»Él está consiente de que sus espías pueden ser apresados y siempre deja una amenaza dentro de sus cabezas por si alguno de los bastardos del Concilio tiene el poder de ver sus recuerdos.

»Es su manera de asustarlos, ya que no puede bloquear los recuerdos de su gente.

Intento comprender sus palabras, pero lo único que mi entendimiento alcanza por ahora, es la mirada de odio que Gael le dedica a Alejandro, seguramente por el adjetivo de "bastardo" en su explicación.

La tensión en el lugar se suaviza al comprender que nuestro paradero permanece fuera del alcance de Manuel y Bruno. Intento unirme a ese alivio momentáneo, pero no puedo, sus palabras bailan todavía en mi cabeza.

—Las explicaciones ya fueron dadas, así que tenemos que ponernos a trabajar con la información que ahora tenemos.

»Sebastián, llévate a Mónica a su habitación y asegúrate de que Lydia la calme un poco

—Nadie que no sea yo va a llevarla a ningún sitio ¿entiendes? —declara Alejandro con voz firme.

No es una petición, él de verdad no va a dejar que alguien se acerque.

Las Memorias de mi Sangre.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora