Las sábanas se enredan en mis piernas cuando salto de la cama para apagar el despertador
El vestido de noche que aún llevo puesto se levanta hasta la altura de mis muslos debido a mi violento giro sobre mi misma y se enrosca alrededor de mí.
—Tranquilízate Moni, nadie está atacando —Manuel suelta una risita ante el caos que estoy hecha y se acerca para desenredar la tela y las sábanas de mis piernas.
—Te quedaste —murmuro mientras bajo mi vestido para cubrirme las piernas.
—Estuviste muy inquieta mientras dormías, no creí prudente dejarte.
—Espera, ¿te quedaste aquí toda la noche? —Asiente y encoje los hombros restándole importancia. Las ligeras manchas de ojeras debajo de sus ojos me alertan—. ¿Sin dormir?
El pantalón de vestir que cuelga de sus caderas, parece ser el mismo de ayer y entierra las manos con aire cansado en los bolsillo de éste.
—Yo ya no..., ya no duermo Mónica.
—¿Qué dices? —Mis manos se quedan congeladas en el cierre del vestido, mi mente procesando sus palabras—, ¿vas a ocupar entonces un lugar como Alejandro y Rodrigo?
Manuel asiente y se gira hacia la puerta, haciendo que mis manos caigan a los lados de mi cuerpo.
—Vas a irte —No es una pregunta, es una afirmación, tres palabras que parecen perforarme el corazón quieto.
—Aún no sé cuando, el abuelo no ha dicho nada y aún tengo la esperanza de que pueda retrasarse más mi partida, no quiero dejarte sola —Su voz apenas es un murmullo, roto y lastimero.
No quiere dejarme, pero va a hacerlo de cualquier manera.
Levanto el rostro, escondiendo lo herida que me siento y me dirijo hacia el cuarto de baño con los pantalones y la camiseta.
Deslizo rápidamente el cierre del vestido y este cae en una suave lluvia de tela a mis pies.
Entro rápidamente a la ducha, esperando que al salir, Manuel no siga en mi habitación y al terminar, me enfundo la ropa oscura.
Abro la puerta del cuarto de baño, encontrándomelo con la misma postura abatida y derrotada, parado delante de la puerta.
"Tenemos que irnos" le informo mentalmente sin molestarme en dirigirle una mirada.
—¿No vamos a hablar de esto? —Puedo identificar la desesperación tiñendo sus palabras, la suplica implícita que hay en la frase.
Estoy a punto de flaquear, mis brazos pican por envolverlo y pedirle que se quede, que haga todo lo posible por no abandonarme.
Pero sé que eso no servirá para nada, que solo acrecentara el dolor de la perdida de la única persona que he querido los últimos cien años.
«Va a dejarte, vas a quedarte sola Mónica. Manuel terminará siendo como los otros» la voz cruel que suena al fondo de mi cabeza, susurra las palabras que más temo.
Perderlo, perder a mi hermano, mi amigo, mi confidente, mi compañero.
Sacudo la cabeza en un intento por recomponerme, luchando por expulsar la idea de mi mente.
Me pongo en marcha hacia la puerta, ansiando salir de ahí de inmediato.
—¿No vas a decir nada? —La perilla se queda a media vuelta de abrirse.
—¿Como qué?, todo lo que puedo decirte será inútil. Vas a irte de todas formas —Me encojo de hombros, restándole importancia al asunto y abro la puerta de un tirón.
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Las Memorias de mi Sangre.
VampireEl Concilio de Sangre, es una vieja orden de vampiros que albergó en su momento a cuatro familias: los Abrea, los Albizuri, los Arteaga y los Altamira. Éstos últimos, expulsados gracias a su patriarca, han jurado vengarse y retomar el poder que perd...